"La caída del Imperio Romano" (1964) tiene una escena que se me quedó grabada cuando era un niño. El emperador Cómodo -interpretado por Christopher Plummer- se ve cercado por las legiones que se hallan a las puertas de la ciudad eterna, y ve cómo su poder se desmorona y todas sus fechorías tocan a su fin. Decide entonces echar mano de las arcas de Roma y ordena a sus leales que repartan oro entre las legiones que amenazan su poder. Cegados por el dorado metal, los legionarios y sus jefes olvidan el propósito que les ha llevado a orillas del Rubicón, y se entregan a un festín permitiendo así que el malvado emperador -uno de los más crueles y sanguinarios de la historia de Roma- continúe sus desmanes.
El mandato de Marco Aurelio Cómodo Antonino estuvo marcado por la corrupción, el malgasto del erario público, el abandono de los asuntos del Estado y de los problemas de los ciudadanos romanos, y la firma de tratados de paz que eran desfavorables y humillantes para el Imperio. Acabó por refundar Roma, pues creyéndose un Dios, quiso dejar su huella imborrable en la posteridad rebautizando la ciudad como Colonia Commodiana. Su tremendo ego no tenía límites y fue la base de una política despótica y que decepcionó a todos los que habían depositado su confianza en él. Sin embargo, Cómodo fue un excelente propagandista. Durante mucho tiempo embaucó a los romanos con multitudinarias fiestas de gladiadores con las que dilapidó las arcas públicas.
No puedo evitar acordarme de tan nefasta figura cuando compruebo que, a pesar de los más de 1900 años que nos separan de aquel reinado, hay gobernantes que se empeñan en emular los vicios y perversidades de los que hizo gala Cómodo. Por suerte, hoy en día tenemos herramientas tan útiles como Internet para denunciar a los modernos "Cómodos" que se creen con derecho a malgastar el dinero que pagamos con nuestros impuestos para perpetuarse en el poder. Vea como muestra el vídeo que encabeza este artículo.
Publicado el 22 de diciembre de 2007
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