martes, 22 de mayo de 2018

Contribución a la “Memoria Histórica”: Abuelos

Que alguien explique si es posible descansar en una celda semejante. Es decir, las victimas de los chequistas fueron torturadas 24 horas al día.

Ante la descabellada campaña “Memoria de la Historia”, iniciada por quienes nos gobiernan, siento un estremecimiento de horror que me mueve a escribir estas líneas y a rememorar lo que supuso la zona roja, donde tanto dolor vivimos los de nuestra generación. ¿Por qué sacar a flote ahora aquella época? ¿Pretenden la revancha? Nosotros no, pero si ellos la quieren, lo lógico es que todos tengamos derecho a ella. Y precisamente los que han iniciado la campaña eran los que más tenían que tapar. Desde luego que los nacionales no fueron unos santos en aquella tragedia, pero, comparativamente, fueron los buenos. O al menos los menos malos y a mucha distancia.


Todos tuvimos abuelo. Al abuelo del señor Zapatero lo fusilaron los nacionales: pero con todos los honores, tuvo juicio (admito que lo consideren una pamema), tuvo defensor, acusadores, última cena, capilla, testamento, despedida de los familiares y, en todo momento, trato correcto, sufriendo la muerte sin torturas vesánicas, con honores militares tras la ejecución. El tío abuelo de mi mujer, don Bernardo del Amo, funcionario de Correos, fue esperado al regreso de su trabajo por los milicianos del gobierno de Madrid, en la puerta de su casa, calle de Trafalgar esquina a Eloy Gonzalo.  

Lo llevaron a la checa de Marqués de Riscal, que tenía carácter oficial. Regida por Izquierda Republicana (el partido de Azaña, presidente de la República). Nada más entrar, fue concienzudamente machacado con las culatas de los fusiles, al extremo de saltarle un ojo, fracturarle varias costillas y la mandíbula. Al anochecer, lo llevaron a los Altos del Hipódromo y lo mataron. No tuvo ultima cena, confesión, despedida de la familia, etc. Su horrendo crimen, según el tribunal popular que le juzgó, fue haber actuado de interventor por Acción Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936 y estar suscrito al “ABC”.

Su familia estuvo largos meses sin saber de él, hasta que la verdad llegó a su conocimiento. Desde luego que a su mujer, no tenían hijos, se le ocultó la forma en que le fue dada muerte y la señora falleció sin tener conocimiento de que había sido encontrado el cuerpo torturado de su marido. Y eso era norma en los paseos que daban los “agentes” del gobierno de Madrid. El que lo desee, puede echar un vistazo a “La Causa General”, donde aparecen fotografías de víctimas, muertas en condiciones semejantes, o peores, a como lo fue Bernardo, fotos tomadas por los mismos juzgados rojos. Que en zona nacional se dio algún caso de vesania, es algo que no lo dudo, pero era la excepción. En ella se procedía al frío cumplimiento de unas leyes, tal vez injustas, (“condenado por auxilio a la rebelión”), pero quienes las aplicaban eran funcionarios, incapaces, por regla general, de producir tortura. Aplicaban la ley y basta. 

Autor: Rogelio Latorre Díaz
Publicado el 20 de marzo de 2007

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