Satélite de la NASA destinado a experimentos climáticos. |
Yo de mayor quiero ser confeccionador de la plantilla de noticiarios de Antena 3 TV. Más que nada, porque su trabajo consiste en hacer lo que hizo el anterior, que fue lo que hizo su antecedente y así sucesi-retrospectivamente, hasta el justo momento en que se fueron los “pata negra” del “Sindicato del Crimen”, eso sí que era derecha extrema.
Y es que me los sé de memoria, sólo cambian los nombres y el sitio. Para empezar, cinco minutos con el último episodio de violencia de género. A continuación, como pidiendo perdón, veinte segundos dedicados al último dato económico de naturaleza desastrosa. Después, otros cinco minutos de exhibición de playas, con la gente acalorada, hinchándose de cerveza y algún detalle anatómico de buen ver, para conformar al padre de familia, que es el que paga. Y de remate, con la audiencia enganchada, por nostalgia, envidia o esperanza: la última catástrofe causada, sin lugar a dudas, por el calentamiento global o el cambio climático.
Ayer tocó calentamiento global, hoy seguro que cambio climático, a propósito del rompimiento invernal del glaciar perito moreno, cosa que no ocurría en el invierno austral desde 1917, año particularmente caluroso, a causa de la impresionante cantidad de CO2 que expulsaban a la atmósfera las miles y miles de fábricas de Rusia, todavía, China y sobre todo la India, pasajeros, desde hacía unos cuantos años, del tren del capitalismo más salvaje, como de todos es sabido. Que digo yo, salvo que un ecolojeta sandía, valga la redundancia, con mejor criterio, nos ilustre al respecto.
Y el caso es que el locutor de fondo mostraba su extrañeza porque, a pesar del calentamiento global, ¡el perito moreno continúa engordando!, aun cuando todos sus vecinos congéneres vienen adelgazando.
De modo, que si por si acaso no se cumple mi sueño dorado y me tengo que buscar la vida con otros menesteres, práctica experimental, por poner un ejemplo, me dispuse a comprobar con mis escasos medios, si pudiera ser cierto que un glaciar rodeado de otros glaciares, afectados en la misma medida por el calentamiento global, antropógenico, por supuesto, es capaz de aumentar de tamaño, mientras los otros languidecen.
Ni corto ni perezoso, una vez recogida la cocina y con merma grave de la siesta, apagué el aire acondicionado, encendí el horno, a la vez que mostraba toda mi metrosexualidad al público asistente, la pobre gata, que corrió despavorida por el calor y la tortuga, que es medio tonta y que vive gracias a mi gusto por la biodiversidad, y coloqué un cubito de hielo en cada uno de los extremos de la tapa de la cocina de guisar, justo encima del horno, simulando así la disposición ideal de los glaciares australes, a la manera en que los chicos del IPPC se dedican a gastarse el dinero del contribuyente en anticiparnos el fin del mundo, cuales si fueran Testigos de Jehová en sus mejores tiempos.
Por si acaso perdía el sentido a causa del calentamiento real, coloqué una etiqueta justo al lado de cada uno de los cubitos de hielo, mutados en glaciares, para que mis herederos pudieran dar cuenta del resultado de tan excelso experimento.
Como habrán adivinado, al cabo de diez minutos sufrí la gran decepción de mi vida, decepción que quiero compartir con todos nuestros amigos sandías: todos los cubitos de hielo desaparecieron casi a la vez. El perito moreno bis, por cierto, fue el que menos aguantó y mi mujer, que no comprende mi gusto por dar por saco a los sandíos, cogió un cabreo monumental. No por nada, es que la gata en su huida provocó un par de estropicios inasumibles por la mentalidad germánica de mi parienta. Quise salvar la situación como se salvan estas situaciones: echándole la culpa al calentamiento global, que me ha alterado el funcionamiento normal de las neuronas. No funcionó. Está claro que es una cuestión de credibilidad. La próxima vez se la echo al cambio climático.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 11 de julio de 2008
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