Una de las más feas costumbres que se han asentado en nuestra joven democracia es aquella según la cual millones de ciudadanos podemos ser sometidos a coacción por parte de sindicatos y organizaciones profesionales, con el fin de que éstos consigan sus propósitos. A eso lo llaman "huelga". Y ¿qué es una huelga? Pues en España, sin más rodeos, el ejercicio de un derecho -el de no ir a trabajar en señal de protesta- que pisotea, las más de las veces, el derecho de los demás a trabajar y a circular libremente.
Un ejemplo de esto lo estamos viendo estos días. Por un lado, los pescadores en huelga no sólo impiden trabajar a sus compañeros que no desean secundar esa convocatoria, sino que también impiden descargar a los buques que vuelven a puerto con sus bodegas repletas de pescado. Estos días, las lonjas de Vigo están vacías por ese mismo motivo.
Otro buen ejemplo de ello lo estamos viviendo en las carreteras, en las gasolineras y en los supermercados, donde se notan con creces los efectos de una huelga que ya ha dejado un muerto en Granada.
Obviamente, la gente que emprende estas huelgas está atravesando serios problemas laborales. Igual que muchos otros españoles, en fin. La diferencia, claro está, es que los demás no hacemos que otros paguen injustamente nuestros problemas personales. Es más: si queremos quejarnos recurrimos a medios legales, y no a la coacción. El mensaje que transmiten estos huelguistas, sin embargo, es que la democracia no sirve para nada y sólo se consiguen cosas si se actúa con violencia, provocando el mayor perjuicio posible a personas que nada tienen que ver con el problema en cuestión, e incluso poniendo a todo el país contra las cuerdas y al borde del desabastecimiento.
Supongo que muchos que no llegan a mileuristas se harán la misma pregunta que yo: ¿con qué derecho pretenden recibir privilegios del Estado estos señores mientras los demás nos buscamos la vida? ¿Acaso la violencia y la coacción son aceptadas por el Gobierno como métodos para sacar tajada en un Estado democrático?
Lo que más lástima me da es que muchos españoles podríamos mostrarnos comprensivos con los problemas de los huelguistas, pero con estas actuaciones violentas sólo consiguen provocar rechazo entre la gente.
Publicado el 10 de junio de 2008
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