Un extraordinario artículo, cargado de datos históricos, que demuestra la falsedad del izquierdismo. |
Navegando
por la Red nos hemos encontrado con un interesante artículo en el
que bajo el título “Cinismo
e hipocresía en el nuevo lenguaje”,
se hace un más
que interesante repaso al cinismo y la hipocresía
que caracteriza la ética
de la izquierda puesto de manifiesto con la desaparición
del ex (repetimos: "ex") dictador de Chile, Augusto
Pinochet. Por
su interés, a continuación se reproduce al citado artículo,
aparentemente sin firma e insertado como si un editorial se tratase.
Cinismo
e hipocresía en el nuevo lenguaje
La
muerte del general Augusto Pinochet ha puesto de manifiesto una vez
más el cinismo y la hipocresía que caracteriza la ética de la
izquierda, hoy al parecer compartida aún por los que se le oponen,
como habría dicho Von Misses. Y por si acaso pueden caber dudas al
respecto de estos juicios, me voy a referir al diccionario que da
brillo y esplendor a la lengua castellana, hoy un tanto deslucida por
el "nuevo lenguaje" (Orwell).
Cinismo:
Desvergüenza en defender o practicar acciones o doctrinas
vituperables. Hipocresía: Fingimiento de
apariencias de cualidades o sentimientos contrarios a los que
verdaderamente se tienen; dícese comúnmente de la falsa apariencia
de virtud y devoción. Aclarados que fueran los conceptos y el
sentido de los juicios emitidos, creo procedente entonces pasar a
explicar el porqué de mis aseveraciones.
No
puedo por menos que sorprenderme ante un mundo que se refiere al
general Pinochet como el dictador y opresor por la violación de los
derechos humanos durante su mandato, en tanto que se refiere de
manera opuesta al presidente Fidel Castro, ignorando las violaciones
pertinaces de cuanto derecho existe que registra la historia de sus
47 años (2006) de dictadura comunista.
Ya
en 1910, en su obra La Revolución
Francesa y Sudamericana,
Luis Alberto de Herrera había
tomado conciencia de la dualidad ética
que nos caracterizaba y escribía:
“Caracterizan
a nuestra raza la arrogancia en el extravío;
la preconización
permanente de la libertad desmentida en los hechos; el sofisma
esgrimido con habilidad en todas las encrucijadas del deber, para
rehuirlo; la poesía
del desinterés
decorando la prosa interesada; arrestos de equidad, sin perjuicio de
medirlo siempre con metro de vencedor… la ignorancia de las
virtudes tolerantes aunque vivamos en su incienso; y creerse por ende
en el soberano ejercicio de las calidades que le faltan”.
Lamentablemente
este carácter está más extendido que el relativamente reducido
ámbito de la América al sur del Río Grande. Fue de Europa que
aprendimos ese ropaje existencial que, como dijera Trasímaco, se usa
el lenguaje de la moral convencional en beneficio propio en la
búsqueda del poder político. Y ese lenguaje y no otro es el que
respira el moralismo igualitario del socialismo, que culmina en que
"algunos cerdos son más iguales que otros".
Esta
realidad la había igualmente percibido Herrera en la evolución del
jacobinismo que caracterizara la Revolución Francesa y a la que
Alberdi se refiriera como la "barbarie ilustrada". Pero fue
otro latinoamericano, Carlos Rangel, quien tomara igualmente
conciencia de la influencia malsana del iluminismo en nuestros
avatares políticos desde el comienzo de nuestras nacionalidades y
así lo expresó en su “Del Buen salvaje al Buen Revolucionario”.
Todo
el mundo sabe que en 1973 Chile era un país
paupérrimo
con una inflación
galopante y que Allende lo llevaba por el rumbo del
marxismo-leninismo. Fue así
que provocara el éxodo
de los chilenos al tiempo que comenzaba las expropiaciones. Los
Estados Unidos, por supuesto enfrascados en la Guerra Fría,
apoyaron el golpe, así
como a todos los gobiernos militares que en la década
del '70 combatían
la guerrilla criminal financiada por la Unión
Soviética
y entrenada en La Habana.
Solo
la traición de Kennedy en Bahía de Cochinos y más tarde en la
Crisis de los Misiles permitió que la Unión Soviética se
aposentara en la "Tierra más fermosa que ojos humanos vieren".
