Antonio Herrero, parlamentario europeo y una de las personas de más limpia trayectoria democrática que conozco, a la par que refrenado en todas sus expresiones, ha sido expulsado sumariamente de Venezuela, previo secuestro, y puesto en el primer avión —no importaba el destino— que debía alejarlo de lo que cada día es más un coto de caza —ahora que el término está de moda— del infame Gorila rojo. Coto donde éste practica a diario el tiroteo contra la libertad, herida ya de muerte y apenas renqueante en el querido país caribeño, y contra cualquier derecho que los venezolanos tengan para expresar sus opiniones.
¿Cuál ha sido el motivo de semejante muestra despótica de Hugo Chávez? Fácil, como todo dictador con vocación innegable de tirano, este sujeto no acepta que le recuerden sus bajezas antidemocráticas, sus apaños electorales para alcanzar propósitos deshonestos, como el de eternizarse en el poder, y su método liberticida de entender la política, donde incluso le es válida la violencia contra el opositor y el balazo indiscriminado de los que se manifiestan en su contra. Vamos, al más puro estilo castrista, ese fulano criminal que es admirado con mayor intensidad cuanto menos escrúpulos poseen sus admiradores, todos ellos de la izquierda vergonzante. Antonio Herrero no lo ha dicho así, puesto que su moderación es proverbial, pero ya lo digo yo y si les pica a los tiranos, tiranuelos e incondicionales, simplemente que se rasquen.
La Historia nos enseña que hay dos vías igualmente perversas para alcanzar el poder omnímodo, pretensión de todo tirano o ideología opresiva: 1) La revolución sangrienta, propia de los comunistas en el siglo pasado, y 2) la evolución abusiva gradual, en la que se van restringiendo cada vez en mayor grado las libertades públicas, mientras se van asaltando las instituciones del Estado y controlando los contrapoderes del Ejecutivo a través de la inserción de miembros adictos y bien pagados. En el primero de los casos, la revolución, se corre el riesgo de perder, como le sucedió al Frente Popular a partir de febrero del 36. Así, pues, se ha de ser valiente, además de despiadado, para ser un revolucionario. En el segundo caso podríamos situar a tipos cobardes y taimados como Chávez. Pero no solamente Chávez, cualquiera de los sedicentes populistas tan en boga por Sudamérica, que en realidad son comunistas ligeramente disimulados a los que la ayuda económica del Gorila llevó al poder, no dejan de usar cobardemente el liberticidio gradual, el abuso escalonado.
Me pregunto si Hugo Chávez, a su vez, no dispondrá de algún meritorio en Europa que acabe por emularle. Hace pensar en ello cierta trayectoria conocida que se distingue por el deseo vehemente de controlarlo todo “como sea”. Ansioso estoy de contemplar la inmediata manifestación convocada por los artistas de la ceja, además de por la gente de Cayo Lara y los sindicatos, en protesta de la arbitraria expulsión de Antonio Herrero.
Autor: Policronio
Publicado el 14 de febrero de 2009
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