La ley de inmigración conocida como Ley Caldera no produjo un efecto llamada, sino lo siguiente: Un efecto alarido. |
La ley de inmigración de ZP comienza a pasarnos factura. No es que la citada ley haya producido un efecto llamada, como se anunció en su día y los insensatos socialistas negaron, sino que más bien parece un efecto alarido, como se desprende de las cifras que hoy ofrece el diario ABC: “España se convierte un año más en el país que más emigrantes ha recibido, los 636.000 [llegados a nuestra patria en 2006] representan 122.500 más que los que han llegado a Alemania, Francia, Italia y Reino Unido juntos”.
Siempre he dicho que la inmigración no tiene porqué ser algo negativo “per se”, que más bien depende del cómo y del cuándo de la llegada de los inmigrantes. Pero actuar a tontas y a locas como viene haciendo el gobierno zapaterino, es como comprar infinidad de boletos de una lotería en la que se sabe que el primer premio conlleva la delincuencia generalizada. Y aun a sabiendas de la arriesgada consecuencia, que está produciéndose desde hace meses y se ve que va en aumento, ZP no cesa en su adicción ludópata y en la compra compulsiva de participaciones para la rifa. Está claro que no hay mayor ciego que el que no quiere ver y en este caso es aún mucho peor, puesto que nos las habemos ante un auténtico burriciego.
El destino de la mayor parte de los emigrantes que llegan a España es pasar a engrosar las actividades marginales y sumergidas, con frecuencia punibles pero que quedan impunes, hasta que logran algún papel que medio les regularice la situación, momento en el que se deciden mayoritariamente (a la fuerza ahorcan) por dos oficios de los de toda la vida: peón de albañil o jornalero en el campo. Pues bien, existen voces de alarma que auguran una caída considerable, quizá sin llegar aún al crack, de la actividad en el ladrillo. De hecho, la Bolsa ha dado ya un primer toque a las grandes empresas del sector. Eso significa que una desaceleración importante en la construcción de viviendas puede dejar sin trabajo a miles y miles de emigrantes magrebíes, principal origen de la mano de obra en el ramo.
Por otra parte, grandes regiones agrícolas, como Murcia, Andalucía o Valencia, entre otras, han sido desde hace varios años los polos de atracción de numerosos emigrantes magrebíes, pero también de ecuatorianos, bolivianos o venezolanos, absorbiendo numerosa mano de obra en sus campos de invernaderos. Ahora bien, como consecuencia de la dejadez del Gobierno en temas tan sensibles como la falta de recursos hídricos, comienza a notarse en esas regiones el cansancio de los empresarios respecto a nuevas inversiones que mantengan o mejoren los cultivos y las tierras, por lo que no es extraño que opten con más frecuencia de la deseada por dejarlas en barbecho y recoger, tiene guasa, la correspondiente subvención europea a la “no producción”.
Nos hallamos, pues, ante una población emigrante cifrada en más de cuatro millones de personas ante la que aparece, si se quiere aún algo lejano, el fantasma de un futuro nada halagüeño en lo laboral. Lo que a su vez representará que muchos españoles, dedicados igualmente a las mismas actividades con tendencia a la crisis, acaben por padecer doblemente sus resultados: El empobrecimiento propio y la miseria de los que han llegado a España con la idea de ganarse la vida. Con el agravante de que cierta violencia y no poca delincuencia, que acompaña siempre a los desempleados dejados a la buena de Dios, tomará posesión de nuestras poblaciones, creándose así, como vemos que sucede en Francia, numerosos guetos de marginalidad que necesitarán malvivir de las subvenciones del Estado.
La política económica de Zapatero, de la que presumió hace poco en una sesión solemne en la Bolsa de Valores, además de ser espantosa, puesto que no hay modo que haga nada para corregir nuestro enorme déficit comercial —el segundo más importante del mundo— o para aumentar la productividad y bajar la inflación, está basada en el pan para hoy y hambre para mañana que representa la inmigración descontrolada propiciada por la funesta ley Caldera, que como digo puede llegar a crear varios millones de menesterosos y de potenciales delincuentes.
Quizá, a partir de ahora, vista la realidad de un gobierno socialista plagado de incompetentes, no nos quede más remedio a los españoles que convertirnos en personas sensatas y ahorrativas en euros, siquiera sea debajo del colchón, porque ya ni de los bancos puedes fiarte al ver cómo los de la “Oficina monclovita” intentaron no hace mucho asaltar el BBVA. Y dentro de esa sensatez que siempre es conveniente adoptar, hagamos caso a Epícteto: “El hombre sensato espera siempre de los perversos mayor daño del que le infieren. Si recibe una injuria, piensa que pudo ser golpeado; si lo golpean, piensa que pudieron herirlo; y si lo hieren, se consuela también porque piensa que pudieron arrebatarle la vida”. En el presente caso, antes morir que ser muerto o cómo asaltar el palacio de verano de un ZP destructivo. A buen entendedor…
Autor: Policronio
Publicado el 26 de abril de 2007
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