Mi señora, que además de guapa es catalana, cuando a veces le insinúo si no sería mejor darles puerta a los nacionalistas vascos y catalanes y que se separaran de España para quedarnos tranquilos, suele contestarme con cierto énfasis que si acaso que se vayan ellos, pero en el sentido de que abandonen esas regiones y se busquen la vida en otra tierra distinta. Siempre sería mucha menos gente la que debería de abandonar su tierra, en el caso de que los nacionalistas fuesen puestos en fuga por las alcantarillas, que si no hacemos nada para impedir que se declaren independientes y acaben por expulsar a la mitad de la población y luego recluir a la mayor parte restante en un exilio interior.
Porque el nacionalismo real, según he comprobado en varias ocasiones, no supera el 16 % en Cataluña y en ningún caso llega al 25 % en las Vascongadas. El resto de los que ahora parecen nacionalistas, en realidad son clientes de la sopa boba, dispuestos siempre a secundar cualquiera ideología con poder que les garantice el plato de lentejas. ¡Leñe, y va mi señora, catalana ella, y me convence no sólo con su encantador énfasis, sino con unos argumentos que quedarían concretados en esta frase: El que no quiera vivir en España, simplemente que se vaya! ¡Menudo genio se gasta la buena mujer, Dios la bendiga!
Viene todo esto a propósito de una noticia que, mira por dónde, casualmente define a un partido que se las ha venido dando de nacionalista moderado y que ahora, en estos tiempo del “sálvese quien pueda” propiciados por el bobo solemne, nada menos que se ha permitido pedirle a la ministra de Fomento que “no vuelva a poner los pies en Cataluña”. La petición del portavoz de CiU me parece de un fascismo tan absoluto, tan de “ahora verás cómo me quito la máscara”, que encaja de lleno con ese presentimiento que algunos tenemos respecto a la fuga masiva y exilio interior de los pobres catalanes —o vascos— no nacionalistas que en el caso de una supuesta independencia quedasen bajo las garras de la coalición CiU-ERC, pedida a gritos desde hace unas semanas por Artur Mas.
La ministra Maleni, santo en absoluto de mi devoción —parece mentira que sea yo quien la defienda—, que además puede ser tildada de sectaria y torpe a rabiar sin el menor esfuerzo, no deja de representar a un teórico —sólo en apariencia— Gobierno de España que aún comprende las provincias catalanas. Pero si incluso la señora fuese una simple ciudadana particular —que conste que la condición de simple sí la cumple ya—, ¡quién es Felip Puig para pedirle a nadie, sea por favor o sin él, que no vuelva a poner los pies en Cataluña! Aquí se ve con bastante claridad que a este energúmeno le ha traicionado el subconsciente y en la frase fascista ha aflorado el sentido de propiedad que el nefasto Pujol les ha venido inculcando y que podría definirse mediante: Solo nosotros, los nacionalistas, somos los únicos catalanes y dueños absolutos de esta tierra. Y cuando dije aquello de que “catalán es todo el que vive y trabaja en Cataluña”, en realidad mentía como un bellaco y usaba la hipocresía necesaria porque siempre hay unos cuantos incautos que se creen estas cosas y entregan su voto.
Hay que pararles los pies a esta gentuza nacionalista y la única forma de hacerlo es en las urnas y antes de que sea demasiado tarde, eso en el caso de que uno sea un votante de a pie, porque si se trata de una empresa importante, lo más probable es que decida marcharse del “Oasis” a la primera oportunidad que se le presente, como acaban de hacer los de Mercedes Benz, al anunciar a sus trabajadores (420) que cierra la planta de Barcelona. No ayuda mucho al mantenimiento de la confianza de las multinacionales, interesadas en el respeto a las normas y leyes para saber a qué atenerse, precisamente el hecho de que el ayuntamiento de Berga (Barcelona) de súbito haya decidido retirar la foto del Rey, y lo haga mediante una iniciativa secundada por CiU, ERC y CUP, dos partidos independentistas confesos y el otro cada vez menos enmascarado. Y lo bueno del caso es que la foto del Jefe del Estado ha sido retirada mediante el subterfugio miserable de que “la Monarquía va en contra de los principios democráticos”, como si un simple ayuntamiento de fanáticos palurdos, al margen de que uno sienta simpatía o no hacía la institución monárquica, fuese la asamblea más adecuada para definir lo que es democracia o no lo es.
Pero claro, tratándose de unos tipos cismáticos de manifiesta insensibilidad hacia los valores de la libertad y la tolerancia, ¡qué otra cosa se les puede pedir a gente como los de CiU, ERC y CUP! Como apuntaba el clásico: “El interés jamás ha forjado uniones duraderas”. De donde se deduce que, si el pueblo español no lo remedia y comienza por retirarle la confianza a ZP, en el caso de que Cataluña o el País Vasco llegasen a alcanzar la independencia de la mano de semejantes totalitarios, no tengo ninguna duda de que los nacionalistas acabarían despedazándose entre ellos. Y es así, porque al no saber convivir en paz debido a la ideología que practican, las diferentes ramas del nacionalismo pueden concluir a dentelladas si carecen de un enemigo externo que justifique su existencia. Lo que significa que tal enemigo deberá ser encontrado, y marcado con el odio oportuno, dentro de su propio ámbito.
Autor: Policronio
Publicado el 6 de octubre de 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.