domingo, 20 de mayo de 2018

Josep Pla y la II República (I)

Josep Pla en una imagen cercana al año del relato que se cita en el artículo.

Comienzo hoy una nueva serie de artículos, dedicada a ese disparate de la izquierda mal denominado “Memoria Histórica” y lo hago a partir de una de las mejores plumas que ha dado el periodismo español, Josep Pla, al que nadie podrá acusar de anticatalán o de antidemócrata, pues cientos de páginas escritas por el gran ampurdanés, en defensa de Cataluña y de la democracia, dejarían por farsante a quien lo intentase. 


La opinión de Pla que hoy inserto, escrita nada menos que el 25 de abril de 1931 y publicada en El Noticiero Sevillano, puede servir de contraste a la visión arcangélica que el actual gobierno socialista y sus socios separatistas pretenden endosarnos espuriamente, mediante un proyecto de ley —aún a debate como consecuencia de las duras enmiendas que IU y ERC exigen que se introduzcan— en el que aspiran a concederle marchamo oficial a lo que nunca fue: Un período histórico henchido de libertad y democracia, la II República.

Así, pues, permítaseme que arranque la serie anotando lo que opinaba el gran Pla sobre la llegada de la II República a Cataluña, concretamente a la ciudad de Barcelona. Nótese que en la breve crónica de Pla se destaca, sobre todo, la actitud revolucionaria, delictiva, asaltante y depredadora de personajes elevados más tarde al Olimpo nacionalista, como Macià o Companys, políticos ultra radicales que en ningún caso habían sido elegidos para, literalmente, apropiarse de Cataluña —como así lo hicieron— y mucho menos para declararla estado soberano en su propio beneficio:
“El día 13 fue en Barcelona un día de conspiración. Se tomaron las medidas para el asalto del poder y el señor Macià se puso al frente. Al día siguiente por la mañana, cuatro o cinco horas antes que en Madrid, fue proclamada la República catalana independiente. Macià y sus amigos penetraron por una ventana en el Palacio de la Generalidad y se instalaron en las oficinas. Se dieron las órdenes oportunas para asediar los otros centros oficiales. Aiguader se apoderó del Ayuntamiento [fue alcalde entre 1931-1933]. López Ochoa [general designado por Macià como Capitán General de Cataluña], con un volante del ‘Abuelo’ —en Cataluña, Macià es llamado el ‘Avi’—, desalojó a Despujols de la Capitanía General. El abogado Anguera de Sojo [nombrado presidente de la Audiencia Territorial y más tarde Gobernador Civil de Barcelona] marchó sobre la Audiencia Territorial. Para el Gobierno Civil se luchó vivamente. Emiliano Iglesias llegó primero al Gobierno, seguido de las huestes radicales. Pero Companys llegó después con tropa y el señor Iglesias huyó de Barcelona y se refugió en el ‘hall’ del Palace de Madrid”.
Continúa Pla, “La República catalana fue completamente independiente durante diez horas, es decir, hasta las ocho de la noche del día 14. Durante este tiempo se fraternizó a todo vapor en Barcelona al grito de “Muera Cambó”. El presidente se rodeó de un Consejo de Ministros en el cual no falto nada, ni un ministro de Defensa. Se dieron salvoconductos y se enviaron emisarios a los pueblos. Las comunicaciones, teléfonos y telégrafos, las aduanas del país, quedaron incautadas. La Guardia Civil, los Carabineros, toda la policía, se adhirió al movimiento y acató al señor Macià. Cuando el Gobierno provisional de la República española se puso al habla con el señor Macià, éste se sometió, naturalmente, pero envió al señor Carrasco Formiguera a Madrid, como plenipotenciario. Carrasco se encontró en Madrid con la reacción contraria que irradiaba de toda España y vio claramente que lo peor que le podía pasar a la joven República era caer por el lado del ridículo”.
El texto de Josep Pla me mueve a la siguiente reflexión: La mayor parte de los políticos que cita el periodista, comenzando por Francesc Macià, pertenecían a esa Esquerra Republicana de Catalunya (respaldada en uno u otro momento por anarquistas, socialistas y comunistas) que asaltó el poder y que más tarde protagonizó, por acción u omisión, una de las etapas más sanguinarias y crueles que ha vivido Cataluña, donde se prodigaron los intentos de golpes de Estado —Companys, octubre 1934—, los episodios violentos con numerosas víctimas mortales —eliminación del POUM— y el establecimiento de un auténtico régimen de terror en el que se cometieron fusilamientos indiscriminados y no pocas torturas o exterminio de ciudadanos inocentes en las checas controladas por la CNT-FAI (socios de ERC) y más tarde por el SIM. Incluso, en octubre del 36, se crearon Tribunales Populares y campos de trabajo, que en realidad fueron verdaderos reductos de exterminio alternativos a las 39 checas existentes sólo en Barcelona, desbordadas en su capacidad mortífera a partir de las primeras semanas del Alzamiento. 

Nada de esto sería digno de referirse, ni valdría la pena que se destacase pasados 30 años de la Transición, si no fuese porque el pertinaz espíritu revanchista de Zapatero, que en parte actúa a remolque de sus actuales socios, pretende crear una versión oficial de la Historia en la que los partidos que promovieron el terror durante la II República, los mismos que ahora se hallan en el poder, pasen a ser las víctimas de quienes entonces optaron por defenderse. Curiosamente, setenta y tantos años más tarde de aquellos sucesos, el ignominioso ERC de nuestros días exige que la persecución de lo que ellos denominan “genocidas” franquistas se incluya en la ley de “Memoria Histórica”. Además, reclama insistentemente que el Rey pida perdón a las víctimas del franquismo. Por su parte, IU exige que se anulen los juicios sumarísimos efectuados al finalizar la Guerra Civil, que se declaren no prescritos los “crímenes” cometidos como consecuencia de esos juicios y que se cree una fiscalía especial, destinada a encausar a los supuestos responsables que aún vivan. ¿Se referirán los comunistas de IU a gente como Santiago Carrillo?

Autor: Policronio
Publicado el 7 de marzo de 2007

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