jueves, 12 de julio de 2018

Savater, filósofo de garrafa

Fernando Savater.

Primero fue “España me la suda”. No contento con ello, por si acaso no se le había entendido bien, acaba de rematar la ordinariez anterior con otra expresión no menos tosca: “La idea de España me la sopla”. Vamos, que le habían quedado tan sudorosas sus partes nobles que ahora ha reclamado un soplido que le oree la zona. Y hablando de soplidos, no sé yo si el veleta este de Savater, un ideólogo de garrafa que se mueve a bandazos según gira el viento, al que Mikel Buesa le ha disculpado esa característica mediante el piadoso acto de asegurarnos que es un hombre en evolución —evolución de 360 grados, a lo que parece—, se muestra tan recalcitrante en su menosprecio hacia España porque quizá cree que así atraerá a la parroquia antisistema y supone que la insolencia le queda de lo más modernito. Eso sin hablar de lo mucho que debe satisfacerle su acusada falta de respeto hacia los que sí valoramos la idea de España como algo digno de estima.


O bien es eso, actitud que supone toda una estampa filosófico-sarmentosa de cara a la galería, o bien el sujeto en cuestión participa de unos ideales ubicados en el cuarto campamento base, donde el clima y el discernimiento se hallan congelados como consecuencia de haber situado la posición a ocho mil metros de la realidad histórica de España. Incluso es posible que ese refugio ni siquiera se halle a ocho mil metros de altura, dándole una falsa perspectiva, sino a ocho siglos de profundidad. Lo que indica que: mucha filosofía y pocas nueces.

Estoy convencido de que a este pájaro no le vendría mal un cierto repaso de cuanto ha significado secularmente la idea de España para muchos españoles. Si acaso debería comenzar por leerse la biografía de uno de sus más gloriosos paisanos, Blas de Lezo. Mal comienzo, pues —y peor continuación—, la del teórico de una formación política (en evidente y angustiosa formación) que se supone proclama su constitucionalismo como uno de los atractivos que le acicalan el banderín de enganche.

Mal comienzo, digo, si es que pretende pasar por alguien respetuoso con la Constitución mientras se burla de las primeras palabras de su preámbulo: “La Nación española…”. Y si del título preliminar hablamos, el artículo 1 comienza así: “España se constituye en…”. Por lo tanto, será mejor que este impertinente deje de dar a entender que la Constitución solo le vale de la mitad p’alante o que únicamente le importan las hojas pares. Más que nada, porque en su condición de individuo al que la razón se le vuelve antojadiza con demasiada frecuencia, cualquiera sabe si dentro de algún tiempo no llegará a afirmar que en realidad lo que le gusta de la Constitución es de la mitad p’atrás o las páginas opuestas.

Y lo digo así, a pesar de que sus opiniones me la sudan y me la soplan, porque en menos de una legislatura ha pasado de desfilar por esa pasarela en la que le practicaba todo tipo de arrumacos a ZP —Comisión de RTVE incluida—, sonriéndole especialmente en lo que se refiere a la paz de los cobardes, a opinar justo lo contrario pero con guarnición de sudores y soplidos, lo que no es demasiado airoso, ciertamente, y mucho menos defendible por elevación irrespetuosa. 

Por cierto, al soplagaitas le ha quedado muy lindo eso de que “la patria es la infancia”. Lo entiendo perfectamente aun cuando no lo haya razonado y quede en una simple mención, al genuino estilo hueco del bobo solemne. Lo entiendo, sobre todo, si se considera que la infancia es la etapa de menor profundidad conceptual del ser humano. Pero claro, qué más da si la frivolidad procede de alguien que es reverenciado como un filósofo, aunque no pierda ocasión de envolver sus ideas más rotundas en papel de estraza. Al brillante ritmo que lleva, entre sudores y soplidos, supongo que algún día pretenderá convencernos de que la patria tiene menos valor que un cartucho de castañas. Incluso es posible que acabe por confesarnos que sustenta su filosofía en el mismo manual escatológico que un tal Rubianes, otro patriótica distinguido cuyos principios morales acaso se hallen igualmente en el cuarto campamento base, donde supongo que se citarán de vez en cuando para tomar café e intercambiar soplidos. 

Autor: Policronio
Publicado el 21 de septiembre de 2007

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios moderados.