lunes, 7 de mayo de 2018

Cuidado con las gestoras de cooperativas de viviendas (II)


Como se apuntaba en la primera parte de esta serie, ya la entrada en la cooperativa resultaba muy extraña. Los futuros y sorpresivos cooperativistas se acercaban a la oficina de la promotora en Ciudad-Real, con el ánimo de adquirir una vivienda. Y la promotora les enseñaba los planos de la futura edificación, les hablaba del precio, etc., y eso sí, con un pequeño detalle: "debían apuntarse a una cooperativa". Pues si hay que apuntarse a una cooperativa, nos apuntamos, decían. Cuando ya habían tomado la decisión de apuntarse a la cooperativa, sin tener plena conciencia de lo que eso significa, convertirse en promotor y asumir con ello todos los riesgos que una promoción de viviendas conlleva, firman un contrato de admisión y, además de hacer la aportación al capital social, 10.000.- ptas., se ven obligados a pagar a la gestora, 15.000.- ptas. en concepto de honorarios de preinscripción en la cooperativa. Y si no, no hay vivienda. Sorprendente.


Pues bien, cuando ya había "apuntados" unos cuarenta "cooperativistas", se convoca Asamblea General Extraordinaria de la cooperativa para el 13 de diciembre de 1999. Y había que ver la mesa de presidencia: el Consejo Rector de la Cooperativa, todos empleados de quien les había vendido el solar. Y la gestora, que iba a cobrar un 12% del coste de la promoción, a más coste más honorarios, miembros del mismo grupo empresarial que la promotora que les había vendido el solar. Reunidos en Asamblea, el representante de la gestora, que también era miembro del equipo directivo de la promotora, toma la palabra y anuncia que, para mediados de enero, tal y como se había pactado con anterioridad, la mercantil "fulana" les iba a otorgar la escritura pública de compraventa del solar. Y el sujeto hablaba como si no se conocieran de nada.

También anuncia que ¡por fin! se había obtenido la Cédula de Calificación Provisional de Protección Oficial para la edificación en cuestión. Ocultando que, obtenida la Cédula con anterioridad por la promotora fulana, se había producido un mero cambio de titularidad. Por supuesto que nunca se exhibió esa Cédula, porque se habría descubierto el pastel. También se acuerda la celebración de los contratos de preadjudicación de las viviendas. Y en ese contrato de preadjudicación, como no podía ser de otra forma, el precio de adjudicación no supera el máximo permitido en la legislación de viviendas de protección oficial.

Antes de la firma de esos contratos, los cooperativistas, claro está, hacen las oportunas aportaciones para la compra del solar y autorizan al Consejo Rector para la constitución de una hipoteca sobre el solar para atender al pago del mismo. Y un detalle, en esa Asamblea dimite en bloque todo el Consejo Rector, ¿por qué? Porque fueron despedidos en circunstancias extrañas de la empresa promotora. Y se pasa a nombrar otro nuevo y qué casualidad, todos los que se presentan al unísono están relacionados de un modo u otro con la promotora y la gestora. También se les notifica a los cooperativistas el cambio de domicilio social de la cooperativa, que, vaya casualidad, son las oficinas de la gestora en Ciudad-Real. 

Otorgada en el mes de enero la escritura pública de compraventa del solar en cuestión, se obtiene a mediados de febrero la licencia de obras y hora es de adjudicar las obras. Para ello se convoca una Asamblea General Extraordinaria para mediados de marzo. Constituida la Asamblea, ya casi con ochenta cooperativistas, lo primero que se propone por la Gestora es que los que entren a partir de ese momento tendrían que pagar, además de las aportaciones iniciales, 300.000.- ptas. en concepto de actualización financiera. Los costes se les habían ido de las manos a la gestora y de alguna manera había que cubrirlos. Aprobado ello, se pasa a la adjudicación del contrato de obra y el representante de la gestora dice que se han recibido seis ofertas, tres de constructoras locales y tres de constructoras de ámbito nacional y que la mejor es la constructora mengana y que además el representante de la misma había sido invitado a la asamblea para discutir posibles mejoras. Y se oculta el porqué las otras ofertas fueron desechadas.

Y aquí un paréntesis para terminar esta entrega. ¿Cómo es posible que los cooperativistas, que al fin y al cabo son los dueños de las obras, no opongan resistencia a las decisiones que otros, meros gestores, ya han tomado? El capítulo de la responsabilidad personal para ocuparse de los propios asuntos lo dejo para las conclusiones. Me centro, de momento, en cómo son esas Asambleas, cuestión que se deduce de la lectura de las actas de todas ellas.

Primero, se celebran cuando la gente sale de trabajar y todo lo que ello conlleva, de ganas de relajarse, etc. Los cooperativistas se sienten compradores, ellos pagan y otros hacen lo que tienen que hacer. Lo de la economía social no les acaba de entrar. Y fundamental, los gestores son unos auténticos genios. Los asuntos importantes los proponen al principio de las asambleas, cuando la gente se está sentando, saludándose, congratulándose de que vamos a ser vecinos... etc. Y cuando alguien denota un signo de resistencia, coño (perdonad la expresión), siempre sale el quisquilloso que no le gusta el color de los azulejos y que quiere que se los cambien, o que el plato de ducha sólo mide sesenta centímetros, y cuestiones de ese tenor. En medio de la discusión sobre si las jardineras deben ser de piedra artificial o de cerámica, se aprueba la adjudicación de la obra en cuestión. 

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 8 de enero de 2007

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