Desfile falangista. Fiesta de Santo Tomás de Aquino en la Universidad de Barcelona, 7 de marzo de 1939. |
En anteriores entregas he citado reiteradamente a la escuadra 24 de la Primera Línea de las JON-S de Madrid. Lo mismo podía haber sido otra cualquiera. Respecto a la citada escuadra 24, puedo indicar que, cubiertas las bajas, el 18 de julio de 1936 estaba al completo de sus efectivos: un jefe, un subjefe y nueve escuadristas. Cuatro de sus componentes tuvieron la suerte de que la guerra les sorprendiera en Zona Nacional. Uno de ellos, Marcelo del Alcázar, murió en el frente y otro fue herido. Éste, tras reponerse de su herida, continuó en la lucha, terminando la guerra como alférez provisional de Infantería. Los otros dos combatieron en el Ejército Nacional y quedaron ilesos. De los siete a los que les pilló en zona roja, ninguno murió en combate. Dentro de la “Orden de Operaciones”, la 1ª falange de la 4ª centuria siempre tuvo asignado, desde el primer momento en que se planearon concentraciones para dar un golpe de estado, el apoderarse del Ministerio de Comunicaciones (el edificio de Correos, sito en Cibeles).
La primera concentración a tal efecto tuvo lugar la noche del 18 de febrero de 1936, al ser previsible la entrega del Gobierno, por Portela Valladares, al Frente Popular. Al amanecer del día 19, el enlace de la centuria, Gabriel Bustos, llegó con la orden de dispersión, informando que la razón de ello era la negativa del general Franco (entonces Jefe del Estado Mayor Central) a unirse al alzamiento. Gabriel era un obrero del campo, de expresión correcta y trato amable. Tenía 19 años de edad, (no quince, como figura en “Tres días de julio”, de Luís Romero. Gabriel tenía poca talla, era rubio, de rostro aniñado, guapo. Tal vez, el error en la edad proceda de su apariencia) y, sin seguridad, aunque lo supe, pero no lo recuerdo seguro, procedía de la provincia de Toledo, tal vez de Ciudad Real, de donde había tenido que huir a Madrid, poco después del 16 de febrero de 1936, para evitar su asesinato por ser falangista. Se mantenía gracias a las ayuda que le daban sus camaradas, ninguno en situación boyante, pero entre unos y otros, reunían unas dos pesetas diarias, que le permitían comer en tascas económicas (30 céntimos el cubierto y no estaba nada mal) y dormir en pensiones de acuerdo con sus posibilidades. Creo que fue asesinado en Paracuellos del Jarama, aunque hay versiones de que murió en el cuartel de la Montaña, versiones que me parecen equivocadas pues, dentro de la centuria, tenía una misión bien definida, que no podía abandonar. Y, en cuanto sé, la cumplió hasta el último momento.
Antes de la iniciación de la guerra, fueron muchas las concentraciones, todas con la misma misión, para la 1ª falange de la 4ª centuria: apoderarse del Palacio de Comunicaciones, previa entrega de fusiles al amanecer. Todas concluyeron con la llegada del enlace, con la orden de retirada a los respectivos domicilios, por haberse suspendido el golpe, por una u otra razón o por causas desconocidas. La última, tuvo lugar la noche del 19 al 20 de julio, que la antigua escuadra 24 (desde hacía algo más de un año, la 1ª escuadra, de la 1ª falange, de la 4ª centuria) la pasó patrullando las calles, entre la Puerta de El Sol y Cibeles donde, sobre las tres de la madrugada del día 20, en la calle de la Montera, junto a las ruinas de la iglesia de San Luís, incendiada poco tiempo antes por el Frente Popular, recibió las últimas órdenes de Gregorio Barroso Delgado, jefe de la centuria que, como el citado Johnson, había sido legionario, donde alcanzó el grado de sargento. Más que órdenes, fueron frases de ánimo y el anuncio de que era inminente la entrega de fusiles para el asalto al Ministerio de Comunicaciones. El armamento que poseía la escuadra lo constituían dos pistolas del 6.35 y un revolver del 32, con seis disparos por arma. En algunas citas he leído que el jefe de la centuria era Fermín Cogorro. Es erróneo. Fermín era el subjefe y fue uno de los pocos miembros de la unidad que sobrevivieron a la guerra, que la terminó en Alicante, emboscado en el ejército rojo, donde llevó a cabo una labor eficaz. Gregorio Barroso fue asesinado en lugar desconocido, tal vez Paracuellos. Aquella noche, próximo el amanecer, volvió a correr por las calles el enlace de la centuria, a trasmitir la orden de dispersión. A la mañana siguiente, los componentes de la escuadra fueron despertados en sus domicilios por los disparos de los cañones que asediaban al Cuartel de la Montaña,
Cada uno de los falangistas que la componían, dispersos, siguieron su suerte: todos asesinados, tras su paso por la checa de Fomento, a excepción del subjefe, al que no lograron atrapar y que, mediada la contienda, pudo pasarse al Ejército Nacional, donde termino la guerra como alférez provisional de infantería, en la Cuarta División de Navarra. Como digo, los asesinados fueron detenidos por miembros de la checa de Fomento, que recibía el pomposo nombre de “Comité Provincial de Investigación Pública”. Tenía carácter oficial y los milicianos que llevaban a cabo las detenciones y los asesinatos, la titularidad de agentes de la policía gubernativa. Fue organizada en el mes de agosto de 1936 por Manuel Muñoz Martínez, Director General de Seguridad, diputado a Cortes del partido Izquierda Republicana (él de don Manuel Azaña, el Presidente de la República). En un principio, su sede radicaba en el Círculo de Bellas Artes pero, posteriormente, fue trasladada a un palacete que había en el número 9 de la calle de Fomento.
