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| Parece mentira, pero aún no se conoce a los responsables del 11-M. Es más, el asunto apenas interesa a nadie. |
En la actual partida de ajedrez surrealista que se juega en nuestra España, donde los peones promocionan a pieza mayor antes de alcanzar la fila ocho del tablero, hay que reconocer la habilidad del Gobierno para que sus extraños movimientos parezcan la consecuencia lógica de una estrategia perfectamente trazada, introduciendo sobre la marcha transformaciones “creativas” a las reglas básicas del juego, con el fin de que parezcan mejoras en la posición, cuando probablemente no responden más que a la improvisaciòn habitual del chapucero estilo que acostumbra la izquierda gobernante. Sabemos que las blancas tienen la ventaja de la iniciativa (mueven primero) y que la única oportunidad de las negras, salvo grave error táctico del adversario, es tener paciencia y esperar su oportunidad forjando una defensa sólida sin resquicios que permita, no obstante, la máxima movilidad para desarrollar su potencial en los momentos clave. Hasta aquí la teoría. En la práctica, en nuestra partida, resulta desesperante ver maniobrar a un enemigo caótico, cuyo único empeño parece estar centrado en erradicar de sus escaques a cuanta figura ecuestre ve a su alcance, que de repente coloca dos alfiles sobre casillas del mismo color o que pretende enrocarse después de haber movido el Rey, esperando que no lo recordemos.
Los errores, en ajedrez, normalmente se gestan en movimientos de cortas miras y nula perspectiva global. Ocurren también cuando se menosprecian o se ignoran las piezas del adversario por creerlas controladas. La ventaja suele cambiar rápidamente de bando al menor desliz y de poseer la iniciativa se pasa a la respuesta condicionada y subsidiaria con gran facilidad. Pero así es la idiosincrasia del juego. Si por ZP y sus congéneres ideológicos fuera, tal vez movidos por una absurda paridad mal entendida, habría dos reinas o dos reyes en el tablero en lugar de uno de cada, aunque eso desnaturalizara el valor simbólico intrínseco del juego. Su afición al cambalache y al disfraz les hace especialmente peligrosos como especialistas del despiste y la celada. Su juego se basa en la dominación de todo terreno disponible, y su tendencia infinita al bloqueo del movimiento contrario. Su mejor arma, y a la vez su debilidad mayor, la cháchara tertuliana incesante e insustancial con la que intentan lograr la desconcentración del oponente y que versa invariablemente sobre la misma vieja partida ya jugada y perdida, con la esperanza de que sea la única que aparezca en el próximo libro de análisis de aperturas ajedrecistas que edite la prisaica editorial Santillana. Por eso, porque no conocen otra forma de jugar (ni la admiten) es por lo que su estilo previsible puede ser detectado y algún día conjurado. La falta de espíritu autocrítico insistiendo en apuntalar la defensa de piezas que tienen fecha de caducidad fijada, será de nuevo su perdición. Mala apertura, embarullado juego medio y final irremisiblemente fatal.
Mientras tanto, entiéndase bien que no dudarán en sacrificar lo que sea y a quien sea con tal de continuar en la partida, enrocando y ocultando de continuo a sus piezas más “comprometidas” para alejarlas de todo peligro inminente. Pero para su desgracia el tablero de juego tiene dimensiones finitas y reducidas por lo que sería bueno recordaran aquello de “donde iré que no amanezca”. Cualquier jugador de ajedrez, aún novel, aprende pronto que basarse exclusivamente en la ventaja avasalladora del movimiento de la salida de piezas mayores, no suele conceder automáticamente la partida. En cambio la sacrificada, lenta y humilde infantería suele causar estragos, provocando el desorden y la ruptura de las líneas enemigas. Esta es una partida de campeonato. De las que se juegan con reloj y sin vuelta atrás. Tic, tac, tic, tac… y el tiempo, tarde o temprano se agota. Cuando un jugador se siente presionado por el segundero es cuando puede cometer mayores errores. Atención a las piezas que se mueven. Pueden tropezar. De hecho, alguna ha caido ya.
Dedicado a Luis del Pino y a los Peones negros.
Autor: Perry
Publicado el 9 de septiembre de 2006

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