Políticos republicanos: la mayor parte de ellos pasarán a la Historia (memoria histórica) en el apartado de la "Infamia". |
Con la coincidencia en el tiempo del 75 aniversario de la II República y la reciente muerte de Pinochet, se trasluce últimamente, en opiniones más o menos interesadas, la suma de dos ideas con las que no estoy de acuerdo en absoluto y que juntas forman, o pueden formar, una teoría perversa.
-La primera; merced al clima pro-republicano y con una profusión asfixiante en los medios adictos, consiste en la reivindicación y legitimación de la Constitución del 31, a la que se distingue como el gran instrumento legal, nacido de la voluntad popular que pudo ser y no fue.
-La segunda; el intento cada vez más indisimulado de descalificar el proceso de la Transición democrática y, con él, a la Constitución del 78 que significó su culmen legal. Es decir, se califica al proceso y a propia Constitución poco menos que de un pasteleo (1) con el que el aparato franquista saliera libre de responsabilidad por sus atrocidades de 40 años, al modo en que, supuestamente, se ha actuado en Chile.
Para deslizar la primera idea, se utiliza la pantalla de la mal llamada "memoria histórica", colocando en fuera de juego a quien osa defender la idea contraria (2) y tratándolo de anti-republicano, o lo que comporta eso: revisionista y a la postre, franquista. Porque... ¿Qué clase de desalmado puede pretender que no se desentierren los muertos de las buenas gentes que perdieron a sus parientes durante la Contienda? ¿Qué monstruo puede oponerse a la restitución moral y jurídica de las injusticias cometidas por un régimen opresor y anti-demócrata si no lo hace desde el rencor del neo-franquismo, imperante rescoldo en la hoguera de la derechona de este país? A esta esperpéntica visión de los hechos, contribuye la reacción de un amplísimo sector de la derecha, que huye pavoroso de tamaña etiqueta, como si de un trauma infantil fuese aquejado. Y de esta forma pueril, es desactivada la tímida oposición a la cuestión.
Con respecto a la segunda. La Transición, hasta la fecha, había sido puesta como modelo de restitución democrática. Un ejercicio de consenso entre las diferentes sensibilidades heridas durante: Una República convulsa y creadora de odios, una Guerra sangrante, larga y cruel y una Dictadura excesivamente duradera y represora. Todos los protagonistas de tan desagradables acontecimientos cedieron en partes trascendentes de sus reivindicaciones de esos años. Todos fueron participes del proceso. Y todos se beneficiaron del resultado. Para ello, quedaron en el camino muchísimas cuestiones que se obviaron por el bien común, y ese ejercicio de responsabilidad propició la buena marcha posterior del sistema resultante. La Constitución fue apoyada por la mayoría de los españoles y nos otorgó estabilidad, democracia y un modo de vivir aceptable y aceptado por todos.
Se pretende ahora olvidar -es curioso que los mismos que reivindican la memoria, sean a su vez tan olvidadizos- que ese esfuerzo lo hicieron todos. Se desliza al común la idea de que, únicamente, fue la izquierda la que llevada por una ansia de libertad, 40 años secuestrada, hizo renuncias. Renunciaron, eso sí, a la condena de los asesinos y represores franquistas, tragaron con un Rey que no querían y que fue impuesto por el difunto dictador, con una Constitución que imponía un sistema económico capitalista, con un Ejército peligroso y no afín, y con un estado aconfesional, pero en el que la Iglesia continuaba siendo poder fáctico y conservaba algunos de sus privilegios.
Pero a su vez el Aparato del Régimen -por el que no profeso ninguna simpatía, dicho sea de paso- cedió el poder sin violencia, tragó con el Estado de las autonomías (no olvidemos que eran los de "Una, Grande y Libre"), con la legalización del Partido Comunista (liderado por un significado asesino de la Guerra Civil) y puso durante años los muertos del terrorismo, puesto que los sucesivos gobiernos no acababan de ver en la ETA, al menos durante los años en que se asesinaban militares y guardias civiles, a esa banda de carácter profundamente anti-democrático que hoy vemos. Lo que sí percibieron cuando empezaron a caer políticos en lugar de... Pero lo más importante es que ese Aparato franquista terminó por disolverse pacíficamente, aceptando la democracia como única forma posible de sistema político, y sin dejar en el país resquicio alguno de fascismo, cosa que no pueden decir en países europeos vecinos nuestros.
A cambio, todos obtuvimos un crecimiento como nunca antes habíamos conocido, merced al impulso democrático, a la equiparación y colaboración con los países de nuestro entorno y a la voluntad de los españoles de no volver a ese punto de partida en el que nos puso la otra constitución, allá por el 31, que nos llevó a odiarnos, a pelearnos y finalmente a asesinarnos unos a otros en un periodo lamentable de la historia de nuestro país.
Mi memoria no alcanza a valorar personalmente los efectos de la constitución republicana. Para hacerlo, tengo que leer a Azaña, Largo Caballero, Alcalá-Zamora, Prieto, Rivas Sheriff, Unamuno, Josep Plà, Ortega y tantos otros. Ellos me cuentan lo que sobre ella escribo a menudo. Pero en cambio, sí puedo valorar de primera mano esta segunda constitución democrática de nuestra historia. Vi la ilusión de mis padres votando por primera vez en unas elecciones democráticas, fui testigo de la formación de los embriones de los partidos de hoy, quedan en mi retina las primeras campañas y retumban en mis oídos los cánticos a la libertad sin ira. Recuerdo mi emoción cuando años más tarde voté por primera vez, gracias a todo ese esfuerzo.
Esa es mi memoria histórica, y esa no la pueden torcer los historiadores, políticos y periodistas de chichinabo, por mucho que quieran. Porque la memoria pertenece a cada uno.
Autor: Pedro Villa Isorna
Publicado el 19 de diciembre de 2006
Notas:
(1) En RTVE, durante un debate del programa "59 segundos", un contertulio, Rafael Torres, pretendido historiador, calificó la actual constitución y su proceso de creación como "de chicha y nabo", con el aplauso intelectual del acomodado Sopena.
(2) No me extenderé sobre la Constitución del 31. Les remito al artículo "Sobre la II República (Segunda parte: El primer bienio)", perteneciente a mi trilogía publicada en esta misma bitácora.
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