Algo más del 5 % de españoles con derecho a voto (1.88 millones), favorecidos arbitrariamente por un individuo que reniega de la nación cuyo gobierno preside, ha decidido que España se adentre en una situación política en la que desaparecerá la igualdad ante la Ley. Pero eso no es todo, con la aprobación del nuevo Estatuto catalán se le habrá dado rango oficial en Cataluña al odio generalizado, a la insolidaridad más infame y al desprecio cerril hacia todo lo que suene a español, comenzando por el idioma común.
El referéndum ilegal perpetrado ayer, puesto que fue convocado por el presidente de la Generalidad sin que tuviese competencias para ello, no ha hecho más que demostrar en la campaña, llena de altercados antidemocráticos y a veces violentos contra los opositores al Sí, que en Cataluña se vive un Régimen opresivo que no respeta las leyes y que no garantiza las condiciones mínimas de una consulta popular. Nada, absolutamente nada, puede hacerle creer a un demócrata que la mayor parte del pueblo catalán esté conforme con semejante Estatuto. No digamos nada de la mayor parte del pueblo español, a quien le afectará igualmente el disparate acordado entre ZP y Mas. Piénsese, si no, que el interés en el resto de España determinó que las firmas recogidas para la celebración de una consulta a escala nacional (más de 4 millones) casi duplicaron a los votos válidos logrados ayer por los liberticidas que pedían una afluencia masiva y sólo han conseguido que se pronuncie menos de la mitad del censo.
Lo más llamativo de todo es cómo se ha traducido el clamor popular que argumentó en su día la clase política catalana para dedicarle dos años y medio a elaborar lo que al final solamente le ha interesado a 1 de cada 3 votantes. Lo que demuestra la situación de totalitarismo —funesta obra de Pujol— que vive la región catalana y lo muy alejada del sentir de la ciudadanía que se encuentra su elitista y corrupta casta parlamentaria. Algo completamente natural, tras casi 30 años de dejación de los partidos nacionales PP-PSOE, incapaces de controlar a un nacionalismo que iba radicalizándose y con el que prefirió pactar antes que ponerlo en su sitio. Espero que Rajoy sea capaz de ver la realidad de su partido en Cataluña, imposible de definir más que de desastrosa, y se decida al fin a poner allí a Vidal-Quadras. A menos que prefiera fracasar también en las siguientes autonómicas y generales antes de tomar una decisión respecto a un territorio que ofrece 5,5 millones de votantes.
Publicado el 19 de junio de 2006
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