jueves, 2 de agosto de 2018

Contribución a la “Memoria Histórica”: Los políticos (II)

Minas de Uixan, semi-ruinosas en la actualidad. Se encuentran al sur de Melilla y bastante próximas (unos 10 kilómetros) de la ciudad rifeña de Nador. Cabe recordar que en la época del relato todo el Rif era un protectorado de España.
 Imagen: Wikiloc.

Las minas del Uixan

El Uixan, montaña que se alza sobre el pueblo de Segangan, de la cabila de Beni bu Ifrur, era tan rica en hierro que su explotación se llevaba a cabo a cielo abierto. En sus barrancos, con frecuencia encontrábamos grandes bolas, constituidas en un elevadísimo tanto por ciento de hierro. Para su explotación se creó la sociedad “Minas del Rif”, de la que eran accionistas altos personajes del capitalismo y la política española. Los cabileños, incitados por los políticos autóctonos (en todas partes cuecen habas), se dedicaron a sabotear los trabajos, saboteo que culminó con el ataque a una partida del Servicio Geográfico del Ejército (entonces llamado Depósito de la Guerra), que dio lugar a la campaña de 1909. 


En ella participó mi padre, que entonces tenía 19 años, como sargento (1) del Segundo Batallón de Cazadores de Madrid. Los cazadores eran unidades de choque, creadas en el siglo XIX y principios del XX. Muy activas hasta la formación de la Legión. Al día siguiente de desembarcar en Melilla, tomó parte en el combate del Barranco del Lobo, en las laderas del Gurugú (¿Conocen la canción: “Hay una fuente que mana…”?). Pocos días más tarde, luchó también en el del Zoco del Had de beni Sidel. Y en otros varios, culminando los tres meses que para su unidad duró la campaña en el del Zoco el Jemis de Beni Bu Ifrur, donde a las once de la mañana recibió un balazo que le atravesó el brazo, a la altura del codo. Tras una cura de circunstancias en la línea, siguió en su puesto hasta las seis de la tarde, que, terminado el combate fue evacuado. Su herida fue calificada grave y estuvo a punto de perder el brazo, por la demora en ser asistido adecuadamente. Por este combate, y por el del Barranco del Lobo, recibió sendas condecoraciones pensionadas y fue propuesto para ascenso por méritos de guerra, ascenso que la política impidió. (2)

La guerra de Marruecos, el negocio y la sangría, terminaron cuando se puso al frente del gobierno de España el general Primo de Rivera, como terminó igualmente el hecho de que pudieran librarse de ir a la guerra los que tenían dinero. Primo de Rivera dio fin a un conflicto eterno y ganó el afecto de los marroquíes por España.

Autor: Rogelio Latorre Silva
Publicado el 3 de enero de 2008
  
(1) Edad temprana para ser sargento, empleo conseguido porque mi padre era “Cristino”. Así denominaban a los huérfanos de oficiales de Infantería, que habían recibido educación en el Colegio de María Cristina (la Reina Madre) de Toledo. En él estudiaban bachillerato y en su mayoría ingresaban en la Academia Militar, donde seguían la carrera de sus padres. En el caso del mío, no sé si era norma o las circunstancias del momento lo hicieron preciso, se les ofreció filiarse como soldados (ya eran bachilleres), seguir un curso de tres meses en el Colegio y, transcurrido el plazo, eran ascendidos a cabos y destinados a un regimiento, donde tras seis meses de prácticas, les daban la graduación de sargento. Esto es lo que recuerdo de los relatos de  mi padre, que no dudo estaría harto de no tener una perra. Huérfano desde los 3 años, eran siete hermanos y la pensión de la madre no hacía posible que los hijos dispusiesen de dinero para sus gastos. Los cristinos, al salir del Colegio, se encontraran donde se encontraran y cualquiera que fuera su graduación, estuvieron siempre muy unidos. Yo también fui “cristino”, pero por devoción. Mi madre me sacó del colegio poco menos que a rastras, después de tres meses de estancia en él. 

(2) En la guerra de Marruecos, durante el combate, los soldados se cubrían como podían. Los oficiales y suboficiales permanecían de pie, entre sus soldados. Sus bajas eran tremendas y, por ello, muchos heridos seguían en la lucha mientras eran capaces de sostenerse. Tras beni Bu Ifrur, el batallón fue retirado de línea por haber perdido a casi todos sus mandos. Cuando mi padre fue herido, también lo fue y aguanto en pie su capitán, don Antonio Losada Ortega (asesinado en 1936 por los rojos en Madrid, siendo general de división). La propuesta de ascenso de ambos, coincidió con una campaña, hasta cierto punto justificada, contra los ascensos por méritos de guerra, pues era frecuente que por combates sostenidos en Marruecos, fueran ascendidos oficiales (siempre al amparo de políticos) que no habían pisado las tierras africanas. Al menos, no el frente. Pagaron justos por pecadores: se suprimieron drásticamente los ascensos por dicho motivo. La última parte de mi vida activa militar discurrió en el Servicio Histórico Militar y allí tuve ocasión de leer la propuesta original de ascenso de ambos. Sobre la guerra en Marruecos, es digno de ser leído “Imán”, de Ramón J. Sender, que tomó parte en la campaña iniciada en 1921. Repasar sus páginas, es vivir sobre los campos marroquíes.  

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