Camisa azul. |
En los primeros tiempos de Falange, como unidades tácticas de la Primera Línea, solo existían las escuadras, que se numeraban desde el 1 al final. Alguien dio a las milicias una organización semejante a la del Ejército: escuadra = 11 falangistas (pelotón); tres escuadras = una falange (sección); tres falanges = una centuria (compañía); tres centurias = una bandera (batallón). Nunca se pudieron formar dos banderas pues, aunque tras el 16-02-36 la afluencia de afiliados fue de varios miles —procedentes sobre todo de las juventudes de Acción Popular, el partido de Gil Robles—, el acoso por el Gobierno del Frente Popular hizo imposible encuadrarlos, aunque sí completar las centurias existentes, por lo que el 18-07-36 las unidades organizadas de la Primera Línea de Madrid seguían siendo las primitivas cinco centurias de veteranos.
Salvo excepciones, la escuadra fue siempre la unidad básica operativa entre los falangistas. Tal vez por comodidad, se conservó la costumbre de decir, por ejemplo: “Soy de la 24”, y no “Soy de la 1ª escuadra, 1ª Falange, 4ª centuria”, que era muy largo. Los falangistas de Madrid tenían admiración por sus camaradas de León y Castilla la Vieja, y en sus conversaciones, al reconocer la escasez de sus fuerzas ante las rojas, el comentario final no dejaba de mostrar esperanza: “Los de Valladolid y Burgos bajaran a salvarnos”, como así sucedió.
He escrito “la escasez de sus fuerzas ante las rojas”. Ésa era la realidad: El 15 de febrero de 1936, la Primera Línea de Madrid estaba compuesta por cuatro centurias, con plantilla de 108 hombres cada una (un jefe, un subjefe, un enlace y tres falanges a 35 individuos). Cubiertas al 80% de sus efectivos, suponían unos 320 hombres, muchos de los cuales eran casi niños, en una ciudad de un millón de habitantes. ¡Con razón Ossorio y Gallardo los calificó como “Cuatro Gatos”! Pero, ¡qué ruido hicieron! A costa de sus vidas.
El 16 de febrero de 1936, con motivo de las elecciones a diputados, actuó por primera vez la Quinta Centuria, bajo el mando de Manteola (creo que se llamaba Fernando, pero no estoy seguro). José Luis Jerez Riesco cita en El Madrid de la Falange que Manteola era jefe de escuadra, y no fue así, puesto que el 19 de dicho mes, en la primera concentración para el golpe de estado, Manteola era ya el jefe de la citada centuria.
He escrito: “A costa de sus vidas”. Y me refiero a las propias vidas, no la de los marxistas. Esto no significa que quiera presentar a Falange como “casi santa o sufrida plañidera”. En muchos de mis escritos he repetido:
En aquella guerra, los nacionales no actuaron como unos santos, pero fueron los menos malos y a mucha distancia de los rojos.
Lo reitero. Y otra frase que conviene recordar: Si los rojos cometieron tantos asesinatos, fue siguiendo las consignas de sus jefes, pues…
Toda colectividad es fiel reflejo de quien la dirige.
Y la mayor evidencia de que fue así, es que aquellos mismos rojos, cuando por las razones que fueran se alistaron o fueron alistados en el Ejército Nacional, olvidaron su vesania y se comportaron como sabe hacerlo el pueblo español: ¡Oh, Dios! ¡Que buen vasallo, si hobiera buen señor!
Autor: Rogelio Latorre Silva
Publicado el 1 de septiembre de 2007
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