miércoles, 11 de julio de 2018

Es preciso resistir hasta el 2012 (II)

España y libertad.

El español de derechas —y bastantes de izquierdas— se parece a un borrico de trotecillo lento. Tiene que ser muy apaleado para que se resista a que lo muelan. Eso sí, cuando al fin se decide, su respuesta suele ser en forma de coces y algún mordisco convulsivo. Vimos que la derecha se comportó así durante la aciaga y sangrienta II República, en la que mantuvo una desesperante apatía inicial a la que al fin le siguió no poca ira frenética. Una ira terrible que igualó, como no podía ser de otro modo, a la del bando provocador. Luego vino el franquismo, régimen que al parecer de algunos no dejó de dar palos durante cuarenta años, pero se ve que lo hizo con cierta blandura, o quizá alternando la somanta con alguna caricia en el lomo, porque el borrico mantuvo el trotecillo y dejó que quien usaba la vara muriese en la cama. Ya más en nuestro tiempo, a lo largo de todo el período felipista, el español no llegó a reaccionar hasta pasados trece años y medio de delitos continuados, crímenes de Estado y corrupción generaliza. Y aún así, Mister X perdió por los pelos al haber conservado cierta idea de España, sentimiento que, diríase, el borrico siempre ha valorado mucho.


Luego es evidente que el ciudadano de “Estepaís” no se rebela hasta que le asalta el hastío más profundo hacia sus gobernantes, una sensación que probablemente aún no posea como consecuencia de la abundante tramoya que el gobierno zapaterino —no debo escribir español o socialista, no se lo merece— distribuye a todo pasto y a los vientos que le interesan, es decir, al "viento" bajo cuya sombra se acogen los nacionalistas que deben apoyarle en el Congreso y siempre, sin excepción alguna, al viento que les orea la cara a los subvencionados de su misma secta ideológica. Y el borrico, muy especialmente el borrico de izquierdas, traga la subvención o tramoya pastueña que el usufructuario transitorio del cortijo usa con descaro a su favor, como si fuese de su propiedad, y en contra del PP, del que ha hecho creer que es un partido de su mismo estilo —y del mismo régimen político— y encima sólo se ocupa de los curas o de los ricos. Simplificación insostenible que muchos borricos no rechazan y que algunos usan para atacar a la derecha, como si la derecha liberal, más agnóstica que creyente, no hubiese alcanzado el grado de emancipación necesario de los obispos y la patronal.  

¿Qué se puede hacer ante una situación en la que los separatistas son tan decisivos y lo probable es que ZP vuelva a gobernar con ellos? En primer lugar no perder la dignidad democrática y mucho menos la fortaleza de la idea de España, es esencial. Rajoy está obligado a ir a por todas en las ya cercanas generales, como si jugase a ganarlas por mayoría absoluta. Para ello debe mostrarse firme en la denuncia de todo lo que ahora nos perjudica como nación y como ciudadanos y además debe dejarnos claro a los españoles que el PP evitará cualquier pacto que suponga nuevo alimento a la bestia nacionalista. Los de Rajoy no son buenos, ni lo han sido nunca, a la hora de escoger a sus directores de campaña o sus portavoces ante los medios informativos, pero es tal la diferencia de honestidad con los de enfrente, no hay más que ver los modos que se gastan Pepiño o Llamazares, que no me extrañaría nada que cualquiera de los dos partidos mayoritarios ganase por la mínima a pesar del desequilibrio mediático.

Los populares, si saben lo que les conviene, deberán airear cuanta bajeza ha cometido este gobierno de ahora, pero igualmente es preciso denunciar a fondo los propósitos dañinos del PNV y CiU —ya no hablo de ERC o BNG—, lo contrario sería caer en la condescendencia absurda hacia unos socios potenciales que se alían entre ellos y se distancian cada vez más de la España democrática. Porque si el PP hiciera algo así, es decir, si a fin de contar con posibles socios se dedicara a mimar a algunos componentes de la “Galeusca”, tal hecho acabaría por pasarle factura en Galicia, País Vasco y Cataluña, donde el número de diputados en liza es muy estimable. Hay que lograr mayoría absoluta sí o sí, por una razón muy simple: los nacionalistas gallegos, catalanes y vascos se juegan la independencia, pero el resto de los españoles nos jugamos nada menos que España. Y a mi modo de ver no existe una apuesta más alta, incluida la pérdida de la libertad —que es un bien recuperable—, por la que valga la pena comprometerse. A sabiendas de que, precisamente, España y libertad deben ser en todo momento sinónimos de igualdad ante la ley.

Autor: Policronio
Publicado el 17 de septiembre de 2007

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