Los de Greenpeace Australia instan a … ¡comer más canguros! |
A punto estuve de titular esto que les ofrezco como U.V.I. (una verdad incómoda), anagrama autorizado por el Comandante en “Jeje” (¿sic?) del nuevo Ejército de los Mil Hijos de San Al Gore. Pero la presión del gremio de las enfermeras buenorras —muy disminuido, por cierto, bastante tienen con lo que tienen— me ha hecho desistir de ello. Espero que el ancap de guardia, en concurrencia con el troll de la misma naturaleza, me permita deslizarme, aunque sea un poquitín, por las procelosas aguas del sexo descarnado sin infantes/as a la vista.
El caso es que antesdeayer, antier por estos lares, previa cocción de las caballas en cuestión —hermosísimas, por cierto— por parte de mi querida esposa, que además de inteligente y guapa posee dos carreras —a la sazón es mediaprogre, no confundir con mediapró—, no tuve por menos que prepararlas en aceite de oliva virgen extra, pleno y pletórico de ácidos buenísimos, a juzgar por los que saben.
De modo que, ahuyentando de mí toda tentación de regodearme con la deconstrucción del típico bocadillo de caballa en aceite, vine a pensar en la desgracia que supone bajar la temperatura de la tierra, o sea, su supuesta fiebre, a base de deglutir —comer es otra cosa— carne de canguro, que sustituiría en la medida de lo posible a la del ganado bovino, demasiado propenso a emitir ventosidades de gas metano... Lo del canguro versus ternera, como es de suponer, es una reciente ocurrencia de Greenpeace Australia, coleguis del último premio Nobel de la Paz Perpetua y grupo ecologeta que se mantiene en guerra constante con el último defensor de la fotosíntesis, el señor CO2.
Y por joer —sinónimo de joder— y en reacción propia del malherido en su orgullo de comedor con tino, bebedor con moderación —a mi edad casi nada— y fumador de cuando me dejan, grité para quién me oyera: ¡Me voy a comer un bocadillo de caballa en aceite!
No es inocua la receta, no señor. Ingredientes: Pan de trigo, filetes de caballa, aceite de oliva, aceitunas y tomate. Acompañamiento: vino blanco a punto de no serlo o un tinto medio joven. En cualquier caso, toda una delicia.
Y advertí cómo los Mil Hijos de San Al Gore me reprobaban que comiera pan de trigo, sustrayendo recursos a la producción de biodiésel, cómo me regodeaba en la degustación de caballa, sustrayendo recursos a la producción química de omega 3, destinado a la leche con sabor a sardinas, y cómo alcancé las estrellas con el más puro aceite de oliva virgen, las aceitunas... Tres reproches de los Mil Hijos a tres actos míos casi sacrílegos para ellos, supongo.
Rinnnggg. El despertador. Y vi a mi gata reclamando su atención y a mi tortuga en mis zapatillas. “Os quedan tres telediarios”, pensé sobre mis animalitos. “Justo lo que se tarda en que a un imbécil se le ocurra que sois comestibles beneficiosos para la causa, como los canguros”.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 18 de octubre de 2007
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