Como cada martes, traemos un testimonio sobre la culpabilidad de Santiago Carrillo Solares en la trágica matanza de Paracuellos del Jarama. Hoy hemos elegido un discurso de Francisco Antón, un comunista que solía gozar de la protección de La Pasionaria y cuyas palabras ante el Pleno del Comité Central del PCE en marzo de 1937 no dejarán indiferentes a los lectores de Batiburrillo.
Francisco Antón. Discurso pronunciado en el Pleno Ampliado del Comité Central del Partido Comunista, Valencia, 7-8 de mayo de 1937.
"Nos hemos preocupado un poco en limpiar la retaguardia. Es difícil asegurar que en Madrid está liquidada la Quinta Columna, pero lo que sí es cierto es que allí se le han dados los golpes más fuertes (¡Muy bien! Grandes aplausos)... Y esto -hay que proclamarlo muy alto- se debe a la preocupación del Partido y al trabajo abnegado, constante, de dos camaradas nuevos, pero tan queridos por nosotros como si fueran viejos militantes de nuestro Partido, el camarada Carrillo, cuando fue consejero de Orden Público, y el camarada Cazorla, que lo es ahora (Grandes aplausos)".
Citado por Rafael Casas de la Vega, El terror, Madrid 1936, Madridejos (Toledo), Editorial Fénix, S.L., 1994, pp. 238-239.
La gran historia de amor y rencor de La Pasionaria comenzó cuando en 1937 se enamoró de Francisco Antón, guapo mozo pero de nulo nivel intelectual y político al que Dolores Ibárruri convirtió en super-comisario político, por el que se enfrentó con Indalecio Prieto para que no fuera a pelear al frente y al que promocionó hasta la cúpula del Partido Comunista de España (PCE). Terminada la guerra, fue atrapado en Francia por los nazis, pero La Pasionaria consiguió que Stalin se lo reclamara a Hitler y volviera a sus brazos en Moscú. Mantuvieron relaciones durante una década. Pero cuando Dolores pasaba de 50 él no tenía 40, y además ella tuvo problemas de salud, se separaron.
Por aquel entonces, Francisco Antón se había enamorado en Francia de una chica muy joven y muy guapa, tuvieron familia -una hija nació subnormal- y pareció que, simplemente, su historia había terminado. ¡Sí, sí, terminar! Cuando fracasaron las guerrillas del todo, Pasionaria siguió siempre con su táctica habitual de culpar a alguien de haber hecho mal lo que ella había pensado bien. Todas las purgas del PCE, encabezadas finalmente por Pasionaria, son iguales. Alguien es un obstáculo, por listo o por tonto. La dirección, con Dolores al frente, carga contra él. Si los rusos no lo respaldan, lo aplastan. Si ella se da cuenta de que la URSS puede no estar de acuerdo, pacta en secreto con los rebeldes y carga contra sus compañeros de la víspera. Así una y otra vez.
El golpe más asombroso lo dio en 1956, cuando Uribe, su mano derecha, se dispone a terminar con la disidencia calculada de Carrillo y Claudín. Santiago Carrillo acaba siendo la mano derecha de Dolores y Uribe es condenado por el «culto a la personalidad» de Dolores y rematado por el objeto de culto. Pero la venganza contra Antón fue algo especial. Primero lo hizo culpable, junto a Santiago Carrillo, del fracaso del Partido en el interior. Carrillo defendió a Antón pero, viendo que nada detendría a Dolores, traicionó a su compañero de París y pasó a acusarlo de las peores fechorías. Llamado a Moscú, Antón acepta su derrota y suscribe una humillante autocrítica. Dolores no está satisfecha. Quiere que se le acuse de más delitos. Antón se arrastra y se acusa de todo. No es suficiente. En Checoslovaquia tiene que trabajar hasta 20 horas diarias, con su joven esposa que no puede atender a la hijita subnormal, pero la antigua amante es implacable. Cuando Antón ha reconocido hasta el número de sus víctimas en el partido durante años, es cuando Dolores revela para sorpresa de todos algo que sólo podía conocer por su intimidad con él: que su padre pertenecía a un organismo policial. Vuelta a confesar y arrastrarse. Y para rematarlo del todo -pues eso acarreaba la liquidación física-, Dolores lo acusa finalmente de ser un agente extranjero.
A todo esto se hace en la cúpula del PCE, sin que se entere la base. Nadie puede preguntar por qué, si Pasionaria sabía que era un hijo de policía y un agente capitalista, se calló durante tantos años, mientras dormía con él. Pero Líster, Uribe, Carrillo y demás estaban dispuestos a liquidar a Antón. Lo salvó la muerte de Stalin.
Autor-recopilador: Smith
Publicado el 4 de julio de 2006
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