lunes, 4 de junio de 2018

De las doradas a la sal y los socialistas

Dorada a la sal.

Esta tarde noche, al calor del hogar, se ha dispuesto en consejo familiar lo que corresponde preparar para la cena; o sea, que mi mujer —cada vez más guapa y menos progre, cada vez más provocadora y más admirable— ha ordenado que hoy cenemos doradas. Eso sí, el modo de preparación le corresponde decidirlo al padre, que soy yo, para más señas. Y por comodidad y buen gusto he elegido doradas a la sal. Por su indudable ventaja, entre otras, que a las doradas a la sal no hay que echarles sal. Y, además, mientras el horno cumple con su natural función, yo me bebo dos cervecitas con aceitunas, como está mandado. Imagínense unas doradas a la espalda. ¿Les echo una pizca o una pizquita de sal? ¿Tendrán suficiente sal? En fin, una comedura de tarro insufrible y estresante, no apta para mi edad y condición. 


De modo que preparo la bandeja del horno, lo enciendo a tope, pongo un alfiler en un muñeco de la Narbona, derramo un kilo de sal gorda sobre la base —de la bandeja, no de la Narbona—, coloco las cuatro doradas en esa superficie regada de sal gorda, cubro completamente las doradas de sal mediante una capa recia y contundente, como mi Maleni, la mojo con paciencia y sabiduría —la capa de sal, no la Maleni—, me enciendo un cigarrito a la salud de la Salgado, mientras el horno coge temperatura y contemplo absorto la magnitud de la cocina, haciéndole un corte de mangas imaginario a la Trujillo. Luego me solazo con los ingredientes de la tan citada sal, muy convenientemente explicados en su bolsa, cuya lectura sería un ejercicio más que apropiado para la Calvo, y comienzo a pensar en lo que voy a contarles a Vds., a propósito de esta cuadrilla de nuestras entretelas.

Y lo que voy a contarles no puede ser otra cosa que el indudable parecido de las doradas a la sal con los socialistas. A las doradas a la sal no hay que echarles sal para que estén como es debido y a los socialistas no hay que echarles instintos “latrocínicos” para que luzcan socialistas como Dios manda. Ambas especies lo llevan de suyo. Eso sí,  las doradas al calorcito y los socialistas donde “haiga”.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 5 de mayo de 2007

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