Don Cástor Beiro, en un comentario a mi escrito “La revolución social (II)”, escribe lo siguiente (copio literal):
Pero que la Falange se creyese luchadora anticapitalista es algo que o muy ingenuamente o muy tontamente, pudieron creerse algunos de sus miembros.
Creo que el señor Beiro no ha tenido el propósito de insultarnos a los antiguos falangistas al calificarnos de tontos o, en el mejor de los casos, de ingenuos. Por ello, intento aclarar su duda:
Para juzgar la conducta de una persona, sometida a circunstancias excepcionales, es preciso que el enjuiciador haya pasado, o posea referencias directas, por otras situaciones similares. En mis “Memorias” de Falange Española, nótese que solo hablo de la Primera Línea de Madrid, luego es posible que usted tenga un concepto de Falange referido a otras situaciones o territorios. Al acabar la guerra, escasos fueron los que ocuparon, ni siquiera pretendieron, un puesto en la política española. Y que se arriesgaron, no hay duda. He hablado de mi escuadra. La 24: una cualquiera. Sus bajas, todas documentadas, con nombres, fechas y lugares, figuran en anteriores relatos: los rojos asesinaron a nueve escuadristas de ella, además del jefe de la falange, Jacobo Galán, un valeroso gallego de 22 años (he sacada la impresión de que usted es gallego).
¿Cree usted que éramos tan tontos como para arriesgamos a un peligro tan cierto, sin motivo justificado? En Falange había personas de todas las clases sociales, principalmente obreros y estudiantes. Acabada la guerra, los obreros siguieron en sus oficios y, casi todos, a iniciativa propia, completaron su formación en las Escuelas Profesionales y en las Universidades Laborales creadas por el franquismo, como pudo hacerlo todo obrero interesado, fuera o no falangista. Los estudiantes, terminamos nuestras carreras, algunos con más de un título superior. Y no hicimos mal papel en la vida. Pero ninguno nos enganchamos [el autor se refiere igualmente a lo que denomina Primera Línea de Madrid] a la mamandurria de la política. Hubiéramos hecho el ridículo: teníamos nuestra idea de lo que es la dignidad.
España estaba en peligro, mucho peor que ahora, y acudimos a la llamada de José Antonio. Cierto es, que ninguno de los políticos actuales tiene su carisma. Si clamasen, serían las voces que lo hacen en el desierto. Me temo que en el ánimo de los actuales españoles está muy patente el enriquecimiento súbito de gran parte de los políticos (no generalizo). Era preciso, y suficiente, acabar con la lucha de clases y la meta consistía en crear una gran clase media, lo que en muy buena medida logró el franquismo. Esa era la única política que entendíamos. Ítem más: Pocos eran los que el 18 de julio habían oído hablar de Franco. Y por último: A los pueblos los mueven los poetas. Sin la poesía de la doctrina de José Antonio, el Alzamiento Nacional no hubiera triunfado. Como Falange, por supuesto que tampoco lo hubiera hecho sin el pueblo español y el Ejército.
Estoy intrigado ante la causa y su efecto: escribe V. que, al hacer su comentario, lo que realmente pretendía era enlazar con el señor Caló. Mi duda, tal vez usted tenga razón al juzgarnos tontos, es: ¿Qué relación tiene un escrito mío con el señor Caló?
Atentamente, Rogelio Latorre Silva
Publicado el 2 de noviembre de 2007
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