martes, 8 de mayo de 2018

Desvelada la identidad de la banda de interior

Más de uno de los diputados que impidieron al PP exponer sus ideas sobre cómo abordar el terrorismo etarra, lo que en sí mismo constituyó un acto realmente antidemocrático, merecía haber desalojado el Parlamento con las manos esposadas.

Dice el aforismo clásico que "hay que unirse, no para estar juntos, sino para hacer algo juntos". Quizá lo más importante de las reuniones de un Parlamento consista en valorar y decidir qué debe hacerse respecto a un tema concreto, pongamos el terrorismo etarra, y muy especialmente tras comprobarse sin ningún género de dudas que la política gubernamental, eso que falsamente se ha venido denominando "Proceso de Paz", saltó por los aires al mismo tiempo que la T-4. Y claro, cuando toda la obsesiva labor política se vuelca en el "diálogo" con los que prenden la mecha, éste se percibe con gran dificultad a causa del sonido de las detonaciones y los lamentos de los familiares de las víctimas. 


De ahí la manifiesta necesidad de debatir las propuestas de todos los grupos parlamentarios y en su caso aceptarlas si de ellas se desprende una solución alternativa a la que ya ha fracasado. Ahora bien, cuando las diversas formaciones del Parlamento español se han puesto de acuerdo para no debatir las propuestas sobre terrorismo que el Partido Popular ofrece a la Cámara, y se alega para ello que esas propuestas de la derecha están planteadas para enfrentar y dividir, la pregunta que corresponde hacerse es: ¿qué clase de moralidad cabe otorgarles a unos parlamentarios que eluden el debate a partir de un juicio de intenciones? Cero. Cero moralidad e infinita desvergüenza. Tan infinita o más, puesto que es mayor el número de representantes del pueblo excluidos del debate, que la que fue preciso usar para acordar ese Pacto del Tinell que marginaba al PPC en Cataluña.

Es más, cualquier persona con dos dedos de frente ataría los siguientes cabos: Si no queréis debatir otras posibles soluciones al tema del terror, debe entenderse que os sigue gustando la resolución aprobada en mayo de 2005, según la cual se establecían las bases para el diálogo con la banda terrorista ETA. Sin embargo, una de las cláusulas de la citada resolución parlamentaria dejaba claro el asunto: Si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción, apoyamos procesos de diálogo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar la violencia. Luego es evidente que aquello fue para vosotros papel mojado -tan mojado como la Constitución para ZP- y que la cláusula se incluyó para darle al documento cierto aire de formalidad democrática que impidiera se os viese la patita a las primeras de cambio.

Ahora bien, ¿creen sus señorías que siguen dándose "condiciones adecuadas" para el diálogo, luego de un enorme estrago en Barajas y dos personas sepultadas en vida? ¿Estarán realmente convencidos de que se cumplen, asimismo, estas otras condiciones expuestas en el primer párrafo, apartado 1, de la citada resolución?: Reiteramos que la violencia terrorista, es decir, el asesinato, las agresiones, la extorsión económica, la amenaza y cualesquiera otras formas de intimidación y chantaje, como métodos de una pretendida acción política, son moralmente inaceptables y absolutamente incompatibles con la democracia.

Si de verdad lo creen honradamente ustedes -no todos los ustedes demuestran ser señorías-, y no priva en sus decisiones ciertos aspectos relacionados con intereses espurios y sumamente lesivos para la nación española, entonces que Dios nos coja confesados, porque no es difícil llegar a la conclusión de que nos hallamos ante otra banda de facinerosos y anti demócratas que se agarra a una mayoría escuálida para evitar el debate parlamentario -el más importante de los diálogos posibles- y que sin duda profesa una moralidad semejante a la de los etarras, solo que esta vez se encuentra alojada en el interior del propio Parlamento español. Una banda -repitámoslo- que ha tenido la enorme fortuna de encontrarse con el apoyo incondicional del máximo responsable político obligado a cumplir y hacer cumplir la Constitución, pero que ha preferido dedicarse a pactar con bandoleros. Unos de fuera y otros de dentro de...

Autor: Policronio
Publicado el 18 de enero de 2007 

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