miércoles, 23 de mayo de 2018

Memorial Democrático, otra injusticia cargada de impunidad

Antigua sede de "Memorial Democràtic" en Vía Layetana, donde se organizaron numerosas exposiciones a partir de la típica ideología social-comunista: "Nosotros somos los buenos y las víctimas". Ellos -cabe añadir-, las víctimas reales, son todos unos criminales fascistas.

El reconocimiento de las víctimas de la represión “no puede trasladarse a todas las ideologías” porque “no se puede comparar a los golpistas con la superioridad ética de un Gobierno legítimo y democrático". Tales han sido las palabras, según he leído en LD, ABC y otros medios, del comunista Joan Saura para justificar que en la nueva ley de memoria histórica, denominada “Memorial Democràtic” en Cataluña, se olvide por completo a los represaliados de afinidad con la derecha y tienda a ensalzar a unas supuestas víctimas que en muchos casos fueron los auténticos criminales.

O lo que es lo mismo, bien muerto está cualquiera que no fuese comunista, socialista o separatista, si esas muertes se produjeron en Cataluña durante la II República y la Guerra Civil. Loados sean sus ejecutores, transcurridos setenta años. Condenados sean los “fascistas” que cometieron la osadía de asistir a misa dominical, a las puertas de cuyos templos eran aguardados para ser apresados. Inclúyanse también, como unos desaprensivos a los que no conviene recordar, a esos cientos de militantes del POUM (partido de ideología marxista no estalinista) que fueron masacrados por órdenes de Negrín (presidente del Gobierno), con la apatía interesada de Companys, el golpista condenado a 30 años de prisión por la propia República.


Si hubo un territorio donde las represiones se contaron por miles y los represores poseían la misma catadura moral de los que ahora gobiernan -o aún peor-, ese fue Cataluña, que permaneció en manos de una coalición nacional-socialista o del Frente Popular -de comportamiento nada ético y muy antidemocrático-, desde la implantación de la II República, en 1931, hasta la caída de Barcelona, poco antes del final de la Guerra. Fueron ocho largos años en los que el mayor desamparo que imaginarse pueda afectó a los católicos, a los no partidistas políticos, a los moderados o a los que abominaban del estalinismo aun siendo de izquierdas, caso del POUM.

Se acosó, se robó, se incendió, se torturó y se asesinó a miles de personas que no compartían la ideología de los que mandaban. Se usaron para ello los llamados tribunales populares, cuyas cárceles fueron conocidas como checas, a las que hubo que añadirles campos de internamiento porque no daban abasto. Se produjo una oleada de exiliados como nunca se había visto hasta entonces en la región catalana. Muchos, a riego de su propia vida, se pasaron a lo que iniciada la Guerra Civil fue conocida como “Zona Nacional”, donde combatieron con gran valor. De mis lecturas de siempre, recuerdo ahora a los voluntarios del Tercio de Montserrat, compuesto de valerosos requetés catalanes.

No, decididamente Cataluña no es la región de España que pueda presumir de un pasado ético y democrático durante el lamentable episodio citado, ni su gobierno de hoy -que comparte la misma ideología política de los totalitarios de entonces- está en condiciones de arrojarnos nada a la cara al resto de los españoles. Joan Saura, con su propuesta de “Memorial Democrático” a favor de unos (delincuentes los más) y decididamente en contra de otros (sus numerosísimas víctimas), ha demostrado ser un magnífico aspirante a hacerse con el podio en cualquier competición donde la puntuación máxima se alcance en razón de la inmoralidad que se posea. En su caso, medalla de oro. 

Es inconcebible, por otra parte, que en Cataluña, región que me honro en conocer a fondo por haber pasado en ella cuatro quintas partes de mi vida, no haya quien reaccione ante semejantes indignidades. ¡Qué se ha hecho de mi amada Cataluña, tan europea, tan moderna, tan emprendedora… para que se haya convertido en el reducto de cuanto déspota retrógrado apetece resarcir su resentimiento! ¿Hasta qué punto es férreo, falsario y aleccionador en el rencor el método dictatorial establecido allí? ¿Cómo es posible que el ciudadano de a pie no sienta deseos de rebelarse ante tanta perversidad política y decida asumir la condición de inerme? Cuesta creer que estos miserables del Tripartito se salgan con la suya. Mientras, el gobierno de la Nación no cesa de sonreír a los terroristas vascos.

Autor: Policronio
Publicado el 20 de marzo de 2007

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