miércoles, 2 de mayo de 2018

Cinismo e hipocresía en el nuevo lenguaje

Un extraordinario artículo, cargado de datos históricos, que demuestra la falsedad del izquierdismo.

Navegando por la Red nos hemos encontrado con un interesante artículo en el que bajo el título “Cinismo e hipocresía en el nuevo lenguaje”, se hace un más que interesante repaso al cinismo y la hipocresía que caracteriza la ética de la izquierda puesto de manifiesto con la desaparición del ex (repetimos: "ex") dictador de Chile, Augusto Pinochet. Por su interés, a continuación se reproduce al citado artículo, aparentemente sin firma e insertado como si un editorial se tratase.


Cinismo e hipocresía en el nuevo lenguaje

La muerte del general Augusto Pinochet ha puesto de manifiesto una vez más el cinismo y la hipocresía que caracteriza la ética de la izquierda, hoy al parecer compartida aún por los que se le oponen, como habría dicho Von Misses. Y por si acaso pueden caber dudas al respecto de estos juicios, me voy a referir al diccionario que da brillo y esplendor a la lengua castellana, hoy un tanto deslucida por el "nuevo lenguaje" (Orwell).

Cinismo: Desvergüenza en defender o practicar acciones o doctrinas vituperables. Hipocresía: Fingimiento de apariencias de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen; dícese comúnmente de la falsa apariencia de virtud y devoción. Aclarados que fueran los conceptos y el sentido de los juicios emitidos, creo procedente entonces pasar a explicar el porqué de mis aseveraciones.

No puedo por menos que sorprenderme ante un mundo que se refiere al general Pinochet como el dictador y opresor por la violación de los derechos humanos durante su mandato, en tanto que se refiere de manera opuesta al presidente Fidel Castro, ignorando las violaciones pertinaces de cuanto derecho existe que registra la historia de sus 47 años (2006) de dictadura comunista.

Ya en 1910, en su obra La Revolución Francesa y Sudamericana, Luis Alberto de Herrera había tomado conciencia de la dualidad ética que nos caracterizaba y escribía: Caracterizan a nuestra raza la arrogancia en el extravío; la preconización permanente de la libertad desmentida en los hechos; el sofisma esgrimido con habilidad en todas las encrucijadas del deber, para rehuirlo; la poesía del desinterés decorando la prosa interesada; arrestos de equidad, sin perjuicio de medirlo siempre con metro de vencedor… la ignorancia de las virtudes tolerantes aunque vivamos en su incienso; y creerse por ende en el soberano ejercicio de las calidades que le faltan”.

Lamentablemente este carácter está más extendido que el relativamente reducido ámbito de la América al sur del Río Grande. Fue de Europa que aprendimos ese ropaje existencial que, como dijera Trasímaco, se usa el lenguaje de la moral convencional en beneficio propio en la búsqueda del poder político. Y ese lenguaje y no otro es el que respira el moralismo igualitario del socialismo, que culmina en que "algunos cerdos son más iguales que otros".

Esta realidad la había igualmente percibido Herrera en la evolución del jacobinismo que caracterizara la Revolución Francesa y a la que Alberdi se refiriera como la "barbarie ilustrada". Pero fue otro latinoamericano, Carlos Rangel, quien tomara igualmente conciencia de la influencia malsana del iluminismo en nuestros avatares políticos desde el comienzo de nuestras nacionalidades y así lo expresó en su “Del Buen salvaje al Buen Revolucionario”.

Todo el mundo sabe que en 1973 Chile era un país paupérrimo con una inflación galopante y que Allende lo llevaba por el rumbo del marxismo-leninismo. Fue así que provocara el éxodo de los chilenos al tiempo que comenzaba las expropiaciones. Los Estados Unidos, por supuesto enfrascados en la Guerra Fría, apoyaron el golpe, así como a todos los gobiernos militares que en la década del '70 combatían la guerrilla criminal financiada por la Unión Soviética y entrenada en La Habana.