Fue esa lúgubre actuación la que Paul Johnson tildara del Intento
de Suicidio Americano en su obra “Tiempos Modernos”.
Llegó
entonces Jimmy Carter a la Casa Blanca en 1975 para iniciar un nuevo
Yalta en este continente, bajo el disfraz de la democracia basada en
lo que he repetido como el despotismo electivo, en palabras de Thomas
Jefferson.
Fue
Jeanne Kirkpatrick, posteriormente representante de Estados Unidos en
la ONU durante la presidencia de Ronald Reagan, quien en su
“Dictaduras y Doble Moral” acusara a los funcionarios del
Departamento de Estado de apoyar a los dictadores opositores y
traicionar a los que habían sido sus aliados en la lucha contra la
guerrilla marxista.
La
primera víctima propiciatoria de esta nueva política fue el Sha de
Irán. Y a esta decisión de traición flagrante a sus aliados bajo
el asesoramiento del marxista Zignew Brzezinski le debemos el
desequilibrio presente en el Medio Oriente.
Al
mismo tiempo que se denuesta a Pinochet que salvara a Chile para la
libertad, y entronizara el sistema que le permitió reducir la
pobreza y convertirse en un ejemplo para el continente, la figura de
Fidel Castro es encomiada como líder del antiimperialismo. Cuba, en
1959, cuando llegara Fidel Castro, era el país de América Latina
con un nivel de vida más alto. No voy a decir que gracias a nuestras
virtudes políticas de las que carecíamos, sino a pesar de ello.
Casi 50 años después la pobreza impera juntamente con la falta de
libertad.
No
es de extrañar que de todos los dictadores militares de América
Latina sea Pinochet el más recordado y consecuentemente més
vituperado. Ello se debe precisamente al éxito indubitable de su
régimen, que salvó a Chile de la Unidad Popular.
No
obstante, se pretende creer que la situación envidiable de Chile en
la actualidad se debe a la Democracia Cristiana, cuando fue ésta la
que a cambio de dádivas políticas le entregó el poder al comunismo
en 1970.
Es
verdad que después de 1990, cuando a través de un plebiscito le
entregaran el poder, han tenido la sabiduría de no incurrir en los
mismos errores anteriores y continuar el camino iniciado por
Pinochet. La hipocresía imperante hace que intentar reconocer esa
realidad sea descalificado por opresor y torturador. De la misma
manera, reconocer la violación de los derechos humanos en Cuba, la
falta de libertad, así como la falacia de la medicina cubana y la
pobreza existente en tanto que la nueva clase, al decir de Milovan
Djilas, "vive en la opulencia", es defender el imperialismo
y el capitalismo salvaje, ahora denominado neo-liberalismo.
Así
se ignora igualmente que la señora Hilda Molina no puede salir del
país porque en Cuba los cerebros pertenecen al Estado. Igualmente
que miles de cubanos arrostran los tiburones en busca de libertad y
muchos pierden la vida en el intento.
Mal
que le pese al mundo entero, con Europa incluida, la única
alternativa en la década
del '70 eran los militares o los comunistas. Ignorar en términos
morales las verdaderas alternativas políticas
para descalificar a los que nos salvaron de lo peor es un cinismo
criminal.
Recordemos
que en 1940 Estados Unidos pactó con el criminal más grande que
había producido el mundo, Joseph Stalin, en nombre de la libertad y
la democracia. Algo más tarde, en Yalta, Roosevelt entregó media
Europa al imperio Soviético contra la opinión de Churchill y del
general Patton.
La
historia muestra que la política
lamentablemente no se define entre el bien y el mal, sino entre lo
malo y lo peor. Así
el general Pinochet salvó
a Chile de lo peor, como Estados Unidos salvó
a Europa de los propios europeos en la Segunda Guerra Mundial, por
más
que se pueda criticar el bombardeo a la ciudad de Dresden o las
bombas de Hiroshima y Nagasaki.
"El
que esté libre de pecado que arroje la primera piedra".
Artículo
publicado en el diario
digital La Nueva (Bahía Blanca, Argentina)
Presentación y compilación: Smith
Publicado el 15 de diciembre de 2006
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