A lo que habría que añadir: ¿Quién lo ordenó? |
Si bien los medios afines al Gobierno califican la resolución del Supremo como de “Espaldarazo a la sentencia del 11-M” o de, en caso de Público, “El Supremo acaba con la tesis conspirativa del 11-M”, e incluso un medio derechista como es ABC, supongo que para no contradecirse a sí mismo respecto a lo que ha opinado durante años, nos habla de “El Supremo ratifica el grueso de la sentencia del 11-M y la autoría islamista”, lo cierto es que el Gobierno de Zapatero sigue bajo la sospecha de los que aspiramos a saber algún día toda la verdad sobre la espantosa masacre.
Trataré de argumentar mi posición a sabiendas de que será inmediatamente rebatida por los de siempre: La desconfianza acerca de la actitud del Gobierno se deriva de su nula voluntad, a mi juicio, para profundizar en la investigación de los muchos cabos sueltos. Es decir, un gobierno responsable, sin intereses partidistas en el asunto, tras la sentencia del Supremo hubiese anunciado que se dispone a abrir nuevas vías de investigación destinadas a llegar hasta los inductores del atentado, esos mismos que en el argot popular se denominan “autores intelectuales”, un rol que hasta el momento o bien se le ha adjudicado a los moritos de Leganes —el viejo truco de “la culpa es del muerto”— o bien, según la fiscal, a Rabei Osman el Sayed “El Egipcio”, vuelto a declarar inocente. Pues bien, no solamente no se ha anunciado investigación alguna, sino que ayer la vicepresidenta del Gobierno tuvo la desfachatez de decirnos que el Supremo “termina de despejar cualquier sombra de duda” en el caso del 11-M.
La señora De la Vega fue más allá al añadir que “En su momento la sentencia judicial dictada por la Audiencia Nacional despejó las dudas, dijo qué ocurrió, cómo ocurrió y quién lo hizo”. Una frase así, cuando el único condenado como autor material ha sido Jamal Zougham, a quien los testigos vieron en diversos trenes o compartimentos a la misma hora, se me antoja de una desvergüenza insoportable, que ignora expresamente la importante modificación sustentada en el hecho de que se haya declarado inocente a otras personas condenadas por la Audiencia Nacional, y proferida por ella, además, con el deseo angustioso de que la crean, al menos esos simpatizantes que nada se cuestionan ni nada quieren saber. ¿Tanto será lo que el gobierno de ZP quiere ocultarnos? Sí, se dirá, como así se ha dicho, que el resto de los autores materiales murieron en Leganés —para más inri ¿suicidados?—, pero la pregunta que cabe formularse aquí es ¿qué pruebas incontestables apuntan a ellos como responsables físicos de la masacre?, si se habla de que no pueden ser juzgados y sospecho que tampoco demasiado investigados.
Confieso que mi ideología política me sitúa muy alejado de este socialismo retrógrado y casposo que practican los zapaterinos, a los que creo absolutamente responsables de llevarnos por el camino del empobrecimiento y la desunión de la Nación española, de ahí que yo no posea la neutralidad necesaria respecto al comportamiento del Gobierno en el caso del 11-M. Sí, lo confieso. Si bien creo que en esta ocasión, tan plagada de agujeros negros, mi falta de neutralidad no me impide advertir que la torpeza con la que han actuado tanto el brazo jurídico como el policial del Gobierno, es decir, la Fiscalía y la Policía —algunos fiscales y alguno policías—, determina que sobre todo haya unos auténticos perjudicados políticos: los propios miembros del Gobierno, sobre cuyas personas se mantendrá el baldón de la sospecha mientras no se aclare todo y, por el contrario, persistan en asegurarnos que se ha despejado ya cualquier sombra de duda.
Claro que aquí podría darse el caso de encontrarnos ante un grupo de políticos que prefieren acarrear con el baldón, según se mire muy llevadero con tanto apoyo de los medios amigos, antes que afrontar, de saberse toda la verdad, otro tipo de carga aún más desagradable para ellos, incluida la penal en algún caso aislado. Eso sí, mientras todo esto ocurre, los tripartitos catalán y vasco, más el bipartito gallego, no dejan de practicar fechorías destinadas a la ruptura de España. Fechorías que son contempladas con la mejor de sus sonrisas por el sujeto que nos manda. ¡Sería risible o, por mejor decir, todo un cachondeo, si la situación general de nuestra patria no fuese tan trágica y lamentable!
Autor: Policronio
Publicado el 18 de julio de 2008
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