El socialismo es una fuente inagotable de argumentos para los que nos dedicamos a escribir de política, qué duda cabe. Cuando esa ideología se hace con el poder, toda corrupción o inmoralidad pública tienen su asiento y al final no es posible llegar a extrañarse de sus atropellos continuados. Éstos suelen producirse por acción u omisión de los cabecillas, es decir, por practicar la bajeza política o hacerse cómplice de ella. De las muchas cuestiones de actualidad, hoy me han llamado la atención dos noticias concernientes al modo de actuar del socialismo: Que nadie dentro de la Ejecutiva del PSOE comente nada acerca de ese periodista cubano condenado a cuatro años de prisión y que la vicepresidenta Fernández de la Vega acuse al diputado Acebes de tener “problemas con los informes policiales”, entre otras lindezas proferidas por la señora.
El primero de los asuntos, el silencio cómplice del gobierno Zapatero ante lo que sin duda es un ejemplo más de la tiranía cubana, constata a las claras que hay que ser muy antidemócrata para no protestar airadamente frente al hecho de que se encarcele a alguien como consecuencia de una situación que el régimen cubano ha definido como de “peligrosidad pre-delictiva”, es decir, tú pasas al trullo porque me viene a las mientes que puedes llegar a delinquir algún día. Y esa figura de tan original peligrosidad en Cuba se le aplica, nada menos, que a un periodista, significándose de tal modo, una vez más, que la libertad de expresión —o cualquier otra libertad— zarpó de la isla caribeña junto a los primeros cubanos que acabaron refugiados en Miami.
Es sintomático que la situación se haya dado en Cuba, precisamente, casi coincidiendo con la visita del ministro Moratinos a la isla-prisión, donde no le importó abrazarse con unos cuantos sicarios de la tiranía castrista y sonreírles mientras escuchaba a su colega cubano cómo trataba de terroristas y espías a los opositores al régimen. Eso significa que esta gente que ahora gobierna en España, cuyo embajador en Cuba es de marcada ideología comunista, además de ir haciendo el ridículo por todas partes y dejándose tomar el pelo, es incapaz de expresar unas palabras de condena, siquiera para no perder del todo la cara, ante lo que representa un caso grave de injusticia. Hechos de tal índole en nuestra política internacional, si es que a eso puede llamársele política, retratan al socialismo zapaterino y le confieren la condición de partido no democrático. Sin paliativos.
En el segundo de los asuntos, la acusación de la Vicepresidenta al popular Acebes, se da la paradoja de encontrarnos con que esta señora que ahora acusa a otro de mentir, lógicamente con la intención de afrentarlo, en su condición de secretaria de Estado del ministro Belloch estuvo afectada muy de cerca por la falsificación de los papeles de Laos en el caso Roldán, también por otras irregularidades cometidas por el gobierno de González, de las que fue necesariamente encubridora al no haber dimitido de su cargo ni denunciarlas debidamente.
¿Qué significa una cosa así? Que la inmoralidad de algunos no tiene límites a la hora de intentar conservar el poder, fin único de sus actividades, y que al más puro estilo propagandístico tratan de arrojarle un baldón a otros para neutralizar la crítica hacia el actual Gobierno. Porque Acebes, a partir de un informe de Europol en el que se alerta de que la ETA ha reconstruido su capacidad para atentar, se limitó a pedirle detalles sobre la verificación de alto el fuego de la banda terrorista. Pero claro, la respuesta de Fernández de la Vega, pillada una vez más en el desistimiento gubernamental ante los terroristas, consistió en descalificar a su oponente, culpándole del uso indebido del informe Europol, que es público, y, de paso, sumándose a la campaña promovida por su partido en la que se intenta maniobrar a la desesperada con determinados datos del atentado del 11-M.
Decía un viejo poeta griego del siglo VI antes de Cristo, llamado Teognis, que “Yo no despreciaré a ninguno de mis rivales si es bueno, ni ensalzaré a ninguno de mis amigos si es malo”. El socialismo procede siempre justo al revés, alaba a los tiranos de su propia cuerda y arremete contra los que considera no ya rivales, sino enemigos, con independencia de la bondad o maldad que haya en sus comportamientos. La pregunta final no puede ser otra: ¿Es a este socialismo zapaterino y degenerado al que hay que votar llegado el caso?
Autor: Policronio
Publicado el 19 de abril de 2007
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