domingo, 26 de agosto de 2018

“Se han encontrado dos armas de fuego”. Rubalcaba dixit.


Así se ha pronunciado el ministro del Interior del desgobierno de los cien días, al respecto de la detención del último comando etarra: “Se han encontrado dos armas de fuego”. Digo yo que, una vez puestas a disposición de la Policía Científica, ésta podrá examinarlas exhaustivamente, comparar sus resultados con los exámenes de balística que obren en su poder, emitidos a propósito de atentados anteriores y así se podrá determinar sí con esas armas se han cometido esos atentados, entre otros el del pobre Isaías Carrasco. O eso parece.


Y una vez determinado, si es que se determina, que con esas armas de fuego se han cometido atentados, habremos de suponer que, previa la emisión de los informes oportunos y la instrucción del sumario por quien corresponda, la Fiscalía formulará acusación frente a los poseedores de esas armas. Eso, a partir de un exhaustivo examen de las armas y de las pruebas de balística emitidas. Parece coherente lo que digo.

Eso será así, si no se le ocurre a alguien, el Juez Instructor encargado del asunto, por ejemplo, o a la policía por su cuenta, etc. destruir u ordenar destruir las armas de fuego encontradas en poder de unos cuantos presuntos etarras. Sin duda alguna, ello supondría un gran y mayúsculo escándalo y si el común se entera de la fechoría, a buen seguro que más de uno tendrá que salir por patas del territorio nacional, ¿O no?. 

Y también digo yo que, en ese caso, a nadie en su sano juicio se le ocurriría tachar de conspiranoicos a quienes osaran manifestar, si quiera su sorpresa, por la sorprendente actuación de quien corresponda.

Pues negro sobre blanco, el Tribunal Supremo, en la ya famosísima segunda sentencia del juicio del 11-M, manifiesta su sorpresa por la destrucción apresurada de los trenes explotados por esa extraña coyunda de confidentes de la policía e “islamistas independientes”. Trenes, donde a buen seguro se conservaba el suficiente material explosivo para realizar un análisis que permitiera determinar sin lugar a dudas que es lo que explotó, y a partir de ahí, lo que salga. 

Sin embargo, no veo las viviendas del Juez Instructor, o de quien ordenara la destrucción apresurada de los trenes, rodeadas de una turbamulta pidiendo el linchamiento del apresurado. Lo que si leo cada vez más, es el empeño de unos cuantos, en hacernos pasar por locos por dudar de la conveniencia de una actuación, que si ahora se produjera respecto de esas armas de fuego, haría correr ríos de tinta o de sangre.

¿O es que ahora sí conviene que se sepa toda la verdad, cuanto antes, y en el caso de los trenes no convenía?

Me lo expliquen por favor, que últimamente ando un poco espeso.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 22 de julio de 2008

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