lunes, 7 de mayo de 2018

Y luego quieren que no les llamemos sectarios

Muchos sectarios nada tienen que ver con ideologías religiosas, sino con movimientos políticos poco amantes de la libertad individual o demasiado aficionados al colectivismo: Comunistas, anarquistas, socialistas (la social democracia es otra cosa) y nacionalistas de todo pelaje. 

Hay que ser muy partidario de la sinrazón como para empobrecer intencionadamente a un territorio por el simple hecho de que algunos buenos proyectos se hayan heredado de otro gobierno. Tal sería el caso del Plan Hidrológico Nacional, paradigma de todas las iniquidades políticas. Pero no acaba aquí lo que el socialismo está dispuesto a perpetrar con tal de anular la obra o la iniciativa que los populares habían emprendido.


Hoy me entero a través del diario La Razón que una serie de grandes empresas comienzan a abandonar Galicia para instalarse en el norte de Portugal. Por ejemplo, la conservera Pescanova abandonará la región para abrir una factoría en el país vecino, en la que invertirá 140 millones de euros y dará trabajo a unas 350 personas. El motivo parecer ser la negativa de la actual Xunta a calificar como suelo industrial un proyecto en Muxía, que data de los tiempos de Fraga y solamente estaba pendiente de ultimar el asunto del suelo. Uno de los portavoces del PP gallego ha llegado a afirmar: "Como era una iniciativa del anterior Gobierno, decidieron no seguir adelante y no aprobaron la concesión de suelo industrial".

Otras importantes empresas, como pueda ser el caso de Henkel, propietaria de los acreditados productos La Toja, ¡nada menos!, ha anunciado ya que a finales de año cerrará su factoría en Culleredo, lo que dejará en el paro a 150 trabajadores. Lo mismo puede decirse de Ikea, que mantuvo conversaciones con el antiguo alcalde de La Coruña, Francisco Vázquez, para instalar en esa ciudad una fábrica de muebles, fábrica que finalmente la multinacional ha decidido llevarse a Oporto. Lo que me hace pensar que los portugueses comenzaron a frotarse las manos en cuanto supieron quiénes formarían el nuevo gobierno gallego. 

Bien mirado, aquí no sólo se da el caso de un sectarismo tan pertinaz como irracional, sino también esa proverbial ineficacia burocrática que ralentiza cualquier administración que caiga en manos del socialismo. Una burocracia que no cesa de crecer cuando la izquierda gobierna y que trata de imponerse a todo el mundo bajo la creencia de que si algo se autoriza, como sería el caso de una nueva planta industrial,  representa algo así como una claudicación ante el odioso capitalismo. Claro que si esa administración cuenta, además, con unos cuantos miembros nacionalistas, entonces la burocracia se impartirá en "idioma propio", que es lo que toda multinacional desea con vehemencia.

Pero si se diese el caso, como sucede en Cataluña, de que el socialismo estuviese respaldado por separatistas y supuestos ecologistas (aliados de los comunistas), entonces apaga y vámonos. Porque en tales condiciones la burocracia crea una triple barricada a toda posibilidad de desarrollo industrial: La del socialismo de los incompetentes paniaguados, la del nacionalismo de los radicales lingüísticos y la del ecologismo fóbico a toda actividad que precise cuatro paredes. A menos, claro está, que esas paredes vayan destinadas a formar parte de algún asentamiento okupa. Naturalmente, unos y otros, se declaran progresistas. ¡Vivir para ver!

Autor: Policronio
Publicado el 10 de enero de 2007



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