martes, 11 de septiembre de 2018

De cómo los progres han echado a perder unas cuantas causas nobles


Si se buscan tres causas nobles, tres, a las que cualquier persona del común apoyaría sin dudar, esas serían la de la plena igualdad de derechos de hombres y mujeres, la de vivir la propia sexualidad sin interferencias de ningún orden y la del cuidado de nuestro medio ambiente.


Ahora bien, si ser mujer u homosexual se pretende que se convierta en salvoconducto para obtener ventaja, fuera de los propios méritos o capacidades, y la batalla por tener un medio ambiente lo más razonablemente sano se convierte en una pelea constante por volver a la prehistoria, no se extrañen los implicados, que más que adhesiones se encuentren rechazos. En algunos casos, viscerales y justificadísimos.

Y a todo esto hemos llegado por obra y gracia de la izquierda divina que, caído el Muro de Berlín, no ha encontrado mejor forma de seguir aspirando a vivir en el machito y sin dar un palo al agua, que fagocitar esas causas nobles, promoviendo la revancha frente a generaciones pasadas, en la afrenta constante a las generaciones presentes y futuras.

Pero no sólo es ello, nuestra izquierda divina, vulgo progresía, ya tiene experiencia más que suficiente y acreditada en joder causas nobles. Lo de justas es otra cosa.

Que la izquierda divina, vulgo progresía, sólo sabe y aspira a repartir a comisión desgracia económica y miseria moral, es algo que uno intuye, antes de tener necesidad de afeitarse y constata ya crecidito. Y es la curiosa idea de justicia  generacional y distributiva, que lucen sus acólitos, el quid de la cuestión.

Ejemplo de ello es su idea de justicia social y de cómo la han aprovechado para su propio beneficio. 

Como, según ellos, los ricos del franquismo se hincharon de robar a los pobres, pues nada más llegar al poder en el ochenta y dos, el socialistismo, en justa compensación de las desgracias pasadas, se dedicó a robar a manos llenas, al grito del “to pal pueblo”. 

Eso sí, a comisión: Robo diez al pueblo, le devuelvo tres y me quedo con las siete restantes. De tal manera, que la mayoría trabajadora y cumplidora de sus obligaciones, se vio jodida entonces, se ve jodida ahora, y se verá más jodida aún en ese futuro de oligarcas banco-ladrilleros que nos ha preparado el Eterno Adolescente. 

Volviendo al principio, y no es cuestión de dar nombres. No les digo nada de lo que se atreven a decir en privado algunos, muchos, de los progres del entorno, respecto de las causas nobles nobilísimas aquí mentadas. Mejor no les cuento.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 28 de noviembre de 2008

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