Federico Jiménez Losantos no acaba de encontrar el modo de llevarse bien con la nueva derecha centroide de Rajoy. Cuando Dolores de Cospedal pasó recientemente por la COPE, lo que dice mucho a favor del coraje de la señora, no dejó de advertirse cierta tensión en el ambiente, con un Losantos bastante cauto para no incendiar las naves a la primera ocasión y una Dos del PP no mucho más allá. Desde luego la entrevista fue distinta, muy alejada de ese tono desenfadado que otros altos cargos del PP habían mostrado en ocasiones precedentes. Con excepción de Rajoy, por supuesto, que siempre conservó alta la guardia en sus visitas al locutorio.
Es más, a raíz del chasco que Esperanza Aguirre le dio al periodista en el juicio originado por la querella de Gallardón, en el que la señora adoptó un papel similar al del sujeto que se sacude las pulgas mientras pone cara de molestia, tampoco parece que sea ella la llamada a ser ensalzada por Federico como referente. El desengaño personal cuenta bastante a la hora de valorar a un político. De hecho, apenas se la nombra ya en las tertulias o cuando se hace, porque no hay más remedio a causa de la actualidad, se omite el deseo de santificarla. Un deseo tan llamativo, y abundoso, en los dos o tres años anteriores.
Nos encontramos, pues, con un Federico prácticamente desarbolado al 50 %. Es decir, podría jurarse que el cuerpo le pide continuar con la crítica a cualquier inmoralidad del gobierno ZP, puesto que ese horizonte no ha cambiado en absoluto, sino que todo apunta a que se ha ampliado y reforzado la falta de escrúpulos, pero no acaba de divisar un líder con cara y ojos al otro lado de la política, al que respaldar con entusiasmo. Rosa Díez es la que más se parece a la hora de defender ciertos valores de la nación española que Federico considera prioritarios, si bien esta otra señora no deja de ser socialista a machamartillo, y por lo tanto no apta desde el punto de vista del liberalismo conservador. No al menos como para que se le respalde la totalidad de su programa. Luego aquí nos hallamos unos cuantos, creo, ante una situación de orfandad en relación al partido político ideal, de referencia. Mejor dicho, orfandad en relación a un líder capaz de despertar nuestra admiración.
No sé cómo volverá Federico de sus largas vacaciones. Debe haberse marchado ya, lo deduzco así porque hace un par de días que no le oigo. Ignoro si esta vez se dedicará a desintoxicarse de la política mediante la lectura de novela negra, a la que es un gran aficionado. Pero yo de él, entre novela y novela, no dejaría de meditar acerca del modo más eficaz, en la medida de sus posibilidades, de evitar el derrumbe de esta España que galopa desenfrenadamente hacia la pérdida total de la democracia, si es que alguna vez fuimos demócratas. Una pérdida que este mismo mes se constatará mediante un nuevo apaño entre los partidos y acerca del Poder Judicial.
Un galopar, digo, cuya veloz montura cabalga hoy el Señor de las Mentiras, y además lo hace exhibiendo con descaro su vestido de oro y “sin-escrúpulos”. Un galopar en vanguardia del más desenfrenado de nuestros gobernantes, pero al que no lejos le sigue otro jinete que ha decidido sumarse alegremente a la carrera del cambio de Régimen, trotando a lomos de un corcel llamado “angulas con los nacionalistas”, y manteniendo de esa guisa su nueva condición de opositor asilvestrado. Eso sí, oposita convencido de que la simple denuncia de la mala gestión económica le llevará a la meta de La Moncloa. Porque otros valores no le competen, cree que son tonterías de las que nadie se ocupa en el día a día. Sí, aseguraría que Federico tiene razones para la meditación veraniega.
Y en estas estábamos, cuando alguna prensa digital casi da ya por hecho que Losantos será sustituido al finalizar su contrato en 2009, e incluso apunta el nombre de Urdazi como el sustituto. El caso es que podría ser cierto, porque el Partido Popular tiene no poca influencia en la Conferencia Episcopal y a Mariano no le conviene que le vayan sacando los colores tan a menudo. A lo que no se atreven los confidenciales de Internet, al menos todavía, es a decirnos quiénes sustituirán a César Vidal y a Ignacio Villa, cuya suerte en la COPE parece ligada a la de Federico. Ya no hablemos de ciertos contertulios.
Como soy de los que opinan que no hay mal que por bien no venga, voy a creerme que Federico tiene ya en mente un montón de planes, diseñados junto a sus colaboradores citados, y que comenzaremos a verlos puestos en práctica antes de que finalice 2009. ¿Se imagina alguien a Federico y César, por ejemplo, con abundante tiempo libre? De entrada, Libertad Digital (tanto el diario como la televisión, ahora un poco enmohecidos) podría potenciarse al máximo. Y para qué contar si se crea la sinergia adecuada con ese otro grupo que dirige Pedro J. A condición, claro está, que el director de El Mundo sea capaz de abrir las ventanas en su periódico y que se ventile el tufillo izquierdoso que allí impera, eso, además de los abundantes episodios de pestilencia centrista que tan a menudo acometen en la Redacción. En cualquier caso, lo sentiré por la COPE, que de dos millones largos de oyentes probablemente pase al diez por ciento de esa cifra. ¡Ah!, se me olvidaba: Alfredo Urdazi ni fu ni fa.
Autor: Policronio
Publicado el 15 de julio de 2008
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