martes, 8 de mayo de 2018

El espíritu que mostró ayer Rajoy debe seguir hasta 2008

El error de muchos analistas ha sido valorar la capacidad política de Rajoy a partir de sus brillantes intervenciones en el Congreso de los Diputados, donde a menudo apabulló a Zapatero. Sí, craso error, porque Rajoy, a la hora de ejercer la acción ejecutiva, ha demostrado que no es más que un político de salón. 

Rajoy vapuleó de nuevo a Zapatero en el Congreso de los Diputados e incluso llegó a ponerlo histérico y vociferante, como sólo los huérfanos de ideas y de programas políticos suelen ponerse al descubrírseles atrapados en el hurto del tarro de la mermelada -felonía-, defectillo o puerilidad hasta cierto punto comprensible en los niños pequeñitos, que pasa a ser toda una infamia, por no hablar de una vil traición a la patria, cuando quien la practica es el presidente del gobierno de España.


Una simple frase de lo más obvio, como aseguró el propio jefe de los populares, ha servido para desmontarle al bobo solemne todo su tinglado pastelero y desleal. Hela aquí: "Si el Gobierno no cumple le pondrán bombas, y si no hay bombas es porque ha cedido". Elemental, querido Watson, tan elemental que no puede estar más claro el callejón sin salida en el que se halla nuestro presidente por accidente, el cual le hace aparecer en una encrucijada con dos caminos a cual peor: La traición monstruosa a la patria o el incremento de la violencia asesina contra los españoles. Tan elemental que hasta el propio ZP lo ha refrendado con su histerismo, lo que viene a ser toda una confesión de que carece de plan B. Porque ya me dirá alguien qué clase de plan B tienen los niños cuando se les descubre subido a una silla, con el tarro abierto y los dedos "pringaos" de confitura.

Que sepa el señor Rajoy que lo ha hecho muy bien en esta ocasión -no siempre ha sido así- y que a su intervención se le debe emparejar el virtuosismo correspondiente a los hombres de Estado, ¡felicidades!, pero que recuerde igualmente que su goleada no tiene tanto mérito porque jugaba en casa -ese Parlamento cuya tribuna domina como nadie- y que su rival jamás logrará superar el listón del talcualillo, un término coloquial perfectamente atribuible a ZP si se considera que no es capaz de sobrepasar a casi nadie en medianía, por no decir en vulgaridad o insignificancia. A elegir.

No obstante, ya veremos si recala de puertas para afuera la destreza parlamentaria de don Mariano o sus palabras se las llevará el viento una vez más. Y es que no será fácil que la sensatez expuesta por el jefe de la Oposición acceda hasta el hombre de la calle e influya en abrirle los ojos. No, no será fácil porque lo lógico es que esas palabras sean debidamente manipuladas por los abundantes medios de comunicación mercenarios que sirven al actual amo del BOE. La táctica de ZP, por el contrario, será la de mantener la ambigüedad de sus intenciones, acogerse al todos contra el PP, que pasará a convertirse en un nuevo eslogan tan sarmentoso como incierto: "la unidad de los demócratas", y a esperar a que el tiempo transcurra. Ya escampará.

Por eso creo que el Partido Popular debe montar un turno de guardia entre sus dirigentes, a poder ser los menos gili-centristas, para que no haya día alguno en el que no se les recuerde a los votantes que el presidente del gobierno de España sigue siendo un rehén maniatado de la banda terrorista ETA. Y que si la banda atenta -y lo hará- es culpa directa de Zapatero y de sus inmorales socios, los de la falsa unidad de los demócratas. Y que si los violentos se mantienen sólo como hasta ahora, con eso que algunos sinvergüenzas denominan terrorismo de baja intensidad, entonces que tampoco queden muchas dudas de que se está claudicando ante los terroristas. Y así hasta las generales de 2008, machacando a diario. Demostrándoles a los ciudadanos que los perversos que ahora mandan no son su mejor opción de gobierno. 

Naturalmente, manifestaciones como la del 3 de febrero en Madrid, convocada por el Foro de Ermua, deben ser respaldadas por cualquier demócrata y especialmente alentadas por los populares. Pero no con un simple "bueno, pues me apunto", sino poniendo todo el ímpetu con el que uno cuente -¡la causa bien lo vale!- para que ese tipo de demostraciones de protesta ciudadana, a falta de medios de información suficientes, trasciendan hasta el último rincón de España y el común de la gente se pregunte, al menos, qué las motiva. 

Autor: Policronio
Publicado el 16 de enero de 2007

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