Un entrañable mapa al que, por supuesto, habría que añadir Ceuta y Melilla, ciudades españolas desde mucho antes que existiera el sultanato alauita. |
Está muy bien eso de que ZP sonría a todas horas, él sabrá el porqué en estos tiempos de bandolerismo político que nos ha tocado vivir, con unas cuantas cuadrillas de “trabucaires” y manirrotos profesionales echadas al monte, en busca de nuestro dinero y con la más firme decisión de repartírselo para destinarlo a la compra de Audis. O si no que se lo pregunten a ese puñado de entusiasmados banqueros y “cajeros” —mandamases de las cajas de ahorros— que no cesan de alabar al Eterno Adolescente y que llevan algunos días haciendo sus planes para repartirse los 150.000 millones de euros —la cifra da vértigo— que se les prometió. Cantidad que nadie es capaz de intuir de dónde se va a sacar, por más deuda pública que trate de colocarse en los mercados internacionales. A los chorizos de algunas comunidades autónomas no es preciso preguntarles nada, ellos, de motu proprio, nos ofrecen ya las suficientes señales manirrotas.
En efecto, nadie sabe aún de donde surgirá la pasta necesaria, la mucha pasta, salvo que aparezcan en nuestra ayuda (la de los desahogados), atraídos por el mito de un país llamado antiguamente España y que pasará otra vez a ser al-Andalus, esos fondos soberanos que los países árabes o, por mejor decir, sus reyezuelos, destinan a las causas imposibles que gozan de alguna posibilidad y no poca rentabilidad. Véase, si no, el caso de Marbella, ciudad paradigmática de lo que podría ser la trayectoria española en su conjunto, cuyas mejores parcelas deberán entregarles a los musulmanes que aporten el capital de socorro para salvar a este régimen zapaterino que nada en la abundancia, o eso aparenta, sin reparar demasiado en que los ciudadanos comenzamos a chapotear en el fango del desempleo. Esperando estoy la cifra de finales de noviembre, que será probablemente superior a los 200.000 nuevos parados.
En aplicación de una ley inexorable: El que paga manda, e igual que ocurrió en Marbella o Fuengirola, por ejemplo, así podría suceder por toda la periferia de alto “standing” de nuestras poblaciones, de modo que no sería nada extraño que comprobásemos cómo se erigen numerosas mezquitas a cual más suntuosa y, desde ellas, cómo se propaga una desenfrenada apología del islam, perfectamente consentida cuando no incentivada por la “Alianza de Civilizaciones”, mientras van desapareciendo, manu iudiciali, los símbolos de la Cristiandad de nuestros colegios. Nada más lógico para esos politicastros que padecemos, a los que España solamente les supone un territorio de medio millón de kilómetros cuadrados que pueden ir adjudicándole al primero que pague sus vicios.
Y no nos olvidemos, además, de que en todos los puertos banuses de nuestra costa mediterránea, numerosos y repletos de yates de vete a saber de dónde llegan, seguirán la acampada a sus anchas, durante el tiempo que sea necesario, esas mafias rusas o esas camorras italianas —o de donde se tercie—, tan amigas unas y otras de blanquear junto al mar sus respectivos pillajes. ¡Ah, se siente!, es tiempo de crisis y todo euro o petrodólar es bienvenido al país del sol, la alegría y las crisis económicas reconocidas con carácter retroactivo; eso sí, luego de que el resultado de las elecciones generales confirmase la perenne sonrisa del entonces candidato de la izquierda. Sarmentosa izquierda, por cierto, que no dudará en entramparnos no solamente a nosotros, los españolitos de principios del XXI, sino a nuestras siguientes generaciones. ¡Qué más da!
Emulando al clásico, digamos que el lujo de vivir por encima de nuestras posibilidades, regalándoles el patrimonio común a los banqueros o a los Sacyr poseedores de información sensible —y permitiendo de paso el descontrol de las nacioncitas periféricas—, mientras se va presumiendo de poner en práctica toda suerte de medidas sociales que no se reflejan más que en el BOE, sin que lleguen jamás a la práctica, exige un tributo que ha de pagarse en tiras de pellejo de los ciudadanos de a pie. Vamos, los que no estamos subvencionados.
Autor: Policronio
Publicado el 28 de noviembre de 2008
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