martes, 14 de agosto de 2018

"Años de hierro"


Hace días que acabé la lectura de “Años de hierro”, 1939-1945, monumental obra del gran historiador Pío Moa, quien a través de sus 726 páginas va narrándonos las vicisitudes de un régimen franquista presionado por las grandes potencias en guerra para que, a su vez, se sumara al conflicto bélico o declarara una neutralidad a toda prueba, algo que, como se documenta en la obra, ni siquiera Suecia o los helvéticos mostraron, entre otras razones porque no les interesó hacerlo a fin de enriquecerse. Tenía ganas de disponer de algún tiempo para destacar un libro tan magnífico y hoy, aunque sea a vuelapluma, le dedicaré unos párrafos.

La gran virtud de Moa, a diferencia de otros historiadores de más “tronío” y reconocimiento en el bando izquierdista, es que se le entiende todo y posee una amenidad expositiva que para mí la quisiera. Don Pío goza, además, de una facultad nada frecuente entre los que se dedican a historiarnos: Estructura como nadie lo que quiere transmitir, basa a menudo sus argumentos en la documentación de los bandos en disputa, característica que los historiadores de la izquierda rechazan para no sonrojarse de los suyos, y de todo ello se derivan unas deducciones abarrotadas de pura lógica. 


Lo primero que me llamó la atención de “Años de hierro” es el profundo conocimiento que el autor posee del dictador Franco, sobre el que incluso traza un perfil que se remonta a la época pre-republicana y a partir de ahí desvela su evolución política. Leyendo estos primeros capítulos, excelentemente argumentados, uno llega a la conclusión de que el general se sublevó —fue de los últimos en hacerlo— no contra la República, sino contra una etapa revolucionaria y de gran violencia impune que había comenzado meses antes del Alzamiento y que destruyó, incrustándose sin abolirlo, en el propio régimen republicano, quizá como una forma farsante —nada extraño entre los izquierdistas— de hacerles creer a los demás que mantenían la legalidad, cuando en realidad lo más corriente es que actuaran por encima y al margen de la ley.

Cercano a lo magistral es el relato año a año, casi mes a mes, que Moa describe acerca de la triple preocupación de Franco: 1. Mantenerse al margen de la guerra mundial para no castigar más a los españoles, y hacerlo dándoles largas a las grandes potencias mediante el tradicional método gallego de la indefinición y el sí pero no, lo que le confiere al dictador cierto rostro humano. 2. Respetar el equilibrio entre las distintas familias del Régimen, en disputa permanente y más acusada durante los primeros años, con una Falange que se creía con derecho a todo y poseía un ministro de gran influencia en el Gabinete, el “cuñadísimo” Serrano Suñer, partidario de entrar en guerra al lado de los nazis. 3. La brega continuada que hubo de sostener con Don Juan de Borbón, personaje que pasó por varias etapas, desde querer alistarse al lado de los “nacionales”, hasta poco menos que proponerles a las potencias aliadas la invasión de España para restablecerle en el trono de su padre. En este apartado, el antiguo jefe de la CEDA, Gil-Robles, desempeñó asimismo un papel de lo más voluble y variopinto. Al contrario que el monárquico general Aranda, figura destacada en la defensa de Oviedo, dispuesto siempre a enfrentarse al propio Caudillo con tal de restablecer la Corona en Don Juan.

Pío Moa dedica no pocas páginas a la División Azul  y su heroico comportamiento en la lejana URSS de Stalin, una unidad militar —hoy denigrada o silenciada precisamente por la izquierda de espíritu estalinista— sobre la que cualquier nación del mundo hablaría con orgullo de su conducta y valor. Copio aquí parte de una nota usada en otro artículo de Batiburrillo, que en su momento fue escrita igualmente como consecuencia de la lectura de “Años de hierro”: 

 “…se describen con detalle los planes de los Aliados y de Hitler, a lo largo de varios años, para invadir las Islas Canarias, como plataforma para, a su vez, invadir el norte de África y las numerosas colonias francesas en ese continente, donde se producían materias primas esenciales para el esfuerzo bélico. El régimen de Franco, al tanto de esos planes por un servicio secreto bastante eficaz, o a través de filtraciones interesadas de cualquiera de las dos partes en litigio, no dudó en reforzar cuanto pudo la guarnición de las Canarias, así como la frontera pirenaica y las inmediaciones de Gibraltar.

Quiso darles a entender a los posibles invasores que España estaba dispuesta a resistir por todos sus medios. De hecho, la bravura y las numerosas hazañas de los componentes de la División Azul, que llegó a ganar 32 cruces de Hierro en una sola batalla, y los grandes elogios que el muy exigente Führer les dedicó a los divisionarios, llegando a decir literalmente de ellos: "[Son] Una partida de gamberros, por su disciplina no ejemplar, si bien uno no se puede imaginar individuos más valientes [...] nuestros hombres siempre se alegran de tener a los españoles por vecinos".

Pocas dudas caben que el comportamiento del Ejército español en el frente ruso, el reforzamiento de las fronteras y la determinación de luchar ante cualquier amenaza externa, con unas fuerzas armadas españolas que aún movilizaban a casi dos millones de hombres, determinaron que ninguno de los bandos en contienda se decidiese a invadir territorio español”.

No es posible explayarse mucho más en un simple artículo de extensión limitada si es que uno desea mantenerlo legible, aun cuando “Años de hierro” daría margen para la elaboración de toda una serie de artículos laudatorios. Baste decir, para finalizar, que el espléndido volumen que ha pasado por mis manos, todo un tratado historiográfico de cómo narrar los severos años de una época durísima para los españoles, probablemente acabará convertido en un clásico y de obligada lectura para los que deseen saber lo imprescindible de aquellos años. 

Pío Moa. “Los años de Hierro”. Las Esfera de los Libros. Octubre 2007. 726 páginas. 26 euros. 

Autor: Policonio
Publicado el 29 de marzo de 2008

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