jueves, 10 de mayo de 2018

La manzana


En el juego del ajedrez los jugadores solo han de preocuparse de los movimientos de las piezas dentro del tablero. Una pieza que ya no participa queda apartada a escasos centímetros y, aislada y fuera del "campo de batalla" nadie tiene que reparar en su suerte. Del mismo modo y, desde el inicio de los tiempos, la manzana -el mero hecho de aceptarla y morderla- se ha convertido en símbolo de como lo aparentemente insignificante puede llegar a convertirse en el máximo representante de los avernos... Y es que las piezas negras deberán vigilar muy de cerca a las piezas blancas apartadas de la partida antes de que la manzana se convierta en serpiente (quién sabe si con hacha).


La impactante noticia de ayer con la que El Mundo abría su portada: "Manzano reconoce ante el juez que el análisis del explosivo del 11-M no fue 'científico" nos tiene que llevar hacia una serie de reflexiones lejos de cualquier tipo de triunfalismo. Muchos pensarán que esta nueva "casualidad", esta nueva puesta en evidencia de la versión oficial, esta nueva ocultación, esta nueva falta a la verdad nos acerca más al camino de lo que verdaderamente sucedió aquel fatídico 11 de marzo.

Nada más lejos de la realidad bajo el modesto punto de vista del abajo firmante. El 11-M no fue producto de la improvisación. Sus organizadores y encubridores tuvieron, tienen y seguramente tendrán a su disposición una gran cantidad de resortes para evitar que algún día se sepa la verdad. Si se detienen a pensarlo, aunque algún día llegásemos a saber la verdad... daría igual. Nada cambiaría. El letargo de quién debería ser paladín y punta de lanza de las investigaciones, de quién cargará por los siglos de los siglos con la amarga y ya asumida responsabilidad -como ya sucede con la guerra de Irak- ha propiciado involuntariamente -esperemos- la siembra de la duda y la incertidumbre. Sin pruebas contundentes nada cambiará.

Y digo todo esto porque la "racionalización" de la información en referencia al 11-M no está más que propiciando la creación de múltiples cortinas, la siembra de nuevas incertidumbres y sobre todo el allanamiento del camino para que algunos logren la tan ansiada cuadratura del círculo. El "descuido" de Manzano no significa una "pieza blanca" fuera de la partida. Ni mucho menos. Por cierto, pieza que curiosamente fue destituida 15 días antes del atentado de la T-4 cuando debiera haber sido destituida meses antes. Manzano ha sido sin más la víctima de un mero "gambito" que viene a dar respuesta a la falta de informes fiables sobre lo que explotó aquella mañana. No es preciso exigir los citados informes a ningún gobierno o ministro, ni existe ya manera de saber los componentes del explosivo utilizado. Simplemente es imposible porque parece ser que un individuo cometió una soberana negligencia. A semanas vista del juicio por el ataque terrorista, no sabemos cual fue el arma homicida, y lo peor de todo nunca lo sabremos por el "descuido" de este buen señor.

Con los informes fuera de juego, se preguntaran ¿qué nos queda?. La respuesta es: "la bolsa de Vallecas". La bolsa es la única prueba que nos lleva a los explosivos, porque de momento, y permítanme ser hoy un poco pesimista, hace falta algo más sólido para desmontarla como prueba válida. Ya ven ustedes como algo que, en principio parece una buena noticia no sirve más que para apuntalar la versión oficial. Y es que el 11-M es un puzzle que debe ser resuelto teniendo una perspectiva general de todo el tablero.

El que sepa algo que "tire de la manta" y si alguien está racionando la información por vender un periódico más o menos -por muy buena estrategia empresarial que eso suponga- deberá de ser consciente de las armas que le está entregando al enemigo.

El reloj sigue contando y los sembradores de dudas siguen labrando la tierra aunque no sea tiempo de manzanas.

Autor: John Sherman
Publicado el 22 de enero de 2007

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