jueves, 7 de junio de 2018

Sobre eso de la paridad

Mejor que la paridad sin duda alguna es la igualdad de oportunidades prescindiendo del género, de modo que llegue a lo más alto quien más valga o mejor preparación posea mediante el uso del intelecto o el tesón, o ambos.

Esta tarde he asistido a una audición de violín de los alumnos del Conservatorio de Ciudad-Real, donde, por cierto, he coincidido con un Peón Negro, padre de violinista niña, como el que suscribe.



Nos dan un programa del concierto. Para nada redactado por el Innombrable, a la sazón “Yerno de la Estanquera”, “Cogido por los Vagones”, “Príncipe de la Paz” y otros títulos que le adornan, entre los que podría recordarse el de: “Estoy cansado, muy cansado”. 

A causa de la sonada antes de tiempo del despertador siestero, con un buen remanente de modorra en mi cuerpo, a duras penas me dispongo a leer el programa y me encuentro que hay más, muchas más, chicas violinistas que chicos violinistas. O dicho en lenguaje actual: según el programa, hay más ciudadanas castellano-manchegas violinistas que ciudadanos castellano-manchegos que les da por tocar el violín. 

Y además, entre los ciudadanos castellano-manchegos que tocan el violín, hay un chico magnífico con graves problemas de crecimiento, inválido para nosotros, discapacitado físico o minusválido físico para la cursilería ambiente. Eso sí, toca el violín como no está en los escritos.

De modo que mientras nuestros vástagos y vástagas —no hago caso del corrector—, más vástagas que vástagos, afinan el instrumento prohibido y prohibitivo para nuestros vecinos talibanes del Norte, Sur, Este y Oeste, me da por pensar en esa Ley de Igualdad, parida en los aledaños del cociente intelectual “Cero Zapatero”: “Moncloa, próxima estación, ‘Miseria’. No olviden recoger sus cosas personales. La Empresa no se hace responsable de sus olvidos. No podemos recoger por ti”.

Y me pregunto yo solito en medio de ensoñaciones a propósito de cómo se conservan o se ajamonan las madres de los coalumnos-coalumnas que hay que ver lo que hace la biología con apoyo de la microcirugía estética para mejor apreciar la morfología sin el desprecio inestimable de la fisiología que nos pone a todos en nuestro sitio sin contar los caretos que lucimos a esas horas intempestivas de la madre que nos parió —leer sin comas—: ¿Qué habría sido de la audición de haberse aplicado la Ley de Paridad, Igualdad y Mediocridad al modo de Cándido? 

No se hubiera celebrado en los términos previstos. O hacemos desaparecer a seis chicas o las cambiamos de sexo en el Registro Civil, ahora que se puede dar gato por liebre sin necesidad alguna de que nadie enseñe “las bolas” o su contrario. 

Terminada la audición, me fui al despacho embargado por la melancolía. Las chicas de Garachico lo tienen crudo, como las violinistas. Y el violinista con problemas de crecimiento, más todavía. Es tan sublime que no entra en las cuotas. Ni falta que le hace, por cierto.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 18 de mayo de 2007


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