Nada hay más trapacista en el mundo de la política, o lo que es lo mismo, más embaucador, que el uso adulterino de las palabras, sobre todo cuando de éstas se obtiene un barniz que no deja de aplicarse con intensidad, y en varias capas, para ocultar la parte pútrida tras el discurso supuestamente magnánimo de un determinado dirigente socialista. El trapacista es, ante todo, un tipo de político sin alma y a menudo sin ideas provechosas, excepto para sí mismo, al que incluso le cuesta leer más allá de línea y media del texto que otros le han preparado. De ahí sus continuados y ampulosos eslóganes o sus frases fronterizas con la ambigüedad, todas ellas rezumando una bondad que, de ser sincera, cualquiera secundaría y a muchos engaña.
Abogar por la alianza de civilizaciones, como nuestro "héroe" hace hoy mismo en Turquía, sin explicar con claridad en qué consiste esa alianza, sería un ejemplo claro de discurso embaucador. Afirmar que siente ansias infinitas de paz, mientras lleva años pactando con una banda de criminales, sería una segunda muestra de prosa desleal y farandulera. Fustigarnos a los españoles, como suele hacer a menudo, con ideas de igualdad y justicia para todos, cuando de un conciliábulo nocturno presidido por él ha surgido ese estatuto catalán que conculca la Constitución en más de 100 de sus apartados y encima representa el paradigma de la desigualdad o el diseño de un poder judicial a capricho de la Autonomía, es el no va más de la adulteración de las palabras a las que unos hechos contrastados, de signo contrario, han convertido en monstruosas falsedades.
Digámoslo ya sin rodeos. El prototipo tramposo de última generación tiene un nombre propio: ZP. Cualquier alocución de ZP, proferida comúnmente con tintes de soflama, es imposible que vaya destinada a otro fin distinto que el de encandilar-contentar a las dos subespecies principales de sus votantes: Los pájaros bobos y las aves de rapiña. O lo que es lo mismo, los crédulos y los en nómina. O, si se me apura, los que se creen el cuento y los que viven del cuento. Y no hay más, porque si en un mitin de Rodríguez a alguien se le ocurriese cerrar los ojos durante diez segundos, lo que quizá le llevase a arrinconar en ese instante el deslumbramiento o la codicia, es muy probable que comenzase a correr y no parara hasta llegar a una posición política decente.
Sí, reconozco que en el universo del "progresismo" hay otras subespecies menores, pero no deben darse por aludidas en esta crítica, puesto que se les reconoce su condición de aves de paso, migratorias, camino de la racionalidad y de unos pastizales donde se incluya, además, la opción de humedecer el pico en el estanque del libre albedrío. Bobos y rapaces son, al contrario del ave de paso, ejemplares adictos al barniz del trapacero. A su modo, unos y otros se muestran satisfechos con la suerte de haber sido destinados a: 1) mano de obra barata que deposita el voto por inercia y permanece atada a una ideología que nunca cuestiona. 2) pesebrista pertinaz de ese mismo credo político, incapaz de salir adelante sin la correspondiente canonjía, a base de abundante alpiste, facilitada por el gobierno o el partido socialista que le sirve de piso franco.
Cuando las bandadas de rapaces y bobos son muy numerosas dentro del averío de una formación política, circunstancia que no olvidemos se dio en ese congreso del PSOE donde fue elegido el "mirlo blanco" que ahora nos preside, acostumbran a disputarse la presa igual que esos córvidos que despedazan los restos abandonados por un depredador mayor. No es nada extraño, además, que acaben por elegir al que finalmente consideran con la misma agresividad y fuste que los muebles de jardín donde se posan. En ese congreso se quiso evitar la elección de Bono. Visto el asunto con cierta perspectiva, tras cotejar su trayectoria en Defensa y su "prefiero morir a matar", está claro que algunos lo consideraban ya una buena pieza. Se le tenía reparo a la demagogia galopante del manchego, envoltorio de su instinto omnímodo, y muchos consideraban que propiciaría una buena desbandada si resultaba elegido. Opinaban así, sobre todo, los llamados barones del partido, que deseaban conservar impolutos sus cotos, libres de cualquier ordeno y mando, de modo que prefirieron escoger a quien creían algo semejante a un espantapájaros con poco relleno y tumbado de espaldas, vamos, un talcualillo. Pero donde creyeron que habían escogido a Caperucita, mira por dónde resultó ser un lobo feroz que había sabido mantener emboscadas hasta entonces sus ideas radicales.
Ahora, en menos de tres años de cargo y otros tantos de opositor callejero, el talcualillo ZP no sólo ha escabechado al propio Bono -de Rosa Díez ya ni hablemos-, sino que por el mismo precio ha puesto en fuga a cuanto barón procedió al uso de sus influencias para elegirle. La nómina de los caídos o situados en capilla, siempre a mayor gloria de ZP, no es nada baladí: A Redondo, Maragall, Ibarra Vázquez... les cabe el honor de encabezarla. Seguirán unos cuantos más, sin duda alguna, porque el trapacero, modelo talcualillo, no sabe alimentar su mediocridad sin hacer sangre o arrinconar a los de superior valía en el vuelo. Se ha visto a ojo de pájaro que al que no le ha dado puerta, le ha señalado la dirección de la salida, caso Gotzone Mora, o le mantiene en la más pura postergación, caso Simancas, en espera de encontrar un vecino de despacho destinado a inmolarlo en su altar pagano. No me extraña, pues, que la primera de sus víctimas propiciatorias lleve por apellido Sebastián, que suena de lo más acorde para convertir en algo fatídico su próximo destino. Sí, todo apunta a que la cosa huele al martirio de San Sebastián. Eso sí, bobos y rapaces redoblan sus cobardes esfuerzos para hacer como si no vieran lo que está ocurriendo, no solamente en el partido de sus amores o sus intereses crematísticos, sino en el conjunto de una nación de primer rango, llamada España, que lleva camino de ser la víctima más dañada por este pájaro de cuenta que un aciago día, seguido de otros tres de agit-prop, se apropió del nido.
Autor: Policronio
Publicado el 12 de noviembre de 2006
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