sábado, 17 de marzo de 2018

Rajoy, toma nota: Aquí tienes un decálogo de acciones no parlamentarias

Mariano Rajoy, más que "en serio", en "pasmao". Lo cual le costó la pérdida de unas segundas elecciones y el abuso de poder socialista hasta 2012.

Mariano Rajoy fue entrevistado el pasado jueves en “La Mañana” de la COPE. Allí, el jefe de los populares demostró una vez más que aún no ha entendido en qué situación de derrumbe democrático nos encontramos y qué grado tan atroz de maldad es capaz de desplegar el iluminado que nos preside desde La Moncloa.

Veamos un ejemplo: Losantos, aun cuando no estuvo tan incisivo con el político como en sus comentarios de primera hora —donde suele despacharse a gusto en las críticas a lo que sea—, no dejó de formularle algunas preguntas comprometidas. Recuerdo que le llegó a inquirir sobre las acciones que pensaba emprender su partido ante lo que puede considerarse un delito, es decir, la negociación del Estado con la banda terrorista ETA-Batasuna. La respuesta, por lo excesivamente medrosa e ineficaz, me dejó boquiabierto y a punto estuve de apagar la radio: Rajoy aseguró que pensaba denunciar esa situación en el Congreso. Está visto que a este hombre, Rajoy, alguien le ha inculcado convenientemente —y él lo ha creído a pies juntillas— que no hay ningún otro método o acción posible más que la denuncia parlamentaria de los delitos y barrabasadas gubernamentales. Y si no se lo ha inculcado nadie, entonces aún es peor, porque la incapacidad para elaborar acciones en defensa de sus ideales la lleva puesta de origen y nos hallamos ante alguien tan poco imaginativo que comienzo a tener miedo de tanta mojigatería. 


Si contáramos con un Congreso democrático, caso que hoy no se da ni de lejos por cuanto de esa cámara no paran de surgir leyes o aceptarse propuestas que atentan a la propia Constitución, la respuesta de Mariano Rajoy hubiera sido de lo más pertinente; o sea, que en el Parlamento —informe jurídico de por medio— sería posible frenar cualquier iniciativa que infringiese la legalidad vigente. Pero… ¿cuándo ha ocurrido una cosa así en la actual legislatura? O dicho de otro modo, cuándo los diversos grupos políticos no se han pronunciado en bloque, todos contra el PP, a favor de leyes inadmisibles por más que conculcaran la legalidad o representaran un claro perjuicio a gran parte de la ciudadanía: Casi nunca en asuntos fundamentales. Jamás de los jamases se ha pensado en el pueblo a la hora de aprobar o derogar determinadas leyes. Y es que nos hallamos ante un Congreso dominado por un nuevo Frente Popular que, como se evidencia mes a mes, tiene como único objetivo el aislamiento —si no la eliminación— de ese gran partido que representa a media España: el PP.  Todos han comprendido que para el logro de sus fines el objetivo número uno es convertir a la derecha en residual o amordazada. De ahí que socialistas, comunistas y nacionalistas —tres ideologías de espíritu totalitario, dos de las cuales deberían estar proscritas en cualquier democracia que se precie— hayan decidido crear una simbiosis inmunda que acabe con la España tradicional, lo que de pasada acabaría con la única oposición posible y les consagraría a ellos en sus respectivas parcelas de poder. 

Parece ser que Rajoy, incapaz de advertir que cualquiera de sus denuncias en el ámbito parlamentario ha de caer forzosamente en saco roto, se empecina una y otra vez en justificarse a sí mismo mediante la lectura de unos folios en la tribuna del Congreso de los Diputados —lectura que luego no trascienden en medio alguno o se tergiversa— o bien en afirmar, como si de un acto heroico se tratase, que va a presentar un recurso sobre el Estatuto catalán ante el Tribunal Constitucional, un organismo cuya sectaria presidenta ha llegado a afirmar que el concepto de nación es discutible, lo que da una idea bastante aproximada del destino que le aguarda a ese recurso. Todo ello me recuerda -en relación a la eficacia con la que se debería medir la actitud del jefe de los populares- a los que sufren un ataque de tos y pretenden aliviarlo rascándose la barriga. Para mearse de risa si no fuese porque estamos hablando de un asunto demasiado serio. Pues bien, continuando con la entrevista a Rajoy, Losantos llegó a preguntarle si a la denuncia parlamentaria la consideraba una acción adecuada en tiempos revolucionarios como los que ahora vivimos. Recalco la frase y la entrecomillo aun cuando no es del todo literal, para que se advierta mejor: “Acción adecuada para tiempos revolucionarios”.

La respuesta de Mariano, que tardó algo en llegar porque sospecho que debió tomarse un rato para ruborizarse y luego dejar que la sangre le volviese al cerebro, fue narrar con cierto énfasis —acaso destinado a convertir sus palabras en poco menos que una gesta brillante— la serie de “acciones” que su partido había efectuado en los últimos meses: Oponerse en el Congreso a la toma en consideración de los estatutos catalán y andaluz, oponerse en Comisión al Estatuto catalán, oponerse al mismo en la segunda vuelta al Congreso, hacer una campaña de firmas, recorrer toda España y “defender mi posición en Cataluña”. Tras lo cual, Mariano reiteró lo del recurso al TC y casi se mostró ofendido ante la simple idea de que alguien le reprochase “eludir la acción”, frase clave de Federico en ese punto de la entrevista.

