Ayer, por encargo del PSOE -según deduje-, me hicieron una encuesta telefónica sobre mi intención de voto en las próximas generales. Naturalmente, mentí como un bellaco y creo que al encuestador le di la sensación de que se hallaba ante un incondicional de Rodríguez, cuya trayectoria política, le dije, si acaso me parecía demasiado moderada e indulgente, especialmente en lo que se refiere a la desgracia de no haber cerrado ya la COPE, que era una de las preguntas del cuestionario: "Emisora de radio que más escucha", pregunta a la que se podía añadir alguna sugerencia. Eso sí, en cualquier caso dejé claro que el presidente Zapatero -en todo momento lo denominé así-, podía contar incondicionalmente no sólo con mi voto, sino con los de mi familia. Ya que en casa "todos somos muy progresistas". La verdad es que ahora me pregunto si colaría mi opinión como válida, o vine a encontrarme con un verdadero profesional que al final me caló y decidió pasar cuanto dije al apartado de "este tío es más falso que Judas". A saber.
Y es que el votante de la derecha es lógico que sea más desconfiado que el de izquierda o el nacionalista, especialmente cuando en el poder se encuentra una facción política propensa al "todo vale" y al "como sea". Mientras que en un caso, aún con el voto más que decidido -así me sucede a mí-, no es nada infrecuente que el entrevistado pase a engrosar el apartado de los "No sabe, No contesta", en el segundo caso hay quien no duda en hacer todo un alarde de izquierdismo incluso para responder a un simple cuestionario sin mayor trascendencia. Vamos, de esos que se sabe que son por encargo de un partido determinado y en las preguntas se deduce claramente quien lo paga.
Decía Aristófanes que "la desconfianza es madre de la seguridad". Por eso la seguridad es un valor siempre en alza para la derecha, que aprecia el orden en similar medida que a la propia democracia y lo considera imprescindible para que ésta exista objetivamente. Libertad, más orden, más igualdad ante la Ley, es la "terna" ideal de condiciones adjuntas en cualquier régimen no jacobino o dictatorial. Las finalidades revolucionarias, sean a las claras y manifestadas previamente en los medios de difusión afines -al modo del Frente Popular-, sean soterradas y aplicadas gradualmente mediante leyes muy sectarias, tipo Educación para la Ciudadanía y Memoria Histórica -como sucede ahora-, no es algo que entusiasme precisamente a la derecha. Cuanto más si se le añaden ciertas reformas a los estatutos autonómicos y éstos se convierten, respecto a la igualdad de la Ley en toda la Nación, en la casa de "tócame Roque".
No se trata aquí de desconfiar de cualquiera, porque el escepticismo, al decir del clásico, es parecido a un suicidio lento que te lleva a la soledad. Lo que sucede es que hay regímenes políticos, como el de ahora, propensos a etiquetar con descaro a sus rivales ideológicos "derecha extrema", a tacharlos directamente de enemigos y a incitar a las masas contra ellos. Y claro, a nadie le gusta que por responder con franqueza a una simple encuesta electoral -si es telefónica, de entrada ya conocen la mitad de tus datos- acaben incluyéndote en el listado de "gente represaliable". Unos listados a los que tan aficionados fueron los izquierdistas durante la II República, de ahí que en Madrid, por ejemplo, se produjeran episodios como el de Paracuellos del Jarama, donde se asesinó a muchos inocentes previamente etiquetados, y que en la mayor parte de los pueblos que quedaron en zona roja, donde todos se conocían, se produjera lo que se conoce como "el paseo".
¿Adónde quiero llegar con lo antedicho? Sencillo: el PP ganará las elecciones gracias al voto oculto de los precavidos. Más que nada porque el escepticismo de la derecha está basado en la propia experiencia. Lo dijo el gran Unamuno: "Escéptico no es el que duda, sino el que investiga y rebusca". Y hay mucha mala fe que rebuscar aún, donde a menudo se descubre arbitrariedad o deslealtad, en algún "Gobierno de España" cuyo presidente no es capaz, ni siquiera alejado unos miles de kilómetros y ante nuestro propio Ejército, de acabar su brindis con un ¡Viva España!
Autor: Policronio
Publicado el 6 de enero de 2008
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