Solo la traición de Kennedy en Bahía de Cochinos y más tarde en la Crisis de los Misiles permitió que la Unión Soviética se aposentara en la "Tierra más fermosa que ojos humanos vieren". Fue esa lúgubre actuación la que Paul Johnson tildara del Intento de Suicidio Americano en su obra “Tiempos Modernos”.

Llegó entonces Jimmy Carter a la Casa Blanca en 1975 para iniciar un nuevo Yalta en este continente, bajo el disfraz de la democracia basada en lo que he repetido como el despotismo electivo, en palabras de Thomas Jefferson.

Fue Jeanne Kirkpatrick, posteriormente representante de Estados Unidos en la ONU durante la presidencia de Ronald Reagan, quien en su “Dictaduras y Doble Moral” acusara a los funcionarios del Departamento de Estado de apoyar a los dictadores opositores y traicionar a los que habían sido sus aliados en la lucha contra la guerrilla marxista.

La primera víctima propiciatoria de esta nueva política fue el Sha de Irán. Y a esta decisión de traición flagrante a sus aliados bajo el asesoramiento del marxista Zignew Brzezinski le debemos el desequilibrio presente en el Medio Oriente.

Al mismo tiempo que se denuesta a Pinochet que salvara a Chile para la libertad, y entronizara el sistema que le permitió reducir la pobreza y convertirse en un ejemplo para el continente, la figura de Fidel Castro es encomiada como líder del antiimperialismo. Cuba, en 1959, cuando llegara Fidel Castro, era el país de América Latina con un nivel de vida más alto. No voy a decir que gracias a nuestras virtudes políticas de las que carecíamos, sino a pesar de ello. Casi 50 años después la pobreza impera juntamente con la falta de libertad.

No es de extrañar que de todos los dictadores militares de América Latina sea Pinochet el más recordado y consecuentemente més vituperado. Ello se debe precisamente al éxito indubitable de su régimen, que salvó a Chile de la Unidad Popular.

No obstante, se pretende creer que la situación envidiable de Chile en la actualidad se debe a la Democracia Cristiana, cuando fue ésta la que a cambio de dádivas políticas le entregó el poder al comunismo en 1970.

Es verdad que después de 1990, cuando a través de un plebiscito le entregaran el poder, han tenido la sabiduría de no incurrir en los mismos errores anteriores y continuar el camino iniciado por Pinochet. La hipocresía imperante hace que intentar reconocer esa realidad sea descalificado por opresor y torturador. De la misma manera, reconocer la violación de los derechos humanos en Cuba, la falta de libertad, así como la falacia de la medicina cubana y la pobreza existente en tanto que la nueva clase, al decir de Milovan Djilas, "vive en la opulencia", es defender el imperialismo y el capitalismo salvaje, ahora denominado neo-liberalismo.

Así se ignora igualmente que la señora Hilda Molina no puede salir del país porque en Cuba los cerebros pertenecen al Estado. Igualmente que miles de cubanos arrostran los tiburones en busca de libertad y muchos pierden la vida en el intento.

Mal que le pese al mundo entero, con Europa incluida, la única alternativa en la década del '70 eran los militares o los comunistas. Ignorar en términos morales las verdaderas alternativas políticas para descalificar a los que nos salvaron de lo peor es un cinismo criminal.

Recordemos que en 1940 Estados Unidos pactó con el criminal más grande que había producido el mundo, Joseph Stalin, en nombre de la libertad y la democracia. Algo más tarde, en Yalta, Roosevelt entregó media Europa al imperio Soviético contra la opinión de Churchill y del general Patton.

La historia muestra que la política lamentablemente no se define entre el bien y el mal, sino entre lo malo y lo peor. Así el general Pinochet salvó a Chile de lo peor, como Estados Unidos salvó a Europa de los propios europeos en la Segunda Guerra Mundial, por más que se pueda criticar el bombardeo a la ciudad de Dresden o las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

"El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra".

Artículo publicado en el diario digital La Nueva (Bahía Blanca, Argentina)

Presentación y compilación: Smith
Publicado el 15 de diciembre de 2006

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