miércoles, 18 de julio de 2018

En el PP hace falta un estadista

Mariano Rajoy

Estoy convencido de que Rajoy ganará las elecciones (1), lo que no tengo claro en absoluto es que esté en condiciones de formar gobierno. Es más, si llegase a formarlo, tampoco deduzco que algo así representaría la recuperación de una dignidad nacional tan vapuleada como la que ahora tenemos. Para apaños y enjuagues con los nacionalistas, amos de la llave del gobierno si se diese un resultado muy similar entre los dos grandes partidos, no es preciso determinadas alforjas, sería como engordar para morir. Y eso Rajoy debe comenzar a decirlo ¡ya!

Ante tal tesitura de posibles resultados electorales inciertos, en el Partido Popular hay dos posturas claras, la de Juan Costa —supongo que así se lo ha oído a su jefe—, que no descarta la opción de intentar pactar con CiU y con algún otro grupo como podría ser Coalición Canaria, y luego está la opinión de Vidal-Quadras, que se muestra totalmente en contra de esos pactos y asegura que “los nacionalistas no son recuperables”. Tengo la sensación de que Rajoy está mucho más cerca de la primera postura, la del pacto con los convergentes, y lo creo así porque Juan Costa ha sido escogido recientemente, en calidad de Coordinador del Programa Electoral, por el propio Rajoy, con el que a buen seguro despachará a menudo.

Sobre este tema, en el ABC de hoy aparece una columna de Álvaro Delgado-Gal, un periodista al que apenas he seguido hasta ahora y al que, a causa de su brillante perspicacia, habrá que leerle más en el futuro. Bien, pues en ese artículo Delgado-Gal da con una de las claves del asunto, especialmente cuando afirma que “Rajoy se concibe a sí mismo como fiduciario de una tarea concreta: devolver al PP a la Moncloa”. Y es ahí donde está, precisamente, la madre del cordero: Rajoy no debe recuperar el poder para los populares, lo que debe hacer Rajoy es recuperar España para los españoles. Una España secuestrada por los nacionalistas y su vil cooperador necesario, el menesteroso Zeta.

Ahora bien, por si hubiese alguna duda en el tira y afloja entre las corrientes internas del PP, la cúpula de Convergencia se ha encargado estos días no sólo de recordarnos que el documento notarial firmado por Artur Mas sigue en vigor —un documento mediante el que Mas adquiría el compromiso de no pactar con los populares—, sino que más recientemente esos mismo dirigentes del partido de Pujol han declarado que sólo para empezar a hablar con Rajoy, y luego ya veremos, se retire del TC el recurso sobre el nuevo Estatuto catalán. Pero si todo ello fuese insuficiente, el diario propenso al “fuego amigo” saca hoy una página donde se destaca la profesión de fe independentista de los altos cargos convergentes. Visto, pues, el panorama de una Convergencia echada al monte, ¿qué se le puede ofrecer a una gente así para pactar? La respuesta, lúcida a más no poder, la dio hace ya algún tiempo el propio Vidal-Quadras: España, sólo se les puede entregar España, es lo único que les falta. Lo demás lo tienen todo.

Hoy he ojeado unas declaraciones de Rajoy, relativas a su discurso de ayer en Valencia, y he entresacado algún párrafo interesante, por ejemplo este: “Un consenso de todos y para todos. Que beneficie al conjunto de la sociedad española, que fije un destino común que nos permita hablar de España sin bajar la voz ni la mirada”. El interés de ese párrafo lo aporta, además del uso de la palabra consenso, su llamada reiterada en otros puntos del discurso al votante de la izquierda. Una llamada, que bien interpretada vendría a ser el inicio de una propuesta a la gran coalición PP-PSOE, que es lo que viene demandando Vidal-Quadras, siempre que se diera el caso, naturalmente, de que este último partido mandase a hacer puñetas al creador de tanto estropicio como el que ahora padecemos. O sea, ¡ZP a la puta calle!

La moraleja de todo este asunto es la siguiente: Parece que Rajoy está más interesado en que el PP llegue a gobernar —no importa cómo—, lo que sería una forma de alejar de sí el complejo de perdedor que arrastra desde las elecciones del 2004, que en ir a por todas, declarar abiertamente su incompatibilidad con los nacionalistas y, si se diese el caso, mantenerse con dignidad en la oposición o dejar paso a otro líder de la derecha. De ahí mi creencia de que Rajoy es un dirigente mediocre, aunque de buena cabeza para las cuestiones administrativas, que incluso podría llegar a ser un buen presidente. Lo que no será nunca Rajoy es un estadista, le falta decisión para seleccionar los grandes objetivos y escasea su capacidad para profundizar en determinados análisis, que son precisamente los que fijan esos objetivos. Claro que para eso ya tiene el PP a Vidal-Quadras y Mayor Oreja, dos lúcidos estadistas, especialmente el primero de ellos, que casualmente se hallan apartados en el Parlamento Europeo. ¡Lástima! ¿Habrá comenzado Rajoy, con su discurso de ayer, cierta aproximación a los estadistas de su partido?  

(1) Acabó por ganar en 2012 por amplia mayoría y luego gobernó dos años más. ¿De qué ha servido? ¡Absolutamente de nada! Rajoy ha dormitado durante seis años y ha dejado España en los huesos, eso sí, con algún apaño en lo económico.

Autor: Policronio
Publicado el 28 de octubre de 2007


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