Los últimos caídos de la escuadra 24 fueron: Alfonso Sánchez, de 17 años, hijo de un funcionario de Correos, que vivía en la calle de la Escalinata, junto a la plaza de la Ópera; Teodoro Muñoz (18), domiciliado en la calle de la Palma, esquina a San Andrés. Teodoro era un hombre bueno a carta cabal. Su padre estaba ciego (supuse que de diabetes, no de nacimiento) y siempre creí que vivían, muy modestamente, de una pensión. Oscar Suárez, de 15 años, alto y muy fuerte, siempre alegre. Su novia trabajaba en una jamonería de cierta fama, que sus padres (los de la novia) tenían en la Corredera Baja de San Pablo, muy próxima al teatro Lara, jamonería que hace pocos años todavía existía, aunque no se si continuaba perteneciendo a la misma familia. Miguel Gómez (19), que vivía con su madre, viuda, en la calle de García de Paredes, en un edificio cercano a la de Bravo Murillo. Julio Cuellar (20), que no tenía nada que ver con Juan Cuellar, el asesinado en El Pardo. Persona, hasta cierto punto, ligeramente obesa, siempre de buen humor y siempre muy bien vestido, que era él de mejor posición económica de la escuadra. Vivía en el número 5 de la calle de Montesquinza. Carlos Montero (19 años), con domicilio en la calle de Cristóbal Bordiú. Todos los miembros de la escuadra eran estudiantes, a excepción de uno de ellos, superviviente, que era empaquetador del periódico “La Época”. Un hermano de éste, su apellido era Outeiral, fue asesinado. Era el jefe de una falange de la 2ª Centuria, falange conocida como la de “Parques y Jardines”, porque todos sus componentes lo eran del Servicio del Ayuntamiento de Madrid así llamado (eran jardineros). Como dato anecdótico: la tercera falange de la cuarta centuria era denominada la “Falange REMSA”, porque todos sus componentes, jefe, subjefe y restantes miembros, trabajaban en unos talleres, ubicados en el barrio de Salamanca, cuyo nombre completo era “Redes Electro-magnéticas, S.A.”, o algo similar.
Cuando Jacobo Galán fue asesinado en el bar Roig, se hizo cargo del mando de la 1ª falange de la cuarta, Perico Ichazo Ilarcia (unos 30 años), con domicilio en la calle del General Martínez Campos, (donde trabajaba como empleado del servicio doméstico de “casa grande”), casi esquina al Paseo de la Castellana. Era una gran persona, amable, culto, educado, cordial y honrado a carta cabal. En el mismo edificio donde vivía, estaba ubicado, yo creo que todavía está, el bar Longinos, donde, tras el cierre del centro de Falange, (su última sede fue en la calle Nicasio Gallego, esquina a Santa Engracia, donde había sido trasladado desde la Cuesta de Santo Domingo nº 3, y clausurado por la policía a finales de marzo de 1936), donde, repito, Perico se reunía con camaradas de su falange, hasta que el dueño del bar les informó que la policía estaba haciendo indagaciones sobre ellos (esto era antes de la guerra). Fue asesinado en Paracuellos, tras pasar por Porlier. El subjefe de la falange era José Luís Vadillo Alcalde (19 años). Cuando fue detenido, los milicianos aprovecharon la visita, llevándose de paso a su hermano Florencio, que nada tenía que ver con Falange. Ambos fueron asesinados en Paracuellos. Vivían, creo que no me equivoco, aunque no estoy seguro, en la calle Jardín San Federico. Deseo aclarar que, de la información que tengo, a ninguno de los componentes de la escuadra 24, le puede ser imputada ninguna agresión, ni armada ni a mano, contra sus enemigos políticos. Su labor fue dedicarse, con todo entusiasmo, a la propaganda del partido: venta del periódico del momento, (“FE”, “Haz”, “No importa”, (éste gratuito y clandestino), reparto de hojas, ya fueran autorizadas o no, pegado de carteles, etc. Pero no le puede ser imputado ningún acto contra la integridad física de sus adversarios políticos.
En mis escritos empleo la palabra “rojos” para designar a los seguidores del Gobierno de Madrid. Lo hago sin ánimo de insulto y sí en honor a la verdad y evitación de incertidumbres. Definirlos como “republicanos” es motivo de confusión, pues salvo los maravillosos tradicionalistas que, aunque no pocos, eran minoría, los nacionales de la época eran, en su casi totalidad, republicanos. La monarquía había dejado muy mal recuerdo y, cuando fue derrocada, el 14 de abril de 1931, su caída fue recibida con alegría general. Luego, la decepción. Tal vez eran republicanos de una República que en España sería una utopía. Pero, desde luego, no eran monárquicos. Según tuve conocimiento, el día 6 de noviembre de 1936, cuando las tropas nacionales llegaron a Madrid, el santo de los defensores era, “Siempre rojos” y la seña, “Rojos hasta la muerte”.
Autor: Rogelio Latorre Silva
Publicado el 2 de junio de 2007
NOTA: Queremos puntualizar que esta serie de artículos del señor Latorre se publica en Batiburrillo porque consideramos que la opinión personal de su autor (no necesariamente compartida por los editores) representa un valioso documento histórico de alguien que, por su avanzada edad, vivió en primera persona cuanto aquí se narra.
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