La honradez es hija del honor y ambas cualidades van precedidas de la lealtad. Por eso, cuando un partido político se muestra desleal con sus votantes, tal es el caso del PSOE, puede afirmarse que sus dirigentes carecen de honor y de honradez. Y si a un político, no digamos a un importante grupo de ellos, le desaparecen esos atributos tan valiosos, ¿qué nos queda? Una alimaña hambrienta de poder y de ego, o un grupo de ellas, que no reparará en usar cualquier método para conservar el poder y aun ampliarlo. Si tal circunstancia se diera en cualquier país del tercer mundo —pongamos Zimbabwe y el régimen fraudulento de Mugabe—, casi sería comprensible, pero que en pleno siglo XXI se esté dando algo semejante en España y sus protagonistas principales ostenten el gobierno de la Nación, es inadmisible.
Veamos, el partido socialista firmó hace pocos meses un importante contrato con sus electores —programa electoral—. En ese contrato no aparecían por ningún lado varias de las cuestiones que ahora se han aprobado en el 37º Congreso, cuestiones que, anuncian, pretenden estudiarse a fondo para su implantación en el corto plazo: Aborto libre, eutanasia, voto emigrante, avance en la laicidad de la sociedad, desinterés ante la opresión al idioma común en determinadas regiones, etc. Naturalmente, con la desfachatez que les caracteriza a los zapaterinos, todas estas cuestiones van ahora enmascaradas con otros nombres que usualmente incorporan los términos libertad, social, democracia, derechos, diálogo...
¿Por qué no se convocan primero los congresos del PSOE y luego se pasan al programa electoral, para ser ratificados por los ciudadanos, cuantos acuerdos se estimen convenientes? Es evidente que no pueden hacerlo de tal modo porque en ese caso muchos no les votarían. Luego a los socialistas no les importa en absoluto mostrarse desleales ante el contrato firmado, y por tanto carentes de honor y de honradez, ni reparan en gastos a la hora de convertir en un mandato de superior categoría al del propio programa cuantas barbaridades han aprobado en el Congreso.
Cuidado, esto que digo del PSOE: primero los congresos y luego los programas, es perfectamente extrapolable a cualquier partido político. Si es que deseamos una democracia algo más decente. De modo que una reforma de la ley electoral debería contemplar, en el supuesto de que alguna vez alcanzase el poder una persona digna y capaz de acometerla, normas claras para sancionar los incumplimientos o desbordamientos de los programas políticos. Y que nadie se asuste o alegue la frase que se le atribuye al farsante Tierno Galván: los compromisos electorales se hacen para incumplirse. Porque si fuese así, cualquier contrato mercantil sería papel mojado y acabaríamos en la jungla. Aunque, bien mirado, camino de ella vamos a causa de esta inmunda partitocracia que sufrimos.
Autor: Policronio
Publicado el 9 de julio de 2008
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