domingo, 22 de julio de 2018

El tirano frente al indolente

El título del artículo lo dice todo de este par de dos.

Algunos diputados marroquíes, que de algún modo hay que llamar a esos dóciles políticos elegidos tras pasar todo tipo de filtros reales para poder presentarse a las elecciones, han pedido el boicot a los productos españoles como consecuencia de la visita del rey de España a, ¡pásmense!, tierras españolas. Esos diputados sin duda han obrado así, ignorando expresamente que pudiera darse la reciprocidad en el boicot, con el correspondiente permiso del tirano “Mohamé”, al que nada ha de faltarle con o sin importaciones españolas porque nada se mueve en Marruecos sin que él lo apruebe.


Es decir, sin que lo apruebe el tipo de la sobrechilaba translúcida (Almucia), elaborada en seda de la más fina, ribeteada en oro y poco menos que de usar y tirar, al que hay que besarle el codo o la mano como prueba de pleitesía. Sí, el tirano  debe aprobarlo todo, cuando de asuntos de alguna gravedad se trata, como en el presente caso, o debe de aceptarlo cualquiera de sus muchos esbirros que entienden sobre cuestiones de menor índole. Unos esbirros incondicionales con la enraizada tiranía marroquí, porque casi todos ellos proceden de los harenes que la familia Alauita lleva siglos haciéndolos parir al límite.

Desde que en 1677 Muley Ismail, un sedicente jerife de medio pelo y de algún arrojo, decidió expandir sus escasos dominios en Tafilete y convertirse en califa de todo el territorio que pudiese arramblar, la gran misión de su dinastía ha consistido no en facilitarle el bienestar a sus súbditos, sino en hacer parir a las hembras de sus múltiples harenes con el propósito de que nunca falten brazos para la guardia pretoriana del califato ni para las muchas fuentes financieras fruto de la corrupción generalizada en la que siempre ha vivido lo que hoy conocemos como Marruecos, un país vecino de triste designio que se halla tan cerca de la civilización, apenas una alambrada, y al mismo tiempo tan lejos. 

Digámoslo claro, en el sultanato de al-Maghrib (el Occidente) o se ha nacido en uno de esos harenes alauitas, en cuyo caso se tiene la vida más que resuelta nada más ver la luz, o se es un paria sentenciado a la miseria y a conocer el mundo del siglo XXI desde unas tierras que se encuentran en el XVII y a través de la señal de ciertas televisiones europeas. Un paria al que su máximo nivel de atrevimiento o iniciativa personal puede llegar a destinarte, como mucho, a una patera que ponga proa al continente europeo, donde malviva su melancolía durante unos años, casi siempre en un gueto. Varios millones de marroquíes, con o sin papeles, residentes en Europa, dan fe de ello.

No existe prácticamente la clase media en Marruecos y mucho menos abundan los grandes sectores profesionales que deberían corresponderse con una población mayor que la de Holanda y Bélgica juntas. Todo es alta cuna, pongamos un 2% de la población, que asombrosamente dispone del 90% de la riqueza. Esa élite alauita se complementa con abundante mano de obra no especializada cuyos componentes inundan los campos y ejercen la labor de jornaleros en unas tierras pertenecientes, asimismo, a las grandes familias terratenientes, todos ellos emparentadas con el monarca.

Lo más llamativo de la decisión de “Mohamé” para declararle el boicot a los productos españoles —ahora estoy pensando en esos miles de pobres rifeños que pasan a diario las fronteras de Ceuta y Melilla y regresan cargados como mulas a su tierra, donde revenden lo adquirido en nuestro suelo para lograr algún sustento—, es que la ha tomado a conciencia. Sí, a conciencia. A conciencia de que al otro lado de la frontera, en una antigua nación que años atrás se había conocido como España, existe hoy un grupo de desaprensivos en el poder al que le importan tres higas cuantas amenazas, desprecios y violaciones a nuestra dignidad nacional y a nuestra libertad se produzcan. Ya sea dentro de la propia Expaña, a cargo de los nazis rompepatrias, ya sea en sus confines más próximos, como Marruecos y Argelia, donde recientemente también se nos humilló a conciencia en el asunto del gas. Da igual que se asalten los intereses de nuestras empresas en Argentina, Bolivia, Venezuela o Cuba, contenciosos en los que no se ha movido ni un dedo para impedirlo, o que se juzgue a una tripulación de pilotos españoles en el Chad. Incluso en el África profunda se nos llegó a pedir un lote de motos de agua para comenzar a hablar de limitar los cayucos. Nada hay, para estos irresponsables que ahora mandan, que justifique una iniciativa acorde con la gravedad de la ofensa recibida en cualquiera de esos lugares que se citan, a los que encima solemos destinar muchos millones de euros en ayuda desinteresada. Nada hay.

Pero que conste que este mismo valiente que ahora se oculta de un posible cara a cara con “Mohamé”, no dudó en ir a lamerle la mano cuando Aznar puso en su sitio al tirano y a raíz de la crisis que desembocó en la toma del islote de Perejil. No, no está dando la cara en absoluto quien debe poseer algún pundonor de acuerdo con su alto cargo, ha preferido decirle a su ministra más incompetente, esa que declara de sí misma que no piensa huir como los cobardes, que exprese una opinión al respecto. Y claro, la “valerosa” ministra nos ha soltado una frase de lo más acorde a la actitud pusilánime de este gobierno de espantadizos: “Es lógico que Marruecos se plantee determinadas cuestiones sobre la visita de los Reyes”. ¿Lógico para quién? Y es que ya lo dijo el clásico: “La cobardía tiene sobre el valor una gran ventaja, la de encontrar siempre una excusa que la justifique”

Pues bien, con excusas o sin ellas, que se sepa que en las relaciones comerciales Marruecos tiene poco que ganar auspiciando un boicot a nuestros productos. Debe conocerse que, de entrada, la balanza comercial entre ambos países (muy equilibrada) responde a unos contingentes tasados por la Unión Europea. Y si Marruecos, alegando eventualmente el bajo consumo, prohíbe la entrada de determinados productos españoles en su territorio, no debería olvidar que a instancias del Gobierno español se le podría aplicar la reciprocidad en toda la Europa Comunitaria. Claro que una cosa así debería hacerse a instancias del Gobierno español, y lo que aquí tenemos ahora ni es un gobierno que se vista por los pies ni es español por mucha propaganda que oigamos a todas horas acerca del “Gobierno de España”. Y eso el moro lo sabe, ¡vaya si lo sabe!

Autor: Policronio
Publicado el 3 de noviembre de 2007

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