Como puede apreciarse, el concepto de “acción” que Rajoy atesora pasa casi siempre por el “Mar de la Tranquilidad” que representan los escaños parlamentarios; por la recogida de unas firmas destinadas desde su inicio a papel mojado, puesto que igualmente debía ser el Congreso el que decidiera sobre su utilidad; por recorrer España, probablemente de balneario en balneario porque si no es imposible explicarse dónde estuvo y a quién reunió, y por defender su posición en Cataluña mediante ese alférez liofilizado llamado Piqué. Sí, el mismo Piqué que ha solicitado recientemente un gobierno de coalición en Cataluña con los nacionalistas de CiU, sin que Rajoy, en defensa de su posición, haya mandado de inmediato a un francotirador para que lo eliminase, políticamente hablando. ¡Por Dios, Mariano, qué clase de posición estás defendiendo y qué acciones de salón o escaño tapizado usas para ello!

Si Mariano Rajoy tuviese lo que hay que tener para ser un jefe de la Oposición en tiempos de revolución silenciosa como los que vivimos, donde el único de los tres poderes que existe desde el 11-M es la coalición PSOE-ETA, más algunos monaguillos que sin duda cobrarán su diezmo, quizá pensaría en que algo así también puede hacerse:

1. Romper relaciones políticas e institucionales con el PSOE. Si Zapatero quiere rendirse a ETA, deberá convocar elecciones generales y plantearlo así en su programa electoral. Nada hay, pues, que acordar ni negociar con un partido de totalitarios que respalda a un Gobierno delincuente y que, a su vez, negocia con terroristas y aprueba estatutos liberticidas y disgregadores.

2. Encomendarle a cada uno de los miles de cargos públicos y militantes del PP la misión de impartir conferencias, charlas y debates en Universidades, colegios mayores e institutos de enseñanza. O bien, y a poder ser además, en pabellones deportivos, naves industriales, salones de hoteles y cuantos locales se consideren apropiados para denunciar a diario la desaparición del Estado de derecho y, con él, la unidad de España y la libertad individual. Esas acciones deberán coordinarse con cuantas asociaciones o colectivos compartan la idea de una España que debe rebelarse ante la situación de merma continuada de libertades que padecemos.

3. Convocar ruedas de prensa cada lunes para denunciar en ellas las atrocidades parlamentarias de la semana y las aberraciones que el Consejo de Ministro apruebe cada viernes.

4. Recalcar en cada denuncia que las leyes o proyectos que se hayan aprobado o en lo sucesivo se aprueben, que vayan en contra de la estricta igualdad entre todos los españoles —por ejemplo los estatutos catalán y andaluz—, serán eliminadas por vía de urgencia, mediante referéndum en toda España si es preciso, tan pronto el PP vuelva al Gobierno. Como igualmente se recalcará en cada intervención la próxima reforma de la Ley Electoral y el blindaje de la separación de poderes, adecuando para ello la Constitución.

5. Destinar a los más brillantes cargos populares a que visiten y se ofrezcan a las diversas radios y televisiones, con especial incidencia en las comunidades donde gobierna el PP, ya que es evidente que se va perdiendo terreno a favor de la inmoralidad política auspiciada por la coalición PSOE-ETA y el imperio mediática que la respalda: Cinco cadenas y media de televisión sobre seis.

6. Convocar en Madrid una gran manifestación nacional en defensa del Estado de derecho, que podría efectuarse cada trimestre y hasta las siguientes elecciones generales.

7. Convocar manifestaciones mensuales de denuncia de la actividad irregular del Gobierno en cada una de las principales ciudades españolas.

8. Sacar a la calle y al mismo tiempo en Internet un diario gratuito, si es preciso financiado por suscripción popular, donde se denuncie cuanta fechoría gubernamental, tanto del Ejecutivo central como de los regímenes nacionalistas, queda hoy oculta a los ciudadanos y representa un perjuicio directo para ellos.

9. Utilizar a fondo la Fundación Faes para la elaboración de programas de denuncia que luego sirvan a los militantes del PP en la argumentación de sus charlas y debates. Hay que ganarle a la izquierda la batalla de la propaganda y debe comenzarse por las ideas.

10. Presentar ante el Tribunal Supremo una querella firmada por 88 diputados del PP. En ella debe acusarse al Gobierno del delito de prevaricación. Debe dejarse claro mediante esa querella que a los traidores y delincuentes no le saldrá gratis saltarse las leyes en vigor. Asimismo, propuesta de votación secreta en el Congreso de los Diputados, previo contacto con los socialistas que se saben horrorizados de la trayectoria de ZP, a fin de lograr la mayoría más uno que se precisa según el artículo 102.2 de la Constitución, para acusar igualmente al Gobierno del delito de alta traición a la seguridad del Estado.

Y esto para empezar. Porque como apuntaba el clásico “la única revolución posible —en este caso contrarrevolución— es meter luz en las cabezas y calor en los corazones”. No olvides, Mariano, que una revolución silenciosa como la que ahora se está produciendo, en la que no hay día que no se difumine un poco más la idea de la España milenaria, sería recibida con alegría si fuese para liberarnos de un tirano. Pero es justo al revés y es preciso que lo entiendas: Esta revolución presente nos conduce a la tiranía. Y en ese proceso revolucionario, tan semejante a la República del Frente Popular que idealiza constantemente el traidor Zapatero, podemos no tardar demasiado en encontrarnos frente a esto otro que sugirió el moralista Joubert: “Las revoluciones son tiempos en los que el pobre no está seguro de su honradez, ni el rico de su fortuna, ni el inocente de su vida”.

Publicado el 3 de junio de 2006

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios moderados.