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| Pablo Molina |
Hay periodistas tocados por la mano de Dios, lo que es una forma de definirles como tipos geniales que poseen un don que algunos atribuimos al Creador y otros, en tiempos de laicidad galopante, lo arrogarían a las células madre o, por mejor decir, a las células de puta madre con las que han sido dotados, con perdón.
Uno de esos periodistas atiborrado de genialidad, a quien tengo el honor de conocer personalmente si bien las circunstancias me impiden ahondar en ese conocimiento, es el murciano Pablo Molina, que nos obsequia semanalmente, desde las páginas de Libertad Digital —malas lenguas aseguran que también profesa en La Razón, edición de Murcia—, con un inacabable rosario de opiniones, a cual más divertida, sin que, a la par, carezcan de análisis en profundidad sobre la actualidad política o zapateresca, que es como algún día quizá se conozca a la etapa más tenebrosa de cuantos gobiernos de España han sido.
En su última columna de LD, Pablo Molina vierte hoy un admirable comentario sobre esa horripilante ONU constituida en coartada de cuanto progresista quiere concederle un marchamo oficial a su odio hacia los EE.UU., Israel o las democracias consolidadas, que bien pocas son si se las compara con las tiranías de siempre -algunas de ellas con varios siglos de atrocidades a sus espaldas-, muy especialmente en el mundo de esa falsa e intimidatoria religión que ahora quieren imponernos a todos, como si de una nueva ideología de perfección pastoril se tratase, y que se conoce como Islam. Ojo, nada que ver con el profeta Mahoma, un hombre que en su tiempo fue útil a toda una comunidad desheredada, la árabe, cuyo deporte nacional consistía en guerrear entre sí y asesinarse salvajemente en una especie de endogamia sangrienta y vengativa.
Otro gran acierto de Pablo Molina en su artículo de este fin de semana consiste en ejemplificar, con enlace incluido, la mascarada de una institución llamémosla internacional que jamás ha estado al servicio de la libertad, la democracia y la justicia, sino que se ha mostrado, de acuerdo con las facciones dominantes en su seno, proclive a las corruptelas o a la vista gorda ante situaciones manifiestamente arbitrarias. Destacan en el periodista, igualmente, una serie de párrafos acerca de la parcialidad de la ONU en contra de Israel, algo lógico si atendemos a las necesidades crematísticas de sus más altos directivos y a las regalías que en tal sentido les llegan de los tiranos musulmanes. No, esto último no lo dice el periodista, pero baste la mención del binomio Kojo-Sadam y su acuerdo "petroleo por corrupción" como botón de muestra.
Les invito, pues, a la amena lectura de “¡Al suelo, que viene la ONU!”, original de Pablo Molina. Que ustedes lo disfruten.
Autor: Policronio
Publicado el 9 de septiembre de 2006
Publicado el 9 de septiembre de 2006

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