Más de 7.000 españoles dejan cada año el País Vasco. Diríase que en su mayoría son gente joven que aún cree en la posibilidad de comenzar una nueva vida en libertad, sin las imposiciones asfixiantes del nacionalismo totalitario que todo lo controla. Para esa región de España, la marcha de sus habitantes más inquietos y quizá de menor espíritu resignado representa una sangría continuada que envejece a la población y deja enquistados, campando a sus anchas, a los nazis etasunos. Unos nazis deseosos de asaltar el poder de sus mayores, PNV-EA, que actúan con la misma pretensión separatista de siempre, a la que ahora se le quiere incluir el aditamento estaliniano, lo que determina la sonrisa complaciente del indigente moral que nos manda, ZP, al percibir éste la posibilidad de que la derecha nacionalista, hegemónica de toda la vida, acabe en el estercolero, no importa si para ello hay que pactar una coalición con los terroristas en la Comunidad vasca.
Esas ausencias, junto a los más de 200.000 desplazados en años anteriores a causa de la opresión política, no se advierten demasiado, aún, porque el vació va siendo ocupado por emigrantes foráneos —magrebíes, sudamericanos o de países del este de Europa— que al llegar a Vasconia desconocen su incorporación a una tierra sin libertad ni justicia. Pero démosles tiempo a esos extranjeros que llegan con la maleta poco menos que vacía, y por lo tanto fácil de volver a rehacerla y facturarla, para que se informen del lugar donde han caído y de nuevo emprendan la marcha. Es lo que se denomina votar con los pies y es lo que dificulta la opción del arraigo, tan necesaria si es que se desea difundir el amor a las tradiciones del territorio y garantizar el bienestar.
El gran “logro” del nacionalismo vasco, encabezado por un PNV al que sólo le asisten cuarentones para arriba a las concentraciones —con predominio de sexagenarios—, ha sido el de convertir la región en la menos democrática de Europa, Turquía incluida. Si no fuese por los muchos privilegios que aún mantiene con el resto de España, comenzando por un concierto económico que nos cuesta varios miles de millones de euros anuales al resto de los españoles, el País Vasco probablemente se encontraría hoy, tras más de 30 años de gobiernos nacionalistas, más atrasado en todos los aspectos que la Extremadura socialista, que ya es decir y bien que lo siento por los extremeños. El simple hecho de que otras regiones españolas estemos pagándoles una parte de sus pensiones a los jubilados vascos, como así sucede desde hace años, debería hacerles reflexionar a los recalcitrantes seguidores del PNV. Naturalmente, en cuestiones tan básicas como la libertad y la seguridad, Vasconia encabeza el ranking deficitario y a gran distancia de cualquier otra comunidad autónoma, si bien Cataluña no le anda muy a la zaga.
A una situación como la que se describe, elaborada a partir de los datos que el Instituto Nacional de Estadística facilita periódicamente y que hoy, con no poca delicadeza difunde ABC —un diario grisáceo que no se atreve a relacionar abiertamente la noticia con la tiranía nacionalista, limitándose a insinuarla—, debería seguir la mayor de las alarmas si es que alguna vez se pretende recuperar el territorio vasco para la causa de la democracia. Si entendemos, además, que junto a la enlutada Cataluña —enlutada moralmente a causa de su abominable clase política—, las provincias vascongadas son el principal inconveniente para el desarrollo de una España deseosa de bienestar en libertad, sobre todo en libertad, entonces esa alarma no debería cesar de sonar hasta que el nacionalismo quedase desenmascarado y marginado. Así costase 100 años.
Para finalizar, anoto aquí una cita de Mateo Alemán, notable autor del Siglo de Oro, que todo votante vasco debería recitar siete veces de memoria antes de encaminarse al colegio electoral: “Libertad. Loada de sabios, deseada de muchos y cantada de poetas, para cuya estimación todo el oro y las riquezas de la tierra es poco precio”. Sí, deberían recitarla y a la par recordar que la democracia es algo más que meter un papel en una urna cada cuatro años. Muy especialmente en el caso vasco, donde no pocos candidatos han venido siendo asesinados, otros muchos siguen amenazados de muerte y no es posible que expresen en libertad sus proyectos políticos. Amigos vascos, recordad también que sólo es digno de libertad el que sabe conquistarla, pero no para consolidad una falsa independencia tiránica, sino para lograr la libertad auténtica.
Autor: Policronio
Publicado el 25 de marzo de 2007
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