domingo, 23 de septiembre de 2018

Cargo de conciencia


Emito un ruego a la audiencia (¡Caramba, observo con inquietud que me asemejo a "Gran Hermano"!). ¿Algún caritativo lector podría responder a dos preguntas que formula mi alma angustiada? La primera, más pragmática y egoísta. ¿Cree alguien en las medidas económicas del Gobierno para reactivar nuestra maltrecha economía? Centrémonos en la primera iniciativa que ha tomado, la devolución de 400 euros a los contribuyentes. Cuando la noticia vio la luz, mi mujer y yo, ambos profesionales liberales con un nivel de ingresos muy elevado (claro que no tanto como el que tienen la legión de políticos que "ponen el cazo"), nos quedamos estupefactos.


A fin de cuentas, ¿qué nos significaba eso a nosotros? ¿No sería más efectivo guardarlos para promover obra pública que paliara el paro? O bien para aumentar el fondo de reserva para el subsidio de desempleo (si se toman la molestia de hacer un cálculo simple, con el nivel de paro actualmente existente los 1.500 millones de euros prometidos por nuestro presidente para tal fin no llegan a cubrir ni siquiera un mes). Nuestro estupor llegó a límites insospechados cuando nos apercibimos de que esa devolución era sólo para aquellos ciudadanos que cotizaban a la Hacienda Pública por encima de esa cantidad, con lo cual, los verdaderamente necesitados no la percibían.

Lo mismo sucedió con nuestro grupo de matrimonios amigos, todos ellos con un excelente nivel de ingresos. Por favor, que nadie me acuse de clasismo, y menos monetario; somos amigos de ellos porque son una gente estupenda y tenemos un nivel cultural similar y aficiones comunes. Lo remarco porque algún demagogo oportunista e inmoral de los que ahora pululan por nuestro país podría intentar sacarle "punta" al tema.

Después de comentar jocosamente el regalo sociata (reconozco nuestra frivolidad, no hubiera debido ser jocosamente), decidimos hacer una cena opípara a la salud de nuestro gobierno. Comprenderán que 400 euros dan para bastante, de modo que la cena en cuestión no tuvo nada que envidiar a las Bodas de Camacho. ¡Qué vinos! ¡Qué magníficos manjares! Total era gratis y ya saben con qué alegría y lo fácilmente que se gasta el dinero no ganado con el sudor de nuestra frente (¿Será por eso por lo que los políticos tienen ese frenesí despilfarrador?). Como nos sobró dinero, decidimos hacer una segunda cena de este estilo.

Y ahora viene el problema. Después de tanta munificencia y placer, ninguno se acordó en ninguna de las dos ocasiones de brindar por nuestro ínclito Presidente y su magnánimo Gobierno que nos había proporcionado tan gran deleite.

Por eso formulo la segunda pregunta: ¿Tendrá perdón nuestra omisión? Y, en caso de tenerlo, ¿cuál debería ser nuestra penitencia? Por favor, contesten para aliviar la angustia de esta alma atormentada. ¿Será suficiente con peregrinar a La Meca? Por supuesto, no a Roma, Jerusalén o Santiago de Compostela, ¡faltaría más! Nada más lejos de mi intención que ofender nuevamente a nuestros preclaros gobernantes.

Autor: Uriel (Firmas invitadas)
Publicado el 17 de febrero de 2009

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