miércoles, 11 de julio de 2018

De la virilidad

La autoestima cercenada.

Hoy me voy a permitir, y me importa una higa lo que los sacerdotes progres y sus modelos matemático-sociales digan al respecto, disertar, comentar o simplemente soplapollear sobre un asunto más bien a la baja, escondido, tabú y “malprensado”: la virilidad y la condición de macho. Dicho sea de paso, y no por vaguería sino por principios, voy a prescindir al respecto de cualquier definición académica. Tonterías, las justas.


De momento, el hombre viril acepta sin fisuras la superioridad de la hembra, para la procura del sustento y educación temprana de la prole. El hombre viril no tiene tetas ni paciencia. Jamás se le ocurrirá tocarle el pelo a una hembra, sino es como preludio de la esperanza de lo que llega únicamente cuando a la hembra no le duele la cabeza o no está pendiente de la nota de matemáticas de la niña. Contra la violencia de género, virilidad.

El hombre viril no es cariñoso, es acogedor, que no es lo mismo. Es inteligente, a su manera, susceptible de ser seducido, jamás seductor y consciente de que con leyes urbanísticas jamás se hubiera acometido la conquista y repoblación del Oeste americano. 

El macho fuma, come casi siempre en exceso y bebe lo justo para no hacer el ridículo en los escasos momentos en que se le permite una alegría.

El macho siempre conduce su coche en medio de una intemerata de insultos inofensivos, los menos, algunos criminosos, los más y nunca permite que una hembra, y menos la suya, le toquetee los mandos, salvo causa de fuerza mayor. Es macho pero no es tonto.

Al macho humano le gustan las mujeres y el fútbol, principalmente y por ese orden. Es por ello, que no le gusta el fútbol de chicas, como no le gustan las judías con gambas. Las judías, con chorizo y las gambas a la plancha.

Al macho humano le horrorizan los consejos, cuya función bien puede sustituirse por un azote a tiempo. Ejemplo: No le valen las advertencias de no dejar las aspirinas al alcance de los niños. Simplemente, si ve que su hijo se atreve a rebuscar en la caja de medicamentos, le da un azote en el culo. No volverá a rebuscar donde no debe.

Y por supuesto, siempre cede el paso a las señoras, no es por nada en especial, sino por verles el culo, maravilla del mundo donde las haya. Extraordinaria mezcla de agua, aminoácidos y sales minerales, en disposición de acelerar el ritmo cardíaco y el reparto de adrenalina en cualquier varón que se precie de su condición.

Cualquier otro día, hablaremos de Moratinos, “El Politeísta”. 

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 16 de septiembre de 2007

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