viernes, 1 de junio de 2018

Presidente poeta, entre la amargura y la pobreza

Antonio Gamoneda.

Para don Francisco de Quevedo, de huesos recientemente bienhallados, la verdad se tornaba tan amarga que al punto debía echarla de la boca. Se refería, el maestro del Siglo de Oro, a la pobreza en términos satíricos en una de sus letrillas más famosas. Porque si la prostitución es el oficio más viejo del mundo, la pobreza no la inventaron los Estados Unidos, como a más de un antiglobalización se le ha atravesado. Tampoco nacieron ayer los políticos ilustrados, y pese al ensayo realizado por Rodríguez en las páginas de El Mundo, desde Iberia ya mandábamos emperadores a Roma, cuando el Estado de las Autonomías no se había ni incluido en el proceso.


Y el gobernante tenía que ser casto, según Platón, y demostrar talla intelectual y humana, dándose a la habilidad en distintas artes. Pero cuando los abogados sin oficio emulan a los clásicos sesudos, la comedia roza el patetismo, cuando no el castillo de naipes. Igualito que el Barça gana ligas en años de victoria socialista, el premio Cervantes se alinea al discurso y las palmas pican al unísono desde el Círculo de Bellas Artes hasta el Ministerio de Cultura. Seguro que no hay coincidencias en política, pese a lo maricón del destino según Sabina, pero tocar de laurel al escritor de cabecera del Presidente, paisano de chatos y amigo personal, es tan probable, en ausencia de radiación, como que mañana se alineen en un pentágono perfecto los cuerpos celestes.

El Cervantes 2007 para no cejar en la memoria histórica ha descrito su trayectoria vital, cincelada a golpe de pobreza. Y las experiencias de cada uno, que de salvación y aprendizaje nos hayan servido. Pero en plena campaña electoral, el Presidente toma la pluma para darle otra vuelta de tuerca a la amargura y volver a subir a la pobreza a los altares como único camino de justificación de la filosofía del Peace and Love. Asomándose a un diario nacional, le da a uno la sensación de estar gobernado por el Flower Power, con vocación de buda y ademanes de polichinela.

Quevedo pasaba por el cuchillo lírico a los políticos corruptos, Platón pedía integridad moral y social a los gestores de la cosa pública, pero Gamoneda suplica a su amigo de chatos que siga cubicando el espacio entre la amargura y la pobreza. Dios los cría y ellos se juntan.

Autor: Gonzalo J. Moreno (Firmas invitadas)
Publicado el 29 de abril de 2007

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