Parece ser que el absolutamente convencido de que la economía se aprende en dos tardes es, a la par, un absolutamente convencido de que puede enseñarnos en algo menos de dos horas a ser gente de derechas como es debido. A lo mejor está pensando en su señor padre. Padre que debe estar en los Cielos, pleno de indulgencias, bien sufrido en la crianza de ese hijo que ha venido a ser el nieto de un espía doble. De ese hijo que hoy, en su nueva pretensión de querer educarnos a ser buenos derechistas, sigue mostrándose como un bobo, bobo de solemnidad, igualdad y fraternidad.
De modo que, entre rayos y truenos, lluvia inmensa, granizo jodedor y viento favorito de todo el elenco olímpico, me dispongo a hacer examen previo de cuál es mi nivel “derechístico uropeo”, para así apuntarme al curso que corresponda:
-No me gusta el espionaje a particulares, partidos políticos, y del Rey abajo.
-No me gusta la expropiación por cojones con el concurso del más Alto Tribunal jurídico-político.
-No me gusta el terrorismo de Estado.
-No me gustan los cafelitos en sede oficial.
-No me gusta la extorsión a ciertas empresas.
-No me gusta que el director general de la Guardia Civil ande en la distracción de lo ajeno.
-No me gusta la malversación de fondos reservados.
-No me gusta que el señor que firma los billetes se lo lleve crudo.
-No me gustan las comisiones a cuenta de toda obra pública.
-No me gusta...
-No me gusta...
En resumen, no me gusta todo lo que han hecho los amigos del profesor dispuesto a enseñarnos “cómo ser de derechas”. Y, lo que me parece definitivo, no me gusta lo que el profesor ha venido decidiendo por sí mismo.
O sea, que necesito un tratamiento de choque a cargo del colegui de Otegui y de De Juana para, previo examen de ingreso, tomar clases de “derecha civilizada”, primer nivel.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 25 de mayo de 2007
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