Dos de las obras de Lázaro Somoza Silva, tío del autor de la colección de artículos sobre "Memoria Histórica", Rogelio Latorre. |
Como muestra del ambiente en algunas familias de la zona roja, escribo esta Contribución. En otros relatos he manifestado que en la familia de mi madre eran republicanos de siglos: íntegros, honrados y españoles. La de mi padre, leales monárquicos, pero no fanáticos. Ya he hablado de mi madre, Germana Silva Garrigós El nomadismo de Falange) y de mi tía Eloisa Latorre Uribe (Peces-Barba, padre). Continúo con otros, encabezando la relación mi primo Lázaro, por ser el único que alcanzó alguna notoriedad pública.
Lázaro Somoza Silva
Primo carnal mío, hijo de una hermana de mi madre, siguió las ideas políticas de la familia Silva, con más razón al ser abuelo suyo, rama paterna, Lázaro Somoza Alonso, que había sido el representante de Zamora en la Junta Provisional del Estado en Castilla la Vieja, constituida por republicanos de las diecisiete provincias de Castilla, ideas que transmitió a sus descendientes.
Lázaro era periodista, redactor de “La Libertad”, de Madrid. Pertenecía al Partido Radical (el de Lerroux), que abandonó cuando lo del estraperlo, para integrarse en el Partido Radical Republicano, de Martínez Barrios. Nunca perteneció a Izquierda Republicana, el partido de Azaña, aunque figura como tal en la relación de miembros históricos del mismo. Era el más moderado de la familia materna. En “Tres días de julio”, de Julio Romero, figura su protesta cuando, encontrándose en la redacción de “La Libertad”, se entera que van a dar armas a los sindicatos: “Armarlos, sería la revolución”. No se equivocó. Mi tío, Salvador Silva Garrigós y mi primo, Cesáreo Silva Bautista, sí que eran de Izquierda Republicana, aunque no figuran en dicha relación. Cuando empezó la guerra, Lázaro, que además de periodista, escribía novelas y ensayos, con cierto éxito, era Teniente de Alcalde de Chamartín de la Rosa (entonces municipio) y diputado provincial de Madrid.
Como contraste a los actuales políticos, expongo lo siguiente: Lázaro vivía en la calle de Bravo Murillo, en un piso interior de una modesta casa situada inmediata a la boca del metro de Tetuán, en unión de su esposa Felisa, excelente persona, milagrosa administradora, muy querida y admirada por nuestra familia. El mayor de sus hijos, género femenino, Felisita, tenía mi edad. La base de su mobiliario era de circunstancias: muebles de desecho, regalados por familiares y amigos. Otros, “fabricados” por tablas de cajones adaptadas para cada caso. Vivían con mucha estrechez, sin perjuicio de que él saliera a la calle vestido con un magnífico terno y una leontina de oro (cadena de reloj corta, con dije) que cruzaba su chaleco. Me recordaba al veterano de Flandes, el que fue segundo amo del Lazarillo de Tormes. ¿Sabe alguien de algún político actual, por ínfimo que sea su cargo y por mucha que sea su ignorancia, que viva en las condiciones que vivía mi primo Lázaro?
No se cuales fueron sus estudios, pero era un hombre extraordinariamente culto y ameno. De tal calidad que, sin provocarlo, era el centro de atención allí donde se encontrase. Nunca se hubiera referido a Héctor como héroe bíblico, igual que hizo el presidente González. Sus primos, los Latorre, (su edad era superior en más de veinticinco años a la del mayor de nosotros) le admirábamos sobremanera y siempre deseábamos que fuera por casa, que lo hacía muy a menudo pues, entonces, las familias estaban más unidas que ahora.
Aunque políticamente era el más moderado de mi familia materna, durante la guerra ocupó cargos con los rojos. Sin perjuicio de que, allá por octubre de 1936, al exponerle mi madre su temor por mi hermano Rafael y por mí, asegurara que él tenía por sí mismo igual miedo, dado el caos en que se había convertido la zona llamada “gubernamental”.
Al terminar la guerra, su situación económica no había variado. Más tarde, recibí información de que, en México, donde se había exiliado, fue más que desahogada. De opulencia, en relación con el yate “Vita”, según mis informantes. Si es cierto, tal vez se debió al contagió de Indalecio Prieto, del que fue activo colaborador en el exilio. A pesar de que ha falleció hace unos sesenta años, si se le busca en Internet todavía aparece. Y también su abuelo, Lázaro Somoza Alonso, éste fallecido hace más de 100 años.
Autor: Rogelio Latorre Silva
Publicado el 29 de noviembre de 2007
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