miércoles, 20 de junio de 2018

El señuelo y la orla

José Luis Rodríguez Zapatero. No puede estar más claro que la cara es el espejo del alma.

Y vuelven a enmarcar la concentración democrática, en las coordenadas de una primavera tardía. Gobierno y oposición intentan ser vectores de un mismo sustrato, que tiene mucho de oportunismo y poco de sinceridad. El único requisito de que volviera a sonreír la primavera, era que la victoria fuera total y que la gresca por un quiero y no puedo, con listas sin ilegalizar, fiscales amodorrados y cintura política de campeonato, se disolviera, al jugarse el Estado los garbanzos de su supervivencia. Porque la legitimación democrática, que se traduce en foto y sonrisa, no se busca para dotar de estabilidad a un sistema constitucional que está empezando a hundirse por proa, sino para escenificar un Don Rodrigo en la horca, pero sin honra y sin barcos.


Que Rodríguez llame al jefe de la oposición a Moncloa, tiene mucho de común y poco de extraordinario, que lo haga después de un gatillazo monumental en política antiterrorista, con más motivo; pero que antes de atravesar el puente colgante ya se hayan serrado las cuerdas del equilibrio político, pasa de ser una rectificación para convertirse en una estafa. Sólo necesito el gesto, la foto, la sonrisa, el señuelo y la orla. Porque lo que queda detrás poco importa.

IBM es una empresa de marketing que fabrica ordenadores, y el Gobierno de España es una ONG venida a más dirigida por la élite del desconcierto. El camino se hace al andar, también las grandes obras junto con las políticas de Estado, pero si Dios no construye la casa en vano se afanan los albañiles. No es un problema de derechas e izquierdas sino de sentido común, de la dignidad del puesto, que es la dignidad de la nación, de que los hombres se equivocan también con coche oficial y de que rectificar es de sabios aunque se evite la humillación ahuecando la voz.

Rodríguez está iluminado y adolece de praxis al tiempo que se ve sobrado de sueños en verano, en política es imprevisible el resultado. Porque el iluminado no obedece a razones, no escucha ni reflexiona, ni siquiera aspira a la inteligencia; él lo sabe y así será. Un licenciado en Derecho del montón entra en Palacio, y como se diría en Sevilla, es un gitano. Se ve a la legua, pero él lo confirma con su presencia. Vini, vidi, vinci repiten con insistencia los serafines de la Moncloa, porque es una obra inacabada, un sueño imposible, un afán infinito. Rodríguez no encuentra su sitio, y se conforma con el señuelo y la orla. 

Autor: Gonzalo J. Moreno (Firmas invitadas)
Publicado el 11 de junio de 2007

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