lunes, 16 de julio de 2018

De la Libertad y nuestras limitaciones deportivas

Curiosamente, a partir del artículo de Carlos J., la Selección Nacional española logro ganar dos campeonatos de Europa y un Mundial. 

Como siempre ha sido y me temo que, al paso que vamos, siempre será, el españolito medio necesita pocas excusas para sentirse frustrado, amargado y, de paso, en disposición de amargarle la vida a los demás. Y digo esto a propósito de la posición que ocupa la Selección española absoluta de fútbol en el concierto internacional. Nos pongamos como nos pongamos, ocupa el lugar que le corresponde por el potencial futbolístico de los nacidos y nacionalizados que se dedican a su práctica profesional.


España no puede pretender dominar todos los deportes colectivos a la vez, y además diez o doce individuales, ni por población, ni por potencial económico y atlético. Esto es así y a las pruebas me remito. Demos un repaso a la situación.

En unión de los mejores futbolistas  de todos los tiempos, nuestros chicos se han paseado, se pasean y se pasearán por todos los campos del mundo. Véase el palmarés de nuestros clubes más punteros y luego me lo cuentan. Por otra parte, nuestras selecciones de fútbol de las categorías inferiores son la envidia europea y mundial. Sin embargo...

El problema se plantea con la selección absoluta de fútbol. Y no creo que sea  una cuestión de falta de compromiso, sino más bien la consecuencia de nuestro nivel de población y de las legítimas decisiones que adoptan los chicos a la hora de elegir el deporte al que pretenden dedicarse profesionalmente. Es una secuela lógica e inherente a vivir en Libertad. Y aquí está la madre del cordero: No contamos con el número suficiente de deportistas con características atléticas, antropométricas y de calidad, habilidad, técnica y talento suficientes para cubrir el cupo, por ejemplo, de todos los deportes colectivos, entre ellos el fútbol.

Por supuesto que no nos faltan artistas, la escuela del Barcelona se antoja inagotable. Ni delanteros goleadores. Ni defensas duros y con planta. Pero nos falta el jugador que da equilibrio al conjunto. El atleta capaz de desbaratar el juego del contrario y a la vez dar el primer pase en el centro del campo. El atleta capaz de correr doce kilómetros en cada partido y ser siempre el apoyo seguro del que está en apuros. El atleta capaz de crear superioridad en los puntos calientes del campo. Y además dotado de técnica, habilidad y talento suficientes para no hacer el ridículo. 

Y no se dedican al fútbol porque se dedican a otros deportes con un éxito inigualable. Estamos hablando de atletas como Carlos Jiménez y David Davis, por poner dos ejemplos deslumbrantes, jugadores de nuestras selecciones nacionales absolutas de baloncesto y balonmano, respectivamente. Nuestro último futbolista parecido a los citados fue Luis Enrique y desde su marcha ya no ha aparecido ninguno más.

Pero ello no debe frustrarnos. Afortunadamente y de momento, vivimos en una nación de hombres libres. Que se forjan su propio proyecto de vida. Que adoptan las decisiones que estiman convenientes en orden a la consecución de ciertos objetivos, propios e individuales. Si ahora toca disfrutar de otras cosas, se disfruta, a la espera de poder contar con un Deco o un Turé Yaya entre nuestros jugadores profesionales. Con la confianza de saber que cuando aparezca será un chico que libremente eligió en su momento jugar al fútbol profesional.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 15 de octubre de 2